domingo, 29 de junio de 2008


28/6/2008.




Líderes y liderazgo

No parece conveniente hablar de liderazgo sin hablar de líderes. Por tanto, el primer paso consistirá en decir algo acerca de los tipos de líderes que encabezan grupos, organizaciones o movimientos.

Los tipos de líderes deben entenderse en el sentido de Max Weber, como tipos ideales. Es decir, tipos que no podemos encontrar en la realidad. Son, por tanto, aproximaciones que encontramos, en mayor o menor medida. Pero estas aproximaciones caracteriológicas marcan tendencias o funciones que nos permiten entender mejor el fenómeno del liderazgo.

Digamos que hay un tipo de líder Autocrático. Dado que no interesa, o interesa menos, un análisis psicológico nos centraremos en el contexto socio-político que facilita la aparición de líderes, con unas u otras características. Claramente, los tipos de líderes se entrecruzan, en el sentido de que alguno o algunos rasgos, que típicamente pertenecen a una clase de líder, pueden encontrarse en otro u otros. Aunque sea de forma menos llamativa y matizada.

Así pues, el líder Autocrático tiende a centralizar y asumir todas las decisiones. Al menos, las que considera más importantes. Esto es así porque se considera con dotes superiores a sus colaboradores. Éstos tienen que obedecer. Es su principal tarea.

Por el contrario, el líder Participativo hace que sus colaboradores participen en la toma de decisiones. La relación no es, exclusivamente, vertical. El tercer tipo, el líder Liberal, aportaría un cambio cualitativo en relación con los dos anteriores. Se trata de la delegación de su autoridad en los colaboradores. Como consecuencia, éstos tienen que asumir mayores cotas de responsabilidad y cualificación.

Cuando hablamos de liderazgo es importante retener que no hablamos de unos individuos aislados, los líderes, sino que hablamos de relaciones entre individuos. Por una parte, el líder y, por otra parte, las personas (colaboradores directos o no) que participan en la empresa, grupo político u otro tipo de organización.

Al menos en nuestro contexto, democrático y occidental, la interacción entre el líder y el resto de personas que configuran e integran una organización, no puede ser exclusivamente vertical. A pesar de la tendencia antidemocrática, no sólo de las empresas sino también de los partidos políticos, en su estructura y funcionamiento internos.

Podemos decir que, con independencia del tipo de líder, todos participan, en mayor o menor medida, de ciertos rasgos. Por ejemplo, su capacidad para guiar o conducir al grupo. Conducirlo hacia algo. Este algo es el objetivo u objetivos a conseguir. Si hay varios deberán establecerse las prioridades, además de los medios, tiempos e instrumentos para alcanzarlos.

Pero, de forma parecida a lo que sucede con el Derecho, el líder debe tener legitimidad y, además, capacidad de coerción. Cuando alguien, un líder o un gobierno, tiene legitimidad, puede mandar y exigir (o esperar razonablemente) obediencia de los miembros del grupo o de los ciudadanos. Por supuesto, la obediencia tiene sus límites y no puede ser ciega. Esto lo dejamos para los fascismos, comunismos y similares.

En las sociedades secularizadas actuales, la legitimidad no puede proceder de ninguna autoridad trascendente sino del consentimiento de los gobernados. Las fórmulas pueden diferir. Por ejemplo, es de actualidad la crisis de liderazgo del Partido Popular. El político que resulte vencedor (con apoyo mayoritario) en el próximo Congreso que se celebrará en Valencia, tendrá legitimidad para dirigir el partido.

Pero las fórmulas utilizadas, aunque estén reglamentariamente establecidas, pueden ser puestas en cuestión, especialmente en situaciones críticas. Con otras palabras, los problemas de la democracia se resuelven con más democracia. Por supuesto, todo tiene riesgos. Pero son preferibles estos riesgos a los contrarios. Es decir, a la falta de luz y taquígrafos, situación a la que tienden los aparatos de los partidos.

Por último, el líder ha de tener capacidad de coerción. ¿Por qué? Porque no vivimos en una sociedad de ángeles. En resumen, los que no se adapten a los objetivos establecidos deberán saber que sufrirán algún tipo de inconveniente, reglamentariamente establecido. No siempre será posible integrar, aunque sea lo deseable.

Esta relativa incertidumbre forma parte del camino que personas y grupos han de recorrer. Tenemos ante nosotros diversos cursos de acción y hay que elegir. En las encrucijadas se muestra, especialmente, la valía y la personalidad de un líder.



Sebastián Urbina.

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