viernes, 15 de agosto de 2008

RECTIFICAR Y NO TENER QUE HACERLO.


Viernes, 15-08-08
La Generalitat de Cataluña no negociará bilateralmente con el Gobierno su nuevo modelo de financiación sino que tendrá que ponerse de acuerdo también con el resto de comunidades autónomas. Así lo confirmó ayer el jefe del Ejecutivo, José Luis Rodríguez Zapatero, en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros. Zapatero aseguró que el acuerdo en financiación depende también de «otros 17» -refiriéndose al resto de comunidades autónomas- ya que esta negociación tiene «una parte bilateral y otra multilateral».
A pesar de todo, Zapatero se jactó de que el Gobierno cumple «escrupulosamente» el Estatuto de Cataluña, también en materia de financiación.
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Rectificar es de sabios. Mucho mejor es no tener que rectificar las peligrosas bobadas que hizo antes y que le han obligado a esta rectificación. Ya sonaban tambores de guerra en diversas comunidades gobernadas por socialistas, como Andalucía, Extremadura y Galicia. Y el peligro de unas encuestas que muestran la caída, en intención de voto, del gobierno. El actual pesoe tiene un serio peligro. El de convertirse en una gallinero confederal. Esto es así por las transferencias a las comunidades así como parte de los impuestos. Pero esto no sería suficiente para estar en esta delicada situación. La guinda es que entre nacionalistas y rojerío (con la pacata actitud del pepé) han devaluado a España y lo que significa. Han despreciado a sus signos, la bandera y el himno, así como a la lengua española.

¿Qué queda? Una serie de barones regionales (algo parecido a los del pepé) cuyo principal objetivo es mantenerse en el poder al precio que sea.
Lo repito una vez más. No hay ningún problema en descentralizar y transferir competencias. Incluso podríamos sobrellevar un Estado español anoréxico, más que adelgazado. El problema es la deslealtad constitucional y la falta de un proyecto común (España) que esté asumido por las fuerzas políticas. Al menos las más importantes. De ahí que, en las actuales circunstancias, UPD sea el mal menor. Nadie como ellos defiende, entre otras cosas importantes, la unidad (no la uniformidad) de España y el rescate de competencias.

¿Quién mas? Los del pesoe no creen en España, o no se nota. No es progre. Hay que ser universal y flotar mayestáticamente. Ya saben, la nación es unconcepto discutido y discutible. Excepto para los nacionalistas. Hay que dejarles el campo libre y batirse en retirada. Los del pepé porque son unos acomplejados, incapaces de mirar cara a cara al adversario político y debatir ideas con la cara bien alta. Penoso. Por supuesto, no todos son así. Pero la minoría no manda en los partidos.


Como UPD consiga, pongamos, unos 900.000 votos en las próximas elecciones, no sólo habrá flojera intestinal por doquier sino que podría ser llave para la gobernabilidad de España. Sería magnífico. Pero no me fío. Intuyo que los dos grandes partidos (antes nacionales) prefieren pactar con el diablo (los nacionalistas) antes que con un partido que no se vende. Que todavía cree en los principios constitucionales y en España. Es el último refugio. A la espera de la reacción de la gente honesta del pesoe y del pepé.



Sebastián Urbina.
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(ABC).EN su singular y calculada comparecencia de ayer en La Moncloa al término de la reunión del Consejo de Ministros extraordinario, el presidente del Gobierno no sólo fracasó en su propósito de transmitir confianza a los ciudadanos ante la crisis económica, sino que alimentó la controversia sobre el futuro modelo de financiación autonómica emitiendo señales que, con seguridad, levantarán ampollas en el tripartito catalán e irritarán al PSC. En primer lugar, la aparente contundencia de la avalancha de cifras que volvió a manejar Rodríguez Zapatero para tratar de contrarrestar las acusaciones de pasividad ante la crisis no se corresponde con un remedio realista para el preocupante diagnóstico de nuestra economía. Repetir constantemente una retahíla de medidas -casi todas ellas archiconocidas- y presentarlas como logros en gasto social, vivienda, industria o ayudas a las empresas es a estas alturas un pobre recurso que acredita la falta de argumentos del Gobierno contra la creciente incertidumbre de millones de españoles. Desde esta perspectiva, es lo suficientemente elocuente el pésimo dato conocido ayer: la economía española creció en el segundo trimestre del año un 0,1 por ciento, dos décimas por debajo del incremento del trimestre anterior y ocho décimas inferior al PIB de hace un año. Un dato que, unido al 5,3 por ciento de tasa de inflación, nos acerca a un otoño verdaderamente duro.
Hoy casi es un logro que, en la frontera de la recesión, Zapatero hable por fin de «estancamiento» o «frenazo». Sin embargo, el problema de credibilidad que aqueja al presidente del Gobierno ni siquiera le permite transmitir con un mínimo de convicción que Moncloa «trabaja desde el primer día» contra la crisis. Y aun en el hipotético caso de que así haya sido -hasta ahora sólo ha habido campañas propagandísticas de diseño-, el Gobierno vuelve a errar porque la percepción ciudadana es exactamente la contraria: se llega tarde y sin los recursos idóneos. Es uno de los inconvenientes de haberse resistido durante tantos meses a reconocer públicamente la envergadura del deterioro económico y de haber ocultado la auténtica diagnosis a los españoles con una irresponsable política, la de limitarse a sanar con tiritas a un infartado. El mensaje que ayer transmitió Zapatero suena a hueco, y es reiterativo y oportunista. Ampararse, como volvió a hacer de modo recurrente, en la preocupante tasa de crecimiento en la eurozona afirmando genéricamente que España está mejor preparada que otros países para soportar los aldabonazos de la crisis es, además de un argumento fácil de rebatir, tanto como recurrir con simplismo a aquello del «mal de muchos...». Además, resulta difícilmente compatible aseverar que el Gobierno no hipotecará el futuro con el mantenimiento de un gasto social que no sólo ha sido discutido en público por el vicepresidente Solbes, sino que ya se ha llevado por delante buena parte del meritorio superávit de las cuentas públicas. El ciudadano espera de sus gobernantes certidumbres y no las «convicciones» fallidas y las ambigüedades a que le ha acostumbrado Zapatero.
En segundo lugar, y aunque Zapatero desvinculó sus parches-receta para la crisis del enconamiento por la financiación autonómica, aprovechó su comparecencia para desaprobar la rebelión de los socialistas catalanes, que han acusado al Gobierno central de deslealtad en la aplicación del nuevo Estatuto. Su mensaje de que el modelo de financiación será negociado por el Gobierno junto a todas las Comunidades -e hizo hincapié en «todas»- con escrupuloso respeto al principio de solidaridad, es pertinente, aunque de nuevo tardío porque la guerra ya se ha desatado. Sin embargo, el crédito de que goza Zapatero y su fiabilidad política para resolver un problema del que él ha sido su primer y principal causante -desbloqueó y permitió aplicar un Estatuto cuya constitucionalidad aún es un misterio-, son muy dudosas. Simular ahora contundencia para matizar con tecnicismos o rectificar los inadmisibles privilegios financieros que aceptó en su momento para Cataluña genera tanta incredulidad como sus razonamientos para combatir la crisis con seriedad y eficacia.

1 comentario:

Xesc Artigues dijo...

Apuesto por el millón de votos en las europeas, salvo si un gran día de primavera lleva a la gente a la playa. No son elecciones que importen mucho a la gente, pero seguro que muchos mostrarán su descontento con los dos partidos "nacionales". Y UPyD puede ofrecer una nueva visión.