lunes, 29 de septiembre de 2008

¿SERÁ VERDAD?

Gabriel Calzada. Gobernados por inútiles.
La actual crisis muestra muy a las claras que las finanzas internacionales están manejadas por inútiles. Esto es un hecho bien conocido en los EEUU, donde el presidente de la Reserva Federal negaba la posibilidad de una crisis económica en marzo de 2007, cuando la burbuja estaba a punto de estallar. Aún en otoño del año pasado Bernanke se desgañitaba tratando de explicar que la crisis no sería importante. Pero dejemos a los norteamericanos con sus problemas y veamos qué clase de dirigentes económicos y financieros tenemos a este lado del Atlántico.

Empecemos con Almunia, quien en octubre de 2007 restó importancia a los pronósticos negativos de los pocos analistas que llevaban la contraria a los servicios de estudio de los bancos centrales, de la Comisión Europea y de los ministerios de economía. A finales de ese mismo mes, Europa Press difundía unas declaraciones del comisario de Asuntos Económicos y Monetarios de la UE en las que "descartó la posibilidad de que se pueda producir una crisis económica" en 2008. Por si no quedaba clara su posición, Almunia puntualizaba que "no se puede hablar de crisis, ya que se va a seguir creciendo" a buen ritmo. Además, profetizó que la zona euro crecería en 2008 entre el 2% y el 2,2% mientras que España lo haría a una tasa muy superior. Para terminar de meter la pata, el político socialista decidió anticipar la evolución de la inflación. Según el dirigente económico y monetario de la Unión Europea, las subidas de precios irían remitiendo en los primero meses de 2008.

Un mes más tarde el comisario Almunia insistía en la solidez de los fundamentos económicos europeos, aunque ahora lo que negaba era que fuésemos a vivir una recesión en los países de la Unión. Es más, fundamentaba sus optimistas previsiones en que disponía de "información sobre los indicadores de actividad económica que no señalan riesgos de recesión". Ahora supongo que habrá que preguntarse cómo se elabora esa información sobre la que nuestros burócratas tratan de predecir el futuro sin ningún éxito.

También a comienzos de este año el vicepresidente segundo del gobierno y ministro de Economía y Hacienda, Pedro Solbes, afirmaba que cuando la gente habla de crisis o de recesión "se está exagerando mucho". Pero si rebobinamos hasta septiembre de 2007 nos encontramos con un Solbes vaticinando el final de la escalada del Euribor y descartando una crisis hipotecaria en España. No está mal para quien habla como si estuviera por encima del bien y del mal. Claro que comparado con las idioteces que suelta su presidente en materia económica dentro y fuera de España cualquiera parece un sabio.

Pero no creamos que nuestros políticos y funcionarios son los únicos ineptos. En septiembre de 2007, el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Jean-Claude Trichet, descartaba una crisis inmobiliaria en Europa porque el mercado inmobiliario europeo, según él, no es comparable al de Estados Unidos y porque el BCE ha tomado "las decisiones que hacían falta". También la canciller alemana, Angela Merkel, se aproximó mucho al ridículo que han protagonizado Zapatero y Solbes al asegurar a finales de enero de este año que "no hay indicios ni peligro de una recesión en Alemania".

¿Cómo es posible este nivel de ineptitud en personas que llegan a lo más alto de la gestión de las finanzas públicas? Personalmente no creo que todos estos políticos y altos funcionarios sean tontos de remate, aunque sí tengo el convencimiento de que son inútiles para el desempeño de las tareas que la clase política les ha asignado.

El problema es que manejan teorías totalmente inadecuadas para analizar un sistema financiero cuyo diseño institucional es, para colmo, más que deficiente. Si Trichet, Solbes, Merkel o Almunia salvan el pellejo después de sus desastrosas gestiones y sus pésimos pronósticos, bien harían en obviar los que sus aduladores servicios de estudio les cuentan y prestar más atención a lo que dicen los organismos independientes, como el Observatorio de Coyuntura Económica, que con otras teorías sí advirtieron de la gravedad de la situación y ofrecieron soluciones que no implicaban estafar de nuevo al contribuyente. A lo mejor entonces empiezan a entender dónde está el origen del problema, mejoran sus pronósticos y nos obsequian con una auténtica liberalización del sistema financiero internacional. Quién sabe, la esperanza es lo último que se pierde.
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Instituto Juan de Mariana.
Observatorio de Coyuntura Económica.

7. Conclusión

La crisis económica internacional prosiguió con su imparable dinámica de contracción crediticia en el primer trimestre de 2008. Tras varios años en los que los inversores han estado endeudándose a corto plazo e invirtiendo a largo, el sistema se ha apalancado en estructuras productivas desequilibradas y con cuellos de botella.

La causa es clara: el arbitraje de tipos ha permitido rebajar el coste del endeudamiento a largo plazo, lo que ha modificado la estructura de precios relativos de los bienes de capital.

Todo el entramado financiero internacional que depende de una financiación a corto plazo, que se está destruyendo conforme se incrementa la insolvencia, va a sufrir la dureza de la crisis. Su desconocimiento de la teoría austriaca del ciclo económico les hizo sumarse imprudentemente a una orgía crediticia que ahora está mostrando su lado más cruel.

Las agencias fallaron y siguen fallando en sus calificaciones, las monoline aseguraron productos financieros condenados al impago, los bancos extendieron el crédito sin atender a la capacidad de repago de sus deudores. Frente a esta suma de errores, los gobiernos y los bancos centrales parecen haberse decidido a seguir las políticas públicas menos adecuadas: aumentar el gasto público y bajar los tipos de interés.

En general, todo el sistema financiero ha fracasado en esta crisis y lo ha hecho por no comprender un principio tan básico como el de la liquidez de los activos. Durante décadas se ha creído que la sociedad podía incrementar simultáneamente su consumo y su inversión, que los fondos del mercado monetario podían emplearse en los mercados de capitales, que el endeudamiento podía amortizarse con más endeudamiento y que los gobiernos podían gastar sin límites monetizando deuda.

La crisis actual demuestra el error de todos estos principios y clama por una reforma en profundidad de la organización monetaria, bancaria y financiera actual.

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