lunes, 12 de enero de 2009

CLASE POLÍTICA



Clase política. Jesús Cacho.


Adecento mi mesa de despacho enviando papeles viejos a la basura y me topo con un “Balance económico de la legislatura 2004-2008 que, a primeros de enero de 2008, hizo público la secretaría de Economía y Empleo del Partido Popular dirigida por Miguel Arias Cañete. Como no podía ser de otro modo, el “Balance” describía la situación heredada por el Gobierno Zapatero en marzo de 2004 y la comparaba con la existente a dos meses vista de las elecciones del 9 de marzo.

En el año 2004, la economía española se encontraba en un claro proceso de aceleración, tras haber superado la crisis internacional del 2001-2002, sin desequilibrios básicos: el déficit exterior era muy reducido, no alcanzaba el 2,5 % del PIB; la inflación se aproximaba al 2,5%; los tipos de interés eran negativos, Euribor de 2,16%; los salarios ganaban poder adquisitivo y por primera vez las cuentas públicas estaban equilibradas gracias a una política de control del gasto público”.

“Además, los impuestos tenían una intensa capacidad recaudatoria y las reformas económicas realizadas en las dos legislaturas previas habían aumentado la flexibilidad, el nivel de competencia y la capacidad de generación de empleo de nuestro aparato productivo. Nunca en España un Gobierno había heredado una situación económica como la que recibió Rodríguez Zapatero. Nunca tampoco un Gobierno había disfrutado una legislatura con situación económica mundial tan favorable, la mejor de los últimos 50 años. Cuatro años más tarde, Zapatero y Solbes han dilapidado el capital económico recibido y van a dejar una herencia tan mala como la que dejaron en el año 1996”.

Confieso que en enero del año pasado, al comentar el “Balance” de marras, critiqué al PP por afirmar que el PSOE iba a “dejar una herencia tan mala como la que dejaron en el año 1996”, aduciendo que ello me parecía una exageración fuera de lugar que restaba fuerza a un argumentario que, por otra parte, era un perfecto resumen del deterioro experimentado por la economía española en los últimos años y, sobre todo, una contundente denuncia del nihilismo complaciente y absurdo que, en materia de reformas económicas, había presidido la primera legislatura Zapatero. Está claro que, a la vista de lo ocurrido en los últimos 12 meses, el equivocado era yo, y el señor Cañete se quedó cortó a la hora de diagnosticar lo que se nos venía encima.

Al día siguiente de que el PP hiciera público su “Balance”, el presidente del Gobierno censuraba a la derecha afirmando que “Crear alarmismo injustificado puede dañar las expectativas y es lo menos patriótico que conozco”. Aun peor, el 14 de enero de 2008, hace menos de un año, sostenía que “Acaban de darse las cifras de renta per cápita de 2006 y ya estamos por encima de la media europea. Y superamos a Italia y en el 2013 igual hemos superado en renta per cápita a Francia”.

Tan cerca como el 29 de junio pasado, preguntado por enésima por la existencia de la crisis, respondía con todo el morro que “Todo es opinable, y depende de lo que entendamos por crisis, un concepto por el que habría que preguntar a los economistas y seguramente no se pondrían de acuerdo (…) Más allá de baches (sic) como el de ahora, España tiene condiciones para ambicionar llegar a los niveles de empleo de la media europea y de pleno empleo técnico. Vamos a trabajar por ello. El Gobierno ha sido el que más ha acertado en sus previsiones”.

Era el mismo tipo que, el 27 de febrero de 2008, en un debate con Mariano Rajoy durante la campaña electoral, afirmaba tan pancho que “El Euribor lo fija el BCE”. Como era de esperar un político tan profundamente sabio, el señor Zapatero se ha entregado a una verdadera orgía de gasto público para salvar de la quema de la bancarrota a los responsables de todos los excesos cometidos en estos años, bancos y banqueros, Cajas y cajeros, inmobiliarias y ladrilleros (al único que le tocó al china fue a Fadesa, ya es mala pata, Fernando, servir de chivo expiatorio), Ayuntamientos… Los últimos en llamar a la puerta han sido los fabricantes de automóviles. Quieren 10.000 millones y los tendrán, porque todo aquel que en España tiene posibilidad de presionar al Gobierno, o corromperle, obtiene lo que quiere. Eso sí, para los que no hay un duro de crédito es para las pymes, que siguen cayendo como moscas.

La última desgracia colectiva que se nos viene encima se llama financiación autonómica. El Gobierno Zapatero se dispone a seguir costeando el despilfarro autonómico mediante la emisión de Deuda Pública. De los 310.000 millones de euros que, en números redondos, forman el presupuesto de las Administraciones Públicas (excluida la Seguridad Social) para 2009, unos 180.000 se los llevan las CC.AA., el 68% de los cuales corresponde a gasto no productivo.

De modo que, con un déficit público que este año podría superar el 6% del PIB y con más de 4 millones de parados, el Gobierno está dispuesto a endeudarse para financiar el gasto corriente autonómico, algo que, en términos de daño diferido a las nuevas generaciones de españoles, es una opción política inaceptable tanto desde el punto de vista económico como social.

Y ello ante el silencio cómplice del Partido Popular y el entusiasmo de una Esperanza Aguirre que salió encantada de su entrevista con Zapatero. Por eso no es extraño que, en plena galerna, Zapatitos siga cómodamente liderando las encuestas de opinión. ¡Señores Reyes Magos de Oriente, por favor, hagan algo por nosotros: quédense con esta clase política y tráigannos un país nuevo!

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