viernes, 26 de octubre de 2007

EL ROJERÍO Y LOS HECHOS

26/10/2007.

CUANDO LOS HECHOS NO DESMIENTEN NADA.

Una de las enfermedades más extendidas es la de no admitir hechos que desmientan nuestras creencias. Cuando esto sucede la persona en cuestión tiene sus creencias inmunizadas. Nunca serán desmentidas y cada hecho, favorable o no, las confirmará. Algunas personas consideran leal y honesto mantener, para siempre, algunas ideas que asumieron en sus años mozos. ¡Nada me hará cambiar! proclaman orgullosos. ¿Por qué esta actitud de adhesión incondicional? Porque esta es la actitud del doctrinario. Es decir, el doctrinario considera una virtud mantener inamovibles las ideas que en un tiempo defendió. Cambiarlas o rechazarlas supondría, para el doctrinario, una traición. Adoptar esta actitud supone rechazar los hechos que ponen en cuestión mis ideas. ¡No me moverán!

¿Es racional esta actitud? Creo que no. Uno de los clásicos ejemplos de esta actitud

sectaria y antirreformista la encontramos en Lenin. Despreciaba cualquier planteamiento reformista, de ahí que los social reformistas eran llamados social traidores. Para el doctrinario, la transacción y la reforma son síntomas de debilidad o de traición. Tener toda la verdad, desde el principio, hace que no tenga sentido el compromiso o la reforma, excepto por motivos tácticos. Por eso es posible que algunos diputados del PSOE llamen ‘fachas’ a diputados (igualmente elegidos democráticamente) del Partido Popular. Por eso es posible que Rosa Regás, Directora de la Biblioteca Nacional y admiradora de Fidel Castro, llame ‘fachas’ a los que critican al comunista Carrillo.

Estas son unas pocas muestras de la miseria moral e ideológica de una parte significativa de la autocalificada ‘izquierda’. Recuerdo que al preguntar a un catedrático de Universidad si había leído ‘Los mitos de la guerra civil’ de Pío Mora, me respondió: ¿Ese hijo de puta? Cuando menguan las ideas se acrecientan los insultos.

Una de las posibles explicaciones a este sectarismo enfermizo es la interiorizada creencia de que ciertas ideas son ‘buenas en sí mismas’y nunca deben cambiarse. Este planteamiento no es nada nuevo. De forma parecida a los ‘progres’ actuales, algunos iusnaturalistas de antaño (es decir, los que creían que junto al derecho vigente había un derecho natural) afirmaban la existencia de ‘verdades intemporales’ como ‘dar a cada uno lo suyo’ , ‘no dañar a nadie’ y similares. Máximas de Ulpiano, como es sabido.

Pocos dudarán de que hay que dar a cada uno lo suyo pero el problema es el de concretar, aquí y ahora, qué es ‘lo suyo’. O sea, para que la máxima sea operativa hay que llenarla de contenidos que no son deducibles de tal máxima sino contingentes y cambiantes. Pues bien, si del anterior planteamiento pasamos a los ‘progres’ actuales podremos ver algunas similitudes. ¿Cuáles son los principios de los ‘progres’? Quiero decir, además de insultar a Bush, reírse del Papa, llamar ‘fachas’ a los del PP y admirar a Fidel Castro?

Seguramente los más avezados hablarán de igualdad y solidaridad. Pero ¿en qué consiste esta igualdad y solidaridad ‘progre’, supuestamente superior a otros tipos de igualdad y solidaridad? ¿La han materializado en algún sitio? ¿Ha sobrevivido alguien? ¿Se trata de algo distinto al llamado liberalismo igualitario o socialdemocracia? ¿En qué consiste? ¿Modelo cubano? ¿Modelo sueco de economía capitalista?

Supongamos que los progres defienden ‘la igualdad’. Habrá que aclarar lo que significa dado que hay diversos sentidos del término igualdad. Suponiendo que el principio de igualdad fuese inamovible, no lo sería alguno de los posibles sentidos que nosotros eligiéramos. Por ejemplo, igualdad de oportunidad, igualdad según los méritos o igualdad según las necesidades. Para el doctrinario intolerante, su elección es la auténtica y verdadera. Se creen moralmente superiores y ello les da derecho (creen, en su locura) que pueden insultar al discrepante. Aunque, para ellos, no es un discrepante sino un ignorante o un malvado.

Dado que los hechos no desmienten sus vaporosas ideas, siempre tienen razón. Nos recuerda el economista G. Tortella que el imperialismo es difícil de explicar económicamente, pese a lo que afirmaban tanto sus defensores como sus detractores, ya que reportó más costes que beneficios a las potencias imperialistas, como ha quedado ampliamente demostrado en numerosos estudios empíricos. Sin embargo, entre los socialistas y otros grupos de izquierda, la teoría de que el imperialismo era, como escribió Lenin, la ‘fase suprema del capitalismo’ no sólo gozó de gran prestigio, sino que entró a formar parte del credo marxista.

Pero los hechos no afectan a un buen ‘progre’. El que se atreva a dudar del imperialismo yanki, (y su representante, el malvado y estúpido Bush) será tildado de ‘facha’. Para el rojerío militante todo lo que difiera o critique su pensamiento, es fascista. Su pretendida superioridad moral les permite la incoherencia sin sonrojo. Durante mucho tiempo la progresía ha defendido que subir los impuestos era ‘de izquierdas’. Recientemente, el Presidente del Gobierno, Sr. Rodríguez, dijo que bajar los impuestos era de izquierdas. ¿Se consideró obligado a dar algún tipo de explicación? Ninguna.

Durante la campaña electoral de 1987, el conocido periódico inglés el Guardian comparó a Margaret Tatcher a un ‘general nazi’. Para el rojerío español (con perdón), el Papa actual es un ‘inquisidor’. Para un sector de la progresía, Fernando Savater y Gustavo Bueno son ‘fachas’. ¡Se han atrevido a defender la unidad- no la uniformidad- de España! ¡Qué espanto! La izquierda reaccionaria no necesita argumentar. Basta que se califique a alguien de ‘derechas’ para que todo el oprobio caiga sobre esta persona. Pero el de ‘izquierdas’ no necesita justificar nada. Es moralmente superior. Por definición, por derecho natural. Estas idioteces se mantienen y se transmiten de generación en generación. ¿Por qué? Porque negar estas bobadas implica ser marginado del rebaño de ‘los buenos’. Ya no se es ‘progresista’. Se le podrá decir, ¿es que te has vuelto de derechas? Lo que significa ¿es que te has vuelto hijo de puta?

Algunas personas se sorprenden de que otras crean, por ejemplo, en algunos dogmas de la Iglesia Católica. En cambio, no se sorprenden de las tonterías sectarias que acabo de mencionar. Veamos un último ejemplo. Cuando ya fue imposible negar los crímenes cometidos por el comunismo en el denostado Libro Negro (con insultos a sus autores, por supuesto), el comunista francés Robert Hue dijo, en un programa de televisión, que reconocían la existencia de los horrores relatados en el Libro Negro, pero estos horrores no tenían nada que ver con el comunismo. Son su perversión. No derivan de él, lo traicionan.

Pero si la izquierda reaccionaria habla de la Inquisición dice todo lo contrario. No acepta que los católicos digan (si es que lo dicen) que la Inquisición traiciona al catolicismo. Al contrario, la Inquisición es la muestra de lo que verdaderamente es el catolicismo. Estas dos varas de medir son una constante en la izquierda reaccionaria. ¿A qué se debe? Principalmente a la estúpida creencia en una superioridad moral, vinculada a la igualmente estúpida creencia de estar situados en el lado bueno de la historia. ¡Y luego se niegan a decir a los niños que los Reyes Magos vienen de Oriente!

Sebastián Urbina




CUANDO LOS HECHOS NO DESMIENTEN NADA.

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