domingo, 21 de septiembre de 2008

ZAPATERO Y SOLBES


21/9/2008.


ZAPATERO culpó a USA pero los expertos (F. Eguidazu, M. Conthe, J. Iranzo, J. Sevila, L. de Guindos, M. Lagares, J.C. Díez y R. Pampillón)
lo rebaten.

(Mercados, n.45) Zapatero fue contundente tras la caída de Lheman Brothers: 'Nadie puede tener ninguna duda, y ya hay un consenso amplio, de dónde se sitúa el origen de la crisis: en Estados Unidos y en las hipotecas subprime, afirmó tajante en el Congreso de los Diputados.

Sin embargo, los expertos (antes citados) aunque sea parcialmente, reconocen que la crisis partió de los préstamos 'basura', pero apuntan que España tiene una serie de problemas añadidos sobre los que el gobierno socialista no ha actuado lo suficiente durante los últimos cuatro años.

Principalmente el elevado déficit exterior y una dependencia del sector inmobiliario para la que no se ha encontrado sustituto, pese a los insistentes mensajes de la Administración acerca del cambio de modelo de crecimiento.

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Además, aunque no soy economista, me atrevería a señalar la excesiva dependencia energética. La media europea es del 52% y la española de un 82%. Y Zapatero sigue negando una política favorable a la energía nuclear, energía que compramos a Francia a precios muy caros.

Sebastián Urbina.
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Para los que hablan, y no paran, de 'capitalismo salvaje', recomiendo el siguiente artículo. O tal vez habría que volver al 'socialismo salvaje'. ¡Viva Fidel! ¡Ya sabía yo que la izquierda tenía razón!






Crisis de ideas
GABRIEL CALZADA

«Ni el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, ni el Secretario del Tesoro estadounidense, Henry Paulson, saben qué hacer pero están intentando tener alguna idea». Así de claro describía el miércoles el líder de la mayoría demócrata en el Senado, Harry Reid, la crisis de ideas que sufren una inmensa mayoría de políticos y economistas. La observación de Reid, además, cuadra a la perfección con la impresión que tienen los millones de personas que asisten atónitos a un festival de intervenciones asimétricas en el que empresas como Bear Stearns son rescatadas y otras como Lehman Brothers no.

Una justificación posible al aparente doble rasero y desconcierto ante las quiebras de instituciones financieras es que las autoridades tratan de salvar a aquellas empresas con problemas de liquidez pero dejan caer a las que no son solventes. La idea no es descabellada.De hecho, antes de que la banca central se convirtiera en el monopolio que es hoy, eso es lo que hacían los banqueros privados.Sin embargo, tratar de sustituir a los banqueros que se jugaban su propio dinero por funcionarios públicos a la hora de separar la paja del trigo es una temeridad.

Ahora son Morgan Stanley, Goldman Sachs, Washington Mutual, MBIA y un largo etcétera las empresas financieras que tras endeudarse a corto para invertir a largo plazo guardan cola para suspender pagos. Lo interesante es que las primeras intervenciones se hicieron porque de lo contrario, nos decían, ocurriría lo que ha terminado ocurriendo. ¿Qué se ha conseguido entonces aparte de rebajar con porquería los activos más líquidos de la Reserva Federal y hacer pagar al ciudadano de a pie lo que tendrían que pagar a otros?

Más interesante aún es que nos deshicimos del «rígido y arcaico» patrón oro cuyo verdadero pecado era que ataba las manos de políticos y banqueros dispuestos a invertir y gastarse recursos que no tenían porque, supuestamente, no pudo evitar quiebras bancarias en el pasado. Teníamos que acceder a la utopía financiera y de acuerdo con keynesianos y monetaristas eso se conseguiría monopolizando aún más el sistema monetario y desatando a estos personajes para que pudieran invertir a largo plazo mientras se endeudaban a corto. Pues bien, el engendro de ingeniería monetaria que incita el apalancamiento de toda la estructura económica no sólo no nos trajo el paraíso a la tierra sino que lo sustituyó por una resplandeciente burbuja que ha estallado en sus manos cuando menos lo esperaban.

Después de llevar meses tratando de solucionar un problema de solvencia entregando los activos más líquidos de los bancos centrales a cambio de auténtica basura sin aparentes efectos positivos, la Fed y el Tesoro idean ahora crear un trust público que compre los activos de mala calidad de la banca, trasladando así las sospechas y la presión a la deuda pública y al dólar. El riesgo moral se disparará y muchos se quedarán sin recibir la sana lección del mercado en forma de pérdidas. Mientras Bernanke y Paulson idean desesperadamente cómo salir del lío en el que ellos mismos nos han metido -con sus intervenciones sobre los tipos de interés y sobre las quiebras empresariales- socializando las pérdidas, nosotros deberíamos reflexionar sobre cómo sustituir el diseño institucional intervencionista que nos ha llevado al borde del precipicio.

Habrá que recordar que no todas las escuelas económicas han fracasado en la predicción de la crisis. Como ya advirtiera el Banco Internacional de Pagos hace dos años, la escuela austriaca, los seguidores de Menger, Mises y Hayek, pronosticaron durante los años dulces de la pasada expansión que este sistema de dinero fiduciario con una estructura de préstamos asentada en la banca con coeficiente de reserva fraccionaria estaba distorsionando toda la estructura productiva y financiera y provocaría una gran crisis.

Según estos teóricos las inversiones hay que financiarlas con ahorro real a largo plazo y no hay panaceas que puedan eludir esa máxima. No se puede crear capital por edicto gubernamental con dinero de nueva creación sin respaldo real ofrecido a tipos de interés negativos en términos reales, ni tampoco haciendo que los picos de tesorería para atender pagos en esta o la próxima temporada sirvan como sustitutos del ahorro para las inversiones de la economía. Bien harían los fracasados expertos en revisar las políticas de inspiración keynesiana que, durante décadas, han destruido el ahorro cuando ahora vagan buscando ahorro verdadero que recapitalice a todos esos cadáveres o intentan convertir en accionistas y prestamistas forzosos a contribuyentes, sus hijos y hasta sus nietos.

Por eso no es de extrañar que los economistas austriacos nos propongan lo mismo que parece estar intentando hacer el mercado: volver a un patrón oro y evitar la práctica de endeudarse a corto plazo para invertir a largo. Así, nuestra buena salud económica no dependería de la ingeniería del rescate ni de las brillantes ideas que puedan ocurrírsele a los autoproclamados dirigentes del sistema monetario.

Gabriel Calzada es presidente del Instituto Juan de Mariana (www.juandemariana.org)

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Crisis de ideas GABRIEL CALZADA

«Ni el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, ni el Secretario del Tesoro estadounidense, Henry Paulson, saben qué hacer pero están intentando tener alguna idea». Así de claro describía el miércoles el líder de la mayoría demócrata en el Senado, Harry Reid, la crisis de ideas que sufren una inmensa mayoría de políticos y economistas. La observación de Reid, además, cuadra a la perfección con la impresión que tienen los millones de personas que asisten atónitos a un festival de intervenciones asimétricas en el que empresas como Bear Stearns son rescatadas y otras como Lehman Brothers no.

Una justificación posible al aparente doble rasero y desconcierto ante las quiebras de instituciones financieras es que las autoridades tratan de salvar a aquellas empresas con problemas de liquidez pero dejan caer a las que no son solventes. La idea no es descabellada.De hecho, antes de que la banca central se convirtiera en el monopolio que es hoy, eso es lo que hacían los banqueros privados.Sin embargo, tratar de sustituir a los banqueros que se jugaban su propio dinero por funcionarios públicos a la hora de separar la paja del trigo es una temeridad.

Ahora son Morgan Stanley, Goldman Sachs, Washington Mutual, MBIA y un largo etcétera las empresas financieras que tras endeudarse a corto para invertir a largo plazo guardan cola para suspender pagos. Lo interesante es que las primeras intervenciones se hicieron porque de lo contrario, nos decían, ocurriría lo que ha terminado ocurriendo. ¿Qué se ha conseguido entonces aparte de rebajar con porquería los activos más líquidos de la Reserva Federal y hacer pagar al ciudadano de a pie lo que tendrían que pagar a otros?

Más interesante aún es que nos deshicimos del «rígido y arcaico» patrón oro cuyo verdadero pecado era que ataba las manos de políticos y banqueros dispuestos a invertir y gastarse recursos que no tenían porque, supuestamente, no pudo evitar quiebras bancarias en el pasado. Teníamos que acceder a la utopía financiera y de acuerdo con keynesianos y monetaristas eso se conseguiría monopolizando aún más el sistema monetario y desatando a estos personajes para que pudieran invertir a largo plazo mientras se endeudaban a corto. Pues bien, el engendro de ingeniería monetaria que incita el apalancamiento de toda la estructura económica no sólo no nos trajo el paraíso a la tierra sino que lo sustituyó por una resplandeciente burbuja que ha estallado en sus manos cuando menos lo esperaban.

Después de llevar meses tratando de solucionar un problema de solvencia entregando los activos más líquidos de los bancos centrales a cambio de auténtica basura sin aparentes efectos positivos, la Fed y el Tesoro idean ahora crear un trust público que compre los activos de mala calidad de la banca, trasladando así las sospechas y la presión a la deuda pública y al dólar. El riesgo moral se disparará y muchos se quedarán sin recibir la sana lección del mercado en forma de pérdidas. Mientras Bernanke y Paulson idean desesperadamente cómo salir del lío en el que ellos mismos nos han metido -con sus intervenciones sobre los tipos de interés y sobre las quiebras empresariales- socializando las pérdidas, nosotros deberíamos reflexionar sobre cómo sustituir el diseño institucional intervencionista que nos ha llevado al borde del precipicio.

Habrá que recordar que no todas las escuelas económicas han fracasado en la predicción de la crisis. Como ya advirtiera el Banco Internacional de Pagos hace dos años, la escuela austriaca, los seguidores de Menger, Mises y Hayek, pronosticaron durante los años dulces de la pasada expansión que este sistema de dinero fiduciario con una estructura de préstamos asentada en la banca con coeficiente de reserva fraccionaria estaba distorsionando toda la estructura productiva y financiera y provocaría una gran crisis.

Según estos teóricos las inversiones hay que financiarlas con ahorro real a largo plazo y no hay panaceas que puedan eludir esa máxima. No se puede crear capital por edicto gubernamental con dinero de nueva creación sin respaldo real ofrecido a tipos de interés negativos en términos reales, ni tampoco haciendo que los picos de tesorería para atender pagos en esta o la próxima temporada sirvan como sustitutos del ahorro para las inversiones de la economía. Bien harían los fracasados expertos en revisar las políticas de inspiración keynesiana que, durante décadas, han destruido el ahorro cuando ahora vagan buscando ahorro verdadero que recapitalice a todos esos cadáveres o intentan convertir en accionistas y prestamistas forzosos a contribuyentes, sus hijos y hasta sus nietos.

Por eso no es de extrañar que los economistas austriacos nos propongan lo mismo que parece estar intentando hacer el mercado: volver a un patrón oro y evitar la práctica de endeudarse a corto plazo para invertir a largo. Así, nuestra buena salud económica no dependería de la ingeniería del rescate ni de las brillantes ideas que puedan ocurrírsele a los autoproclamados dirigentes del sistema monetario.

Gabriel Calzada es presidente del Instituto Juan de Mariana (www.juandemariana.org)

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No sé si conocen ese chiste de dos amigos que se encuentran después de mucho tiempo, y se preguntan por sus vidas. A uno le ha ido bien, y al otro francamente mal. El más afortunado le presta 6.000 euros al otro. Pasado un año vuelven a encontrarse y nada parece haber cambiado. El amigo afortunado presta 3.000 euros más a su amigo. Un año después se vuelven a ver y el préstamo ofrecido es esta vez de 1.000 euros. El amigo que venía recibiendo las ayudas protesta por el descenso continuado de las cantidades, y el otro se excusa argumentando que durante todo este tiempo han pasado cosas: se casó, se compró una casa, tuvo hijos... a lo que aquél responde contrariado: "no fastidies, le estás dando de comer a tus hijos con mi dinero".

La situación de nuestro país es la del chiste. El déficit de la balanza por cuenta corriente supera el 10 por ciento del producto interior bruto. Por decirlo simplificadamente, estamos gastando como país un 10% más de lo que somos capaces de producir. Y llevamos tiempo así. Nos han estado financiando esas alegrías hasta que la crisis financiera ha cerrado el grifo. Ya no nos prestan más. Culpar de esto a quienes nos venían financiando generosamente es ridículo.

Empieza a escucharse en la lejanía un runrún espeluznante: ya plantean que España salga del euro como única salida posible a la situación de crisis. El euro es como un barrio elegante, y vivir en él no está al alcance de cualquiera. Hemos mantenido las apariencias pidiendo préstamos. Ahora las opciones son dos, en teoría. Mudarnos a un barrio más humilde o ponernos las pilas para generar ingresos que nos permitan este nivel de vida. No hay más.

Abandonar el euro (mudarse) no es tanto una solución al problema como admitir la incapacidad de resolverlo. Nos llevaría a un desastre sin futuro, soportando sin esperanza unos tipos de interés mucho más elevados, una moneda fuertemente devaluada e inflación. Por otro lado, incrementar la productividad y capacidad competitiva de la economía no es fácil sin profundas y variadas reformas estructurales, económicas y políticas. Debió ser el principal objetivo de los distintos gobiernos desde antes de la entrada de nuestro país en el euro, pero no se ha hecho casi nada. La situación ahora es, claro está, mucho peor. Todo se hace más urgente. Pero el deterioro acumulado del sistema político y de las administraciones (hipertrofia, corrupción, ineficiencia) y los intereses creados hacen francamente difícil cualquier reforma de cierto calado, suponiendo que hubiera voluntad de acometerlas. Nadie quiere renunciar al botín acumulado.

A falta de soluciones, veremos maniobras de distracción, y nos señalarán un culpable, un chivo expiatorio, ya sea Bush, Trichet o, más adelante, el euro. Las masas asustadas se manejan mejor si les das un enemigo sobre el que cargar. Es esencial para poder salir de esto algún día que no nos dejemos engañar por los responsables, que tomemos conciencia de la situación y de sus causas.

Una característica especial de nuestro país es la absoluta falta de patriotismo de ninguna clase. La gente pertenece a una familia, una tribu, un partido, un sindicato. Más allá de eso no nos une nada. El resto está para pillar. Una vez escuché perplejo esto: "España es un país riquísimo. Tantos años robándole ¡y no se acaba!". Pues bien, se acabó. Algunos prefieren hundirse con el barco a ceder un palmo, y puede que sea eso lo que nos acabe pasando. Después de todo, hay países que se suicidan.(Rubén Osuna, Delitos y faltas).

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