jueves, 17 de julio de 2008

¿QUÉ CRISIS?


17/7/2008.



¿QUÉ CRISIS?


Christian Rubio (PD).- Pedro Schawrtz siempre ha hablado con franqueza, espontaneidad y sin tapujos. Con estas premisas ha dicho que “no le interesa para nada lo que haga el Gobierno”, ya que no confía en su diligencia para afrontar la crisis económica. Cree necesaria una reforma “muy profunda” a un problema que nos ha convertido en un país “especialmente sensible”, no sin antes criticar a Solbes por su “ignorancia” e impericia.

Solbes por fin se ha enterado de la crisis y afirma que probablemente se trate de la más compleja de la historia…

Eso es una tontería. ¿No se acuerda él de la crisis del 74 al 82? Eso indica que es un ignorante de la historia. Aquella crisis sí que fue complicada porque la inflación llegó a ser del 30% y el paro pasó del 25%.

Y pensar que Solbes le ganó el debate a Pizarro…

Le ganó el debate porque Pizarro hizo cosas que no tenía que hacer, pero eso ya da igual. Ese debate está olvidado. Solbes es un hombre que no ha estado nunca en la empresa, es un burócrata tanto en Europa como en España, y por tanto de economía en realidad sabe poco y de historia nada.

Ya no sólo es en la macroeconomía, la economía de los españoles de a pie empieza ya a resentirse, ¿no?

Suelen estar ligadas. La “macro” es la suma de las “micros”, y el pensar que se puede estropear el crecimiento de la economía en general sin que eso afecte a las personas que forman parte de esa economía es un error. La división entre ambas es también un error.

¿Esto es una crisis coyuntural o estructural por no haber hecho los deberes el Gobierno español?

La coyuntura se ha vuelto contra nosotros, pero la forma en que funciona nuestra economía nos ha hecho especialmente sensibles a lo que está ocurriendo en el extranjero. A esto también se añade el hecho de que nuestro crecimiento está basado en producciones de poco valor añadido, así que lo sufrimos más que otros países.

Parece que la crisis del ladrillo ahora también llega al sector automovilístico…

Y va a llegar más lejos, porque está tocando al sistema financiero. Si los bancos y cajas restringen el crédito afectará a muchas compañías.

¿El batacazo de Martinsa-Fadesa ha provocado una crisis entre Solbes y Sebastián?

No me interesa, porque ninguno de los dos saben ni van a hacer nada que tenga ningún interés. Si se pelean que se peleen, llevan muchos años haciéndolo, y a los españoles no les interesa para nada lo que hagan.

¿Entonces no se puede tener confianza en las medidas que aplicará el Gobierno para afrontar el problema?

Claro que no. Primero no sé qué medidas van a pensar, el enfrentarse con una situación así implica un conocimiento y pensamiento un poco más profundo, y este es el momento en el que hay que llevar a cabo una reforma muy intensa.

¿Qué solución deberían tomar Zapatero y Solbes para no vernos en esta situación?

Primero marcharse. Pero no lo van a hacer y además Zapatero está como en otro mundo y encantado consigo mismo, como drogado. Como si hubiese tomado cocaína, no digo que la tome, pero tiene el mismo aspecto que una persona que acaba de tomarla. No interesa nada lo que haga el Gobierno porque no va a hacer lo que tiene que hacer. Cuando hay una situación así hay que cambiar las cosas a fondo, liberar el mercado de trabajo, el precio de la energía y una reforma del sistema educativo, que han estropeado aún más. Luego habría que reducir el gasto público y los impuestos.

Así que las 21 medidas propuestas por Zapatero son puro maquillaje…

No las he leído porque es que no me interesan. No vienen al caso ni él sabe lo que hace, por lo que no importan. No estoy siendo demasiado duro, es que es así como va a ser. Primero han demostrado no enterarse de lo que estaba pasando e incluso mentir, y después están como una gallina a la que le han cortado la cabeza, corriendo por el corral.

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‘Otro golpe a la confianza’. E. González.

¿Y ahora qué? El Tribunal Europeo de Justicia acaba de declarar ilegal el decreto anti- E.On, como era lógico, porque vulnera la libertad de circulación de capitales, uno de los pilares básicos de la Unión Europea, justo en unos momentos en los que España necesita, ante todo, restaurar la confianza de los mercados financieros en nuestro país. La sentencia, desde luego, no ayuda precisamente a alcanzar este objetivo pero, por desgracia, es lo que el Gobierno de Zapatero se ha buscado.

El decreto anti-E.On fue aprobado por el Ejecutivo para impedir que la eléctrica alemana se hiciera con Endesa cuando aún estaba viva la OPA de Gas Natural, la que contaba con el respaldo de Moncloa en parte para desplazar a Manuel Pizarro de la presidencia de la eléctrica española, en parte como cumplimiento de uno de los puntos del Pacto del Tinell –suscrito por los socialistas catalanes, ERC e Iniciativa per Catalunya para gobernar en la Generalitat– que decía que Cataluña tenía que tener una empresa eléctrica.

Con dicho instrumento legal, el Gobierno ampliaba los poderes de la Comisión Nacional de la Energía para impedir que los alemanes fueran los próximos propietarios de Endesa y la CNE actuó en consecuencia. El problema es que el Tratado de Roma reconoce cuatro libertades económicas básicas, entre ellas la de movimiento de capitales, y lo que hizo el Ejecutivo y ahora reconoce Luxemburgo fue violentar dicha libertad, más aún teniendo en cuenta que no se hizo por razones estratégicas, o sea, para preservar la españolidad de la compañía, sino porque E.On tenía el apoyo tanto de la canciller alemana Angela Merkel, que no es muy del agrado de Zapatero, como del Partido Popular. Fue todo, desde el principio, una operación política, y no otra cosa, pero con resultados muy distintos a los que Zapatero esperaba.

Hoy Endesa no es, ni mucho menos, propiedad de Gas Natural, sino de un tándem altamente inestable, el de Acciona y la empresa pública italiana Enel, que anda a tortas entre sus miembros. Enel es la accionista mayoritario de referencia, con lo cual no hay españolidad de la compañía ni nada que se le parezca, por mucho que su presidente sea el de Acciona, es decir, José Manuel Entrecanales. Ambos socios están a la greña desde hace tiempo, con los italianos queriendo librarse como sea de los españoles adelantando la ejecución del pacto suscrito entre ambos por el cual Acciona se quedaría con el negocio de renovables y parte de las centrales hidráulicas y Enel con todo lo demás.

Dicho sencilla y claramente, el divorcio entre los antaño aliados contra E.On va a terminar, como se temía y era previsible, con el desmembramiento de una compañía que costo años y mucho dinero público levantar y que lo que hoy necesita para poder competir en el mundo global y aprovechar las oportunidades que se abren a las eléctricas en todo el mundo es justo lo contrario. Con los alemanes, sin duda, nada de esto hubiera pasado y Endesa tendría ante sí un futuro muy distinto y más prometedor.

Esta no es, sin embargo, la única factura que hay que anotar en el haber de Zapatero. También está la relativa a la pérdida de confianza de los mercados internacionales. Con la que está cayendo, los inversores no se fían de nuestro país. De hecho, recientemente, el Tesoro no pudo colocar la última emisión de deuda pública española, pese a considerarse un activo muy seguro, precisamente por la desconfianza que suscita la economía española tanto en términos macroeconómicos como a raíz de la suspensión de pagos de Martinsa-Fadesa.

A estos elementos negativos ahora hay que unir la sentencia del Tribunal de Luxemburgo que, con toda seguridad, no va a pasar desapercibida para muchos. Los países de más éxito económico son los que más protegen los derechos de propiedad. Estados Unidos es el paradigma más claro de ello y se beneficia de un aluvión constante de inversión extranjera no solo por la protección efectiva de esos derechos sino, incluso, porque pone todavía más énfasis en dicha protección cuando se trata de derechos de compañías extranjeras.

Aquí, en cambio, esa protección deja mucho que desear, como recoge en los últimos años el Infome sobre la libertad económica en el mundo. El Gobierno violentó los derechos de los accionistas de Endesa cuando pretendió que Gas Natural se quedara con ella a un precio ridículo y pagando el 65% del mismo en acciones y después hizo lo mismo con los de E.On, cuya oferta era sensiblemente muy superior, por las razones antes expuestas, incapacitándole para responder de forma adecuada a los movimientos de Enel y Acciona.

Con ello perdieron los accionistas, que, a pesar de que obtuvieron un buen precio gracias a las gestiones de Manuel Pizarro, podrían haber logrado uno todavía mejor de haberse permitido a los alemanes responder adecuadamente cuando, de entrada, podían subir la apuesta a 45 euros por acción, o más de haber sido necesario, frente a los 41 pagados por Enel y Acciona. E.ON, por supuesto, también perdió, aunque solo en parte porque al final ha conseguido activos de Endesa. Pero quien ha perdido, sobre todo, es la economía española, que sufre una nueva merma en la confianza de los inversores internacionales en unos momentos en los que ésta es del todo punto necesaria con el fin de obtener financiación.

Decía recientemente el muy influyente The Wall Street Journal que España era campeona de Europa de fútbol, y de todo lo demás. En ese todo lo demás hay que incluir también en desconfianza y en desprotección de los derechos.

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¿Aprenderán los ciudadanos lo que puede dar de sí un gobierno socialista? No se trata sólo de la incapacidad para afrontar los problemas económicos, como ya mostraron el tandem F. González/Solbes. Es mucho más. Dicho en palabras de los historiadores Fusi/Palafox:


'La corrupción degradó la esencia misma de la vida política. Apareció, además, a los ojos de buena parte de la opinión como la consecuencia inevitable de una manera de gobernar. Pues, en efecto, al amparo de las mayorías absolutas logradas en las elecciones, el poder socialista había derivado hacia una combinación de presidencialismo cesarista, prepotencia política, devaluación del Parlamento y ocupación de las instituciones'.


Recordemos, una vez más, a Galbraith:

'No votamos a buenos o malos sino a malos o peores'.


Sebastián Urbina.

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Del economista Roberto Centeno.

El disparate económico lo constituyen dos hechos acaecidos la pasada semana en los mercados financieros, que pueden producir un estrangulamiento de nuestra economía, con mucha mayor rapidez aún de lo que lo está haciendo la economía real. Hechos, que increíblemente han pasado casi desapercibidos, pero cuyo potencial destructivo puede ser realmente letal , y me refiero al fracaso en el intento de colocación de deuda pública del Reino de España a 15 años, 20 puntos básicos por encima de la deuda alemana, y a la brutal caída de las cotizaciones en bolsa de bancos y constructoras.

Lo primero supone, en el mejor de los casos, que la percepción de nuestra situación de solvencia en los mercados financieros, es muy inferior a la que se suponía, por lo que para que España pueda colocar deuda pública en los mercados, tendrá que ofrecer unos tipos de interés mucho más altos, casi como si fuéramos un país tercermundista, y en segundo lugar, y esto es lo más grave, que nuestras empresas y entidades financieras, deben al exterior 1,6 billones de euros, la deuda más alta del mundo industrializado, deuda que tendrán que pagarse o refinanciarse al ritmo de casi 200.000 millones de euros año, y si el propio Reino de España tiene que elevar los tipos de interés para financiarse, ¡calculen Uds. lo que les puede pasar a multitud de empresas y entidades con mucha menos solvencia que el Estado! Y el problema aquí ni siquiera es el coste, que también, el problema es que algunas ni podrán pagar ni podrán refinanciarse porque nadie querrá prestarles a ningún precio.

Y a esto hay que añadir 100.000 millones de euros año, nuestro déficit exterior, para el que será imprescindible encontrar financiación, sólo para poder pagar el petróleo, el gas, y todo lo demás que necesitamos, es decir, para mantener en marcha nuestra economía, con lo que el problema se resume así: habiendo perdido la casi totalidad de las reservas de oro y divisas del Banco de España, el país se encuentra al borde mismo de la suspensión de pagos, y esto es infinitamente más grave que la caída en picado de la economía real que estamos presenciando todos los días, porque nos coloca en una situación límite.

Y lo siguiente ha sido el hundimiento en Bolsa de algunas de las empresas más endeudadas. No hace falta ser premio Nobel de Economía para darse cuenta que si una empresa tiene una deuda de, por ejemplo, 20.000 millones de euros, sus ingresos se han reducido fuertemente y su valor en Bolsa es la mitad de lo que debe, esta empresa se encuentran a las doce menos cinco de la suspensión de pagos. Y dos o tres grandes suspensiones arrastrarían también al sector financiero, por ello una cosa es clara: nuestra estabilidad empresarial y financiera no está en condiciones de encajar muchas más bajadas en las cotizaciones, y ello por no mencionar el efecto devastador sobre los ahorros de las familias de la caída de la bolsa y de la inflación.

Y en una situación como ésta, que va a suponer la mayor crisis económica en 50 años y donde lo único relevante, lo verdaderamente urgente, son las medidas a adoptar, tenemos a un gobierno de inútiles, mentirosos y sectarios, que ni sabe que hacer, ni tiene la menor idea de a que nos enfrentamos.

Y así, las propuestas del 37 Congreso Federal, son sencillamente delirantes, aunque Zapatero siempre capaz de sorprendernos y de superarse a sí mismo ha anunciado que además de la ley de laicismo, para perseguir a la iglesia y a la fe católicas, de la ampliación de la ley del aborto, y de la eutanasia, va a encabezar una cruzada contra el hambre en el mundo. Es decir, no solamente estamos a la deriva, además estamos completamente locos. Pero de nuevo digo lo de siempre, esto es lo que han elegido 11 millones de ciudadanos, así que deben estar encantados con la situación, porque esto es lo que han votado.





Luis Fernández Arroyo.

Como ya expliqué en artículos anteriores, el ajuste que se nos viene encima va a ser duro por dos razones: no podemos rebajar los tipos de interés y tampoco podemos ajustar el tipo de cambio. Además, el tipo de cambio del euro se está apreciando frente al dólar, lo que nos reduce mercados en Europa a favor de todas las divisas que han seguido a la moneda norteamericana. Carecemos de esas válvulas que actúan de lubricantes en los ajustes.

Pero lo peor no es eso. Lo peor es que España es un país de cultura económica precaria, en la que prima intentar que el "otro" no sepa la verdad. La opacidad es la norma. De la misma manera que ser rico es algo que se oculta, pues la envidia corre libre por las calles aunque de forma simultánea se haga ostentación de bienes de lujo (coches, yates, etc.,) no se quiere decir por cuánto se compra y se vende un piso. El Gobierno, erróneamente, es cómplice de esta actitud al decir que los pisos sólo han caído un 0,3% en el último trimestre.

Un ajuste con los excesos del pasado sólo se acaba cuando los precios relativos de toda la economía se han reequilibrado a su nivel natural. Los precios de los inmuebles deben volver a la ratio histórica con el PIB; los salarios deben ajustarse a unos costes unitarios en línea con nuestros competidores del exterior; el nivel de precios internos, finalmente, debe también alinearse con los precios mundiales. Esto no es fácil si la cultura impone por encima de todo la mentira de que aquí no pasa nada.

Cuanto más lento y mezquino sea ese ajuste de precios y salarios, más doloroso y prolongado será el ajuste –inevitable–, pues recaerá sobre el volumen de actividad. Es fácil comprenderlo: cuanto más reticentes seamos a alinearnos con los precios de fuera, más iremos a comprar a los mercados exteriores. Sin embargo, se trata de lo contrario: que más agentes exteriores vengan a comprar nuestros productos de consumo e inversión y que más empresas vengan a producir aquí. Por lo tanto, la lentitud de ajuste de precios contraerá la demanda de bienes internos y acentuará la deslocalización de la producción hacia países como China. Por ello, el paro aumentará, lo que hará caer el consumo. La simulación de que los pisos no bajan retrasará el vaciamiento de los stocks invendidos en el mercado de pisos.

Esto es lo que hay. No hay vías de escape, salvo pedir cobertura financiera al exterior para suavizar las peores consecuencias, pero que puede ser –y será– mal administrada. Los signos de este Gobierno no son tranquilizadores: Miguel Sebastián dice que es el momento de comprar suelo a las inmobiliarias... ¿A qué precio, al de mercado? Pues entonces que lo vendan en el mercado. ¿A un precio superior? Eso sería un escándalo si no estuviéramos en España. Y, ¿para qué quiere el estado suelo urbano? ¿Por qué no lavadores y coches de los que se queden en paro? No se olvide: es la primera vez que tenemos un déficit exterior del 10% del PIB; y es la primera vez que no podemos devaluar. Y es la primera vez que tenemos un Gobierno tan incompetente, Sebastián incluido.

Estas y otras propuestas dan miedo. La oposición está en un limbo que se ha creado ella misma y no sabe qué replicar a estas locuras No hay liderazgo; estamos en manos de sinvergüenzas corruptos, o de politiquillos con espíritu funcionarial. En definitiva, el ajuste a la española va a ser bravío, con mucho encono, mucha fricción, mucha salida a la calle a manifestar lágrimas, impotencia, o lo que es peor, el chantaje de los que tienen poder para hacerlo. Es decir, muy largo, con precios siempre retrasados respecto al ajuste, mucho paro y malestar.

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