domingo, 14 de junio de 2009

CONSTRUIR EUROPA.










CONSTRUIR EUROPA.

El Tratado por el que se establece una Constitución para Europa se firmó en 2004 por los representantes políticos de la Unión Europea. Este Tratado Constitucional iba a sustituir a los anteriores Tratados. En 2005, el Parlamento Europeo recomendó a los Estados miembros que ratificaran esta Constitución. Pero fue rechazado por Francia y los Países Bajos, originando una crisis.


Ante este fracaso se intentó reforzar, dijeron, la democracia en la UE con el Tratado de Lisboa, que fue firmado en Diciembre de 2007 por los representantes políticos de los veintisiete. Se trataba, además de reforzar la democracia interna, de adaptarse a los grandes cambios, como la globalización, la energía, cambio climático, etcétera. Pero, esta vez, Irlanda dijo ‘No’.


¿Por qué tantos problemas? ¿Por qué hay una participación tan baja en las elecciones europeas? ¿Por qué los europeos, en gran medida se sienten ajenos a la construcción de Europa? Para empezar, no hay una única manera de construir Europa.


En ‘La fatal arrogancia’, F. Hayek trata de mostrar cómo los procesos ‘constructivistas’ consistentes en configurar y delimitar instituciones y sociedades ‘desde arriba’, constituyen un grave error. El de ignorar el ‘orden espontáneo’ de las sociedades.


Es la obsesión planificadora de políticos que creen estar en posesión de suficientes conocimientos e información para ‘construir’ racionalmente la sociedad. Los resultados de esta ‘fatal arrogancia’ han sido siempre catastróficos.


Cuesta aceptar, por lo visto, que ciertas cosas no se consiguen por medio de una planificación racional. Lo que el sociólogo y filósofo Jon Elster llama ‘subproductos’ son cosas que no se dejan alcanzar de manera planificada: el amor, la amistad, el dinero, la autoestima o el mercado, son ejemplos. Por tanto, la intención planificada y deliberada de ‘construirlos’ es un grave error.


¿Quiere esto decir que Europa está en manos de peligrosos ‘constructivistas’ cuyo deseo es ‘dibujar Europa desde arriba’? No creo que estemos en presencia de políticos como Lenin, Stalin, Mao, Hitler, o Fidel Castro, afortunadamente. Después de la caída del muro de Berlín, del fracaso de la Unión Soviética, de la ‘conversión’ de China a la economía de mercado, y un largo etcétera, no parece que estos caminos sean los preferidos por los ciudadanos europeos. Más aún, los últimos resultados electorales muestran un descalabro de la izquierda europea.


Parecería que la derecha (por seguir utilizando la dicotomía simplona derecha/izquierda) permite evitar estos peligros ‘constructivistas’ y planificadores. Hasta cierto punto, así es. Pero la obsesión dispendiosa por lo ‘social’ es algo que afecta a todos los partidos. Unos más, otros menos. Bien es cierto, que incluso el admirado modelo sueco ‘del bienestar’ ha tenido que adelgazar y adaptarse para poder subsistir. Así lo ha dicho Mauricio Rojas, diputado en el Parlamento sueco y profesor en la Universidad de Lund, en su libro ‘Reinventar el Estado del Bienestar’.


Dijimos que una manera de construir Europa es la ‘constructivista’ y planificadora. ¿Y la otra?

Frente a una sociedad civil de carácter planificador, estatista-intervencionista, que es el criticado en estas líneas, habría un concepto de sociedad civil que enfatiza, no el papá-Estado, los planificadores y las burocracias sino la libertad de los ciudadanos, los gobiernos limitados y controlados y el mercado libre. Es decir, el ‘edificio’ llamado Europa se iría construyendo a medida que se intensifican las relaciones culturales, comerciales, financieras, turísticas, y de todo tipo.


El ‘edificio’ se iría haciendo de manera más lenta, pero más sólida. No será el resultado de decisiones políticas ‘desde arriba’, debidas a la visión planificadora de unos políticos que creen saber cómo diseñar la sociedad. Y al enfatizar la decisiones de millones de individuos anónimos, más que las decisiones de políticos reunidos en ‘cumbres’, se producirá un acercamiento ciudadano al ‘edificio’ llamado Europa. Porque lo que se construya será visto, en mucha mayor medida, como algo que pertenece a los propios ciudadanos.

No se trata, pues, de prescindir de los políticos. Se trata de que los políticos no sustituyan a los ciudadanos. ¿Acaso defiendo la democracia directa? De ningún modo. Se trata de tomarse en serio la existencia de gobiernos limitados y controlados. Para que el Estado del Bienestar sueco pudiera subsistir, hubo que adelgazarlo y adaptarlo.


Algo parecido habrá que hacer con la enorme burocracia europea y la multitud de políticos que viven a costa de los impuestos crecientes que pagan los ciudadanos. Además, hoy por hoy, no basta con una decisión política para prescindir de los Estados-Nación.


La izquierda actual, se caracteriza por el multiculturalismo, el relativismo, el desprecio a los valores fundacionales de Occidente, el ‘buenismo’ pacifista, o el rechazo al Estado-nación, entre otras cosas. Por poner unos ejemplos ¿creen que es casualidad que el socialismo zapateril legisle el matrimonio entre hombres? ¿O que propugne la Alianza de Civilizaciones, en la que hay que dialogar con los que nos quieren matar? ¿O que financie una exposición fotográfica, en Extremadura, en la que la Virgen hace pajas a Jesucristo? ¿O que quiera legislar a favor de que una embazarada de 16 años pueda abortar sin conocimiento ni consentimiento de sus padres? ¿O el desprecio a la nación española, concepto discutido y discutible, según ZP? ¿O el desprecio a la economía de mercado, como es de ver en discursos oficiales y en libros de Educación para la Ciudadanía?


Por cierto, la izquierda no tiene modo de producción propio. El suyo ha fracasado estrepitosamente. A pesar de todo, insisten en despreciar al único modelo que funciona y que ellos gestionan (mal) cuando ganan las elecciones.


En fin, la derecha tiene un gran reto. Ofrecer una alternativa a la ciudadanía europea, no solamente económica sino, también, de valores a los que no podemos ni queremos renunciar. A menos que aceptemos el suicidio cultural, es decir, renunciemos a nosotros mismos. Por eso es tan importante tener una ciudadanía, libre, crítica y responsable. Que no esté dispuesta a comulgar con ruedas de molino falsamente progresistas.


Sebastián Urbina.


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