miércoles, 20 de agosto de 2008

PUTAS HONRADAS.


20/8/2008.

PUTAS HONRADAS.

No solamente entiendo sino que es exigible que los hijos no paguen las consecuencias de los actos de sus padres. Mejor dicho de su progenitor A y de su progenitor B. Los padres, con perdón, deben atender el bienestar presente y futuro de sus hijos. Hasta que sea el momento de emanciparse y volar por su cuenta. Pero la patria potestad se tiene para beneficio de los hijos y no para solaz propio, o para joder al progenitor A o B.

En cambio, lo que no entiendo es que una señora de buen ver (ya hablaré luego de las que no se ven tan bien), por el hecho de haber convivido equis años con su marido (o como se llame) tenga que cobrar una porrada de millones. De euros o de dólares. He aquí algunos ejemplos. El jugador de baloncesto M. Jordan tuvo que pagar a su santa esposa, 168 millones de dólares de nada. ¿Fue obligada a convivir con Jordan? Nada de eso. Se casó por todo lo alto y con una sonrisa de oreja a oreja. El afortunadísimo Neil Diamond, debió entregar 150 millones de dólares a su bella esposa de 25 años, Marcia Murphey. Una chica de buen ver, en condiciones de casarse con otro imbécil y pisparle una buena millonada de dólares. Con el visto bueno de los jueces. Eso sí. Y un largo etcétera de gente que piensa con la entrepierna. Aunque tenga éxito en otras cosas.

Y ahora diré algo de las señoras de no tan buen ver. Apoyo a una buena esposa y madre de sus hijos que, después de dirigir la nave durante más de media vida, su marido sufre un calentón y la deja. Supongamos que ella lo ha dejado todo (profesionalmente hablando) y se ha dedicado a la familia. Esto no se ve bien, ni es políticamente correcto, pero es importantísimo para la buena salud de los hijos y de la sociedad en general.

Pues bien, en estos casos sí soy un firme partidario de que el exitoso marido pague el calentón a buen precio. No es justo que esta buena señora, a una edad en la que ya no tiene opciones confiscatorias, como la jovencita Marcia Murphey, tenga que verse desalojada de su casa de toda la vida y sin un duro. Y ver como la pendona de turno ocupa la casa (o la mansión, pues en eso estamos) que ella ha dirigido tantos años, con mano firme y amorosa. Ha de tener un buen retiro, proporcionado a los millones del marido buscón de alocados revolcones y gemidos orgásmicos. Falsos como un duro sevillano.

La mejor opción, con diferencia, es encontrar una mujer buena y sensata que te quiera, capaz de llevar adelante una familia. Llevar adelante no significa que lo haga sola, sino que ha de ser el capitán de la nave. En estos casos lo es por méritos propios. El marido ha de actuar de segundo de a bordo. Ese es el primer premio de la lotería. A estas mujeres hay que dedicar todo el cariño y esfuerzo.

Si no se tiene esa suerte y te toca en suerte (ya me entienden) una de las pendonas de turno, es mejor relacionarse con mujeres honradas. Por ejemplo, las putas profesionales. Es decir, a menos que se tengan serias razones para creer que uno ha tenido suerte, de la buena, ¿para qué casarse? Y ya el colmo es persistir en el error, con nuevos matrimonios bragueta. ¡Qué cabezonería! Ni las mulas, oiga.

Decía F. Nietzsche, ‘La valía de un hombre se mide por la cuantía de soledad que le es posible soportar’. No diré tanto, pero algo hay. Y lo mismo es aplicable a las mujeres aunque ellas, en general, tienen más capacidad que los hombres para ser autónomas. En general. O sea, ¿vale más estar solos, o mal acompañados?

Sebastián Urbina.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Lamentablemente, hoy no se puede decir lo que usted dice, aunque tiene toda la razón. Ya ve, ni un comentario, desprecio absoluto.

Yo me he caido por aquí y quiero abundar en su opinión. Es una pena que las mujeres no hayamos ( soy mujer y cincuentona)sabido liberarnos de verdad.

En un tiempo se despreciaba nuestro trabajo, "sus labores" era sinónimo de que "solo" valíamos para fregar nuestra casa, o con suerte, ver cómo la fregaba la chica. Y en vez de espabilar y demostrar que somos verdaderas todoterreno, tan capaces de hacer un buen guiso como de dirigir una empresa, nos hemos dedicado a ser "como los hombres". ¡Menudo disparate!

No hemos sabido hacer entender a la sociedad algo tan simple como que ser diferentes no es ser inferiores. Y nosotras somos las primeras en estar intentando demostrar (inútilmente) que somos iguales, cuando es obvio que no lo somos.

Por ser modernas, luchamos contra nuestros instintos, no tenemos hijos, y si los tenemos (uno solo, dos ya es un exceso)los dejamos en manos de cualquiera para que nos los eduquen como puedan; exigimos al estado que nos proporcione aparcamientos para hijos mientras vamos como locas a trabajar donde sea para ganar un dinero que muchas veces no nos hace falta, o que luego nos gastamos en campamentos y guarderías.

Y por supuesto, en esta competencia absurda, nos sentimos obligadas a ser guapas, delgadas y modernas. Y todo para pillar al bobo de turno al que podamos desplumar en caso de divorcio, o encarcelar con falsos argumentos de malos tratos ( que siempre son atendidos)si se resiste a nuestras imposiciones.

Creemos que nos hemos liberado, pero nos sentimos obligadas a ir al quirófano para quitar arrugas, michelines, narices, pómulos, glúteos... todo lo que nos impida el éxito en esa caza imprescindible.

Y todo este absurdo, esta tiranía de la estética, esta competencia con el hombre para ser como él, ¿por qué? pues porque en vez de dignificar nuestros valores (maternidad, organización doméstica, y tantos otros)nos hemos limitado a querer ser hombres con tetas, a asumir todos los errores y defectos del sexo masculino, y a querer hacer nuestros los sentimientos que no lo son, porque son masculinos.

Y así nos va. A nosotras y a la sociedad. Nos hemos metido en una vorágine de la que malamente podremos salir, cuando en realidad, lo único que necesitábamos era conseguir que no se nos vetara ninguna parcela laboral (cuestión conseguida hace ya muchos años) y que cada una pudiera desarrolarse en la vida como prefiriera y le permitieran sus circunstancias. Sin desprecio a "sus labores" en caso de elegir esta opción para aquellas que tuvieran la suerte de encontrar un buen hombre que quisiera compartir los gozos y las lágrimas que da una familia.

Sebastián Urbina dijo...

Es un honor tener entre los comentaristas a esta mujer inteligente y honesta. La felicito.

En cambio, he tenido que borrar los 'comentarios' de un pobre hombre. Escondido en el anonimato, lo utiliza para mostrar su pequeñez moral y su grosería. ¡Qué lástima!