viernes, 12 de junio de 2009

ERRORES.


Viernes, 12-06-09

LAS elecciones europeas han cambiado muchas cosas en este país, pero otras permanecen inalteradas, impasibles al paso del tiempo y a la acumulación de evidencias contrarias. Un ejemplo de estas últimas son tres falacias instaladas en la opinión pública cual verdad revelada.

La primera es que los electores europeos han premiado a los neocons, autores y responsables intelectuales de la crisis financiera. Esta aparente paradoja es la pregunta del millón en círculos socialistas. El problema es que es falsa, si por autores intelectuales se quiere identificar a los políticos que pusieron en marcha el proceso de liberalización financiera que dicen está en el origen del descalabro. Es falsa porque fueron Larry Summers como secretario del Tesoro y Bill Clinton como presidente los que aprobaron la legislación liberalizadora en Estados Unidos y Gordon Brown y Toni Blair en Gran Bretaña. Ninguno de ellos, que yo sepa, eran neocons. Y es falsa porque la crisis no nace de la liberalización sino del crecimiento excesivo del crédito consentido por las autoridades monetarias.

La segunda falacia es que los electores castigan en tiempos de crisis a los gobiernos de turno. No ha sido nunca verdad, no hay ninguna correlación estadística entre ambos hechos. Y no ha sido verdad esta vez. Hay gobiernos que han salido fortalecidos de la crisis, como el francés o el alemán, y otros castigados como el inglés o el español. La explicación de su derrota hay que buscarla pues en otra parte, lo que complica el análisis y obliga a apearse de los clichés. Espero por su bien que la ejecutiva socialista española no haya comprado este argumento y que se limiten a repetirlo en público por si cuela. Por su bien y el de todos los españoles, porque si se lo creen de verdad y continúan las mismas políticas esto será un desastre económico y social. Pero me temo que todo apunta a ello, pues como dice un amigo mío, parece que a la ocultación sistemática de la crisis le ha sucedido una conjura de optimismo sobre la inmediata recuperación que sirve de excusa para la inacción.

La tercera falacia afirma sin pestañear que Rajoy ha ganado por los pelos y que su liderazgo es débil e incapaz de derrotar al presidente Zapatero. Sobre lo segundo no opino porque es una cuestión subjetiva, pero lo primero es rotundamente falso. El PP ha obtenido el mejor resultado histórico en unas elecciones europeas, el 42 por ciento de los votos emitidos, con una participación típica de este tipo de convocatorias.

Pienso que el centroderecha español está a punto de repetir el error de UCD, pensar que se pueden ganar las elecciones desde una posición nítidamente de derechas. Por eso fue defenestrado Suárez y por eso no dejan consolidarse a Rajoy como alternativa. Por eso y porque hay poderosos intereses mediáticos empeñados en conseguirlo. Lo sabe muy bien el partido socialista e impone una agenda política que busca no tanto desviar la atención de los temas relevantes como enfrentar a los populares con los temas sociales, éticos y de costumbres que pueden hacer estallar las costuras de una amplia coalición de conservadores, liberales y democristianos como ha de ser todo partido que aspire a ganar el espacio de centroderecha. Consolidar esa amalgama es la primera responsabilidad de todo aquel que aspire a gobernar España desde una óptica no socialista. Una obligación que no está reñida con la necesidad de presentar propuestas claras y firmes sobre temas concretos.

Ya ha pasado el tiempo del relato narrativo de la crisis y el desgobierno Zapatero y se impone el de las reformas coherentes, serias y trabajadas. Hace falta integrar equipos, buscar consensos, fijar un mínimo común denominador. Una actitud que está reñida con posiciones de principios en todos y cada uno de los temas. Hay que elegir bien los espacios de confrontación directa con el poder socialista y también los espacios de colaboración leal. He escrito varias veces que en este país sobran predicadores y faltan gestores. Sobre todo en política. (Fernando Fernández/ABC)
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Una actitud que está reñida con posiciones de principio en TODOS Y CADA UNO DE LOS TEMAS'.

Eso dice el articulista. Estaría de acuerdo si fuese cierto. Pero no lo es. El problema es el contrario. No se ve con claridad cuáles son las cuestiones de principio en este PP de Rajoy. Hace falta saberlo, porque no vivimos una situación política normal. El Estatuto de Cataluña es un ejemplo, entre otros. ¿Hay que pasar de puntillas sobre los temas delicados? Yo creo que no. Creo que esta actitud supone un engaño al electorado.

Y, por supuesto, NO TODO puede ser una cuestión de principios.

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