martes, 20 de marzo de 2007

ARTÍCULO- ¿QUÉ UNIVERSIDAD QUEREMOS?



ARTÍCULO




¿Qué universidad queremos?



Nos cuenta V. Pérez Díaz, en su libro ‘La esfera pública y la sociedad civil’, que ’una educación liberal puede responder, en su contenido y en el modo de su adquisición, a dos acepciones muy diferentes. Puede responder a la acepción de una formación que se obtiene mediante la frecuentación de clases, la lectura de libros, la escritura de ‘papeles’ y la participación en discusiones cultas ... O puede tener la acepción de una formación del carácter mediante la adquisición de hábitos, de conocimientos de ‘cómos’ más que de ‘qués’, como diría Oakeshott. De esta última manera fue originariamente, como las mejores instituciones educativas inglesas, universitarias o no, enfocaron el problema de la educación liberal’.

Me parece interesante reproducir cómo un master de Eton describía este problema a sus estudiantes hace algo más de ciento treinta años:

‘Al venir a esta escuela os comprometéis en una tarea no tanto de adquisición de conocimientos cuanto de realización de esfuerzos intelectuales mientras os sometéis a la crítica ... para adquirir artes y hábitos: el hábito de la atención, el arte de la expresión, el arte de daros cuenta en un simple momento de una nueva idea, el hábito de someteros a censura y refutación, el arte de indicar asentimiento y desacuerdo de manera graduada y medida, el hábito de fijaros en los detalles con exactitud, el hábito de saber hacer las cosas a su tiempo ... Sobre todo, venís a una gran escuela para conseguir el conocimiento de vosotros mismos’.

¿Estarán pasados de moda? Ciento treinta años son muchos años. Además ¿no será todo esto elitista? Aunque no esté de moda decirlo, la educación ha de ser conservadora en el sentido de que debe conservar lo mejor de nuestro pasado. A pesar de las delirantes estupideces de los multiculturalistas, para los que las instituciones y estructuras mentales europeas (u occidentales, en general) son opresivas. A diferencia, claro es, de las demás, que no lo son. Aunque les duela a los multi-culti, tenemos un brillante y envidiable pasado, básicamente latino y griego, del que no podemos ni debemos alejarnos. Por supuesto, hay miserias además de grandezas. Pero esto pasa en todas las culturas.

Sólo un pobre imbécil puede creer que es posible empezar de cero. No es posible. Aprender y disfrutar de la sabiduría que hay en los libros, las catedrales, los campos de labor, en las artes y los oficios, en la música y el teatro, y en tantas otras cosas, es lo que permite entendernos y entender nuestro presente. Cuanto más cambio acelerado hay, más necesidad tenemos de saberes que son el poso para nuestras aventuras, intelectuales o no, depositado en el fondo de nuestras tradiciones, a lo largo de siglos.

Antes de seguir, digamos algo de ‘elitismo’. ¿Por qué? Porque una de las críticas habituales de los progres (de la izquierda en general) es que todo esto no es más que la expresión de una visión aristocrática de la sociedad. Ellos, en cambio, están con ‘’el pueblo’’, signifique lo que signifique.

Dice el diccionario de la R.A.E. que ‘elitista’ es: ‘’Que se comporta como miembro de una élite, que manifiesta gustos y preferencias opuestos a los del común’’// ‘’Partidario de una élite o del predominio de las élites’’.

¿Es esto lo que queremos para nuestras Universidades? Depende de lo que se entienda por élites y por predominio de las élites, lo que muestra, una vez más, que no basta acudir al diccionario para solucionar nuestros problemas, al menos los importantes.

Si entendemos ‘élite’ como minoría selecta, no es lo mismo que si lo entendemos como minoría rectora, aunque éstos son los significados habituales. Si entendemos ‘elite’ como minoría selecta, (primera acepción) queremos decir que estas minorías no concuerdan, por ejemplo, en sus gustos, con los gustos y preferencias de la mayoría. ¿Qué hay de mal en ello? ¿Significa que los buenos universitarios deberían disfrutar con la televisión basura, por ejemplo? ¿Significa que nadie puede desviarse de los gustos mayoritarios? Si esto fuera así, nos toparíamos con una sociedad estática y autoritaria, que exige obediencia a los gustos de la mayoría.

Esta visión, aparte de zafia, es antidemocrática. Ya dijo el gran jurista Hans Kelsen que debemos distinguir entre el Principio de las mayorías y el Dominio de las mayorías. Según el Principio de las mayorías, éstas deciden lo que hay que hacer, salvando los derechos fundamentales de las minorías. Según el Dominio de las mayorías, hay que hacer lo que diga la mayoría, sin más. Afortunadamente, nuestras democracias se rigen por el principio de las mayorías. Pero esto no impide la existencia de ideologías, presuntamente progresistas, vinculadas al Paleolítico, que postulan como algo bueno en sí mismo, hacer lo que hace ‘’el pueblo’’, o sea, la mayoría.

Podemos entender que las reformas educativas ‘’de izquierdas’’ (la penosa LOGSE, por ejemplo) enfaticen el igualitarismo y rechacen (de manera más o menos disimulada), el mérito y el esfuerzo. ¿Debe seguir la Universidad este camino de ovejas satisfechas? Yo creo que no.

La segunda acepción de ‘élite’, se refiere a ‘minorías rectoras’. Creo que estamos ante una cuestión de hecho. Las hay. Ahora bien, no todos los hechos están justificados. De ahí que sea pertinente preguntar, ¿son las minorías rectoras, hechos sociales justificados? Yo creo que sí, siempre que se respeten los derechos individuales básicos de las personas. Lo más zafio y perjudicial para la sociedad es igualar por abajo. ¡No destaques, muchacho! ¡Podrías ofender al que sabe menos! Estas idioteces, tan progres ellas, están vinculadas a bobadas gubernamentales como la eliminación del ‘’cero’’. El famoso ‘cero patatero’. El freno a tanta idiotez pseudoprogresista, es la sensatez de los ciudadanos. Sin ella no hay nada que hacer.

Además, la igualación por abajo, conduce a nuestra sociedad al deterioro intelectual y, de paso, al económico. Dado que vivimos en la sociedad del conocimiento, cualquier bobada progre se convierte en un peligro contra nosotros mismos. No me vale que se cite a Nietzsche, Pareto o Mosca , para acusar de elitismo a las opciones no igualitaristas. Cualquier tendencia tiene su exageración y su parte negativa. Incluso el jamón de bellota, que es buenísimo, puede convertirse en algo dañino, si comemos demasiado o si tenemos mal el estómago.

¿De qué se trata, pues? De sacar el mayor partido a nuestras potencialidades. Se trata de no perjudicar a los mejores, obligándoles a no superar el listón porque los demás no lo pueden superar. No podemos ni debemos enaltecer el igualitarismo. Pero, para aceptar esto, tenemos que asumir que ‘no todo es igual’. Pero esto contradice la visión progre-multiculturalista y el relativismo que nos invade. O sea, todo es respetable por igual. Lo que es una barbaridad.

No podemos dejar de mencionar, aunque sea brevemente a Ortega y su ‘hombre masa’, ya que la decadencia de Occidente iría ligada a la aparición de este ‘hombre masa’. ¿Cuáles son sus rasgos? Es una persona satisfecha, que desea mantener su estatus mediocre. Pero no se trata sólo del patán sino, sobre todo, del especialista, del técnico que sabe mucho (en el mejor de los casos) de una parcela concreta y se desentiende de todo lo demás. Es el ‘técnico bárbaro’. Dicho en palabras de von Wright: ‘... entre los intelectuales se difunde cada vez más un nuevo tipo humano; un investigador en un campo especial que puede ser muy inteligente pero que tiene un desdén filisteo por la filosofía, el arte y todo aquello que caiga fuera de su estrecha perspectiva’. ¿Es esto lo que la Universidad debería producir?

¿Y qué decir de las Universidades ‘politizadas’? Nos dice R. Hughes (en ‘La cultura de la queja’) ‘Pero lo cierto es que el marxismo está muerto ... los europeos que fueron comunistas seguirán renaciendo como ultranacionalistas, como el genocida presidente Slobodan Milosevic de Serbia, antiguo apparatchic. Muchos de los que satisficieron su gusto por el placer burocrático dentro de la estructura imperial del comunismo continuarán disfrutándolo en las nuevas fuentes del nacionalismo provinciano’. Y en otro lugar añade: ‘... el marxismo ha pasado por el fuego de su propia disolución y ha renacido como un ‘’héroe con mil caras’’: multiculturalismo’.

¿Estamos en esas? ¿Será cierto que el nacionalismo provinciano y el multiculturalismo se han convertido en magma transversal que colorea cualquier opción ideológico-universitaria? Hasta los menos nacional-provincianos y multiculturalistas se ven en la obligación de ser prácticos y decir la chorrada progre de rigor cuando hablan con los medios. ¡No sea cosa que digan que soy eurocéntrico y, además, españolista!

Frente a estas hipotéticas acusaciones, se dice que tenemos becas para que nuestros estudiantes salgan al extranjero y para que vengan extranjeros a casa. ¡Provinciano lo serás tú, pueden responder! Me gustaría que fuera cierto y que dejaran de soplar los vientos del catalanismo silencioso. Por cierto, no tan silencioso. Aparte de algaradas y gritos, su típica forma de argumentación, se anuncia el ‘desembarco’ de Carod Rovira en nuestra comunidad. Un experto en autonomías, F. Sosa Wagner (autor de ‘El mito de la autonomía universitaria’) dice:

‘ ... si en aquellos años nos quedamos arrullados soñando con una universidad autónoma y democrática, lo cierto es que, al despertarnos, hemos advertido que lo que nos ha quedado entre las manos es un artefacto gremial y en buena medida lugareño’.

¿De dónde provienen las ideas pseudoprogresistas que he mencionado antes? Básicamente de Rousseau. Recordemos tres grandes líneas de su visión educativa y su sorprendente actualidad.

Primero, su creencia en la bondad innata de los seres humanos. ¿Se acuerdan del ‘buenismo’?

Segundo, su desprecio por la alta sociedad, por todo lo que suene a elitismo, en cualquier sentido.¿Se acuerdan de que las reformas educativas de izquierdas deslegitiman, en mayor o menor medida, el éxito, el mérito, el esfuerzo y la disciplina?

Tercero, el amor por la naturaleza. ¿Se acuerdan de la ‘madre tierra’? El pensamiento totalitario se alimenta, entre otras cosas, de animales metafísicos, como la madre tierra o la nación, entendidas como entes superiores a los individuos de carne y hueso. ¿En qué sentido? En el sentido de que si hay desacuerdo entre los intereses del individuo y los intereses del ‘animal metafísico’ (o sea, sus sacerdotes, laicos o no), deben vencer los de este último. Esto es típico de los nacionalistas, fascistas, nazis y comunistas. Solamente en las tradiciones liberales hay un énfasis (que no hay en las otras tendencias políticas) en la autonomía individual. En definitiva, en la persona vista como un fin en sí mismo.

Repito ¿Qué Universidad queremos?

Sebastián Urbina.

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