miércoles, 26 de agosto de 2009

GUSTAVO BUENO Y ESPAÑA.

Gustavo Bueno
Filósofo, autor de «España no es un mito»

«España está en una grave crisis por culpa de tanta ignorancia y pedantería»
«El Rey se muestra poco decidido en la defensa de la unidad de la Nación, cree que puede ser una especie de pequeño emperador»

Gustavo Bueno, el jueves, en Oviedo, en la fundación que lleva su nombre Oviedo, Javier Neira
(Foto: Jesús Farpón)
El filósofo asturiano Gustavo Bueno acaba de publicar un nuevo libro: «España no es un mito», en el que aborda el debate más actual –y quizá decisivo– planteado en este país. Sólo la presentación del libro, el pasado viernes en Madrid, se ha convertido en un acontecimiento nacional con fuerte repercusión mediática. En esta entrevista reflexiona sobre la condición no mítica de España –o sea, sobre la realidad de España–, que considera víctima de ignorantes y pedantes.

Zapatero dice que el término nación es polisémico.

—La cuestión es la idea de nación política. El término nación tiene, por ejemplo, un sentido biológico; una vaca ha tenido una nación, se dice. Y está también la nación étnica integrada en un Estado, en un reino. La gente de la nación burgalesa o de la asturiana que se decía antes en las universidades. O las naciones de mercaderes. El caso de la nación cultural histórica es, sin embargo, más difícil. En el caso de España, se consolida como una aleación. El otro día dije que la nación española es como una aleación de bronce, de cobre y estaño que se ha hecho con propiedades distintas de sus componentes. El resultado es distinto a la suma de las partes. Y esa aleación se hace históricamente. No hay otra forma de hacerla. No se puede hacer por decreto. Esa nación cultural, histórica, se ha superpuesto a unos límites políticos, a los límites del reino de España en tiempos de los Reyes Católicos. Y a eso se llama nación. Pero ésa no es una nación política. El nivel político está en el reino, en el Antiguo Régimen, claro. Y cuando el Antiguo Régimen se desploma por la revolución de las nuevas fuerzas sociales, aparece la nación política. Implica un Estado nacional.

Un caso práctico: Cataluña quiere ser nación, así lo han dicho sus parlamentarios.

—Si sólo quiere ser nación étnica o cultural, pues muy bien, ya lo es. No hace falta más. No hay nada que demostrar ni que reconocer. Pero lo que ocurre es que quiere ser nación política para tener un Estado.

¿Por qué?

—Porque como nación política sería excluyente de la nación española. Ésa es la madre del cordero. Si Cataluña es una nación política no puede estar dentro de la nación española, porque es incompatible. Es excluyente. Las naciones étnicas o culturales no son excluyentes, pero sí lo son las naciones políticas. Y son excluyentes por la soberanía. No cabe la soberanía compartida. Es como estar un poco embarazada. En la Europa unida, dicen los fantasmones, los Estados comparten parte de su soberanía. No es verdad. En cualquier momento uno de los Estados firmantes puede retirarse de la Unión. Eso indica que tienen intacta la soberanía. Solamente la delegan.

Quizá la cuadratura del círculo español esté en un Estado federal.

—Un Estado federal es imposible. Es una contradicción. Puede haber una confederación de Estados. La idea de un Estado federal suele plantearse a partir de EE UU. Pero cuando se federan las colonias sólo son Estados en cuanto al nombre, porque la soberanía está ya en el conjunto. El problema es que el Estado federal ejerce tal fascinación en los juristas que no hay forma. Lo he discutido mil veces y es imposible que lo entiendan. Un Estado federal no es un Estado, es una contradicción. Un Estado no puede federarse con otro. Sí tiene sentido una confederación de Estados.

Pues entonces eso.

—Pero es imposible que España se convierta en una confederación de Estados. Tendrían, primero, que constituirse las autonomías en Estados. Después, disolverse España en 17 Estados distintos y volverse a unir en una gran confederación. Se puede hacer, por ejemplo, en doce horas. Pero claro, eso no hay quien lo haga.

¿El separatismo es negocio?

—Los catalanes no quieren separarse. Los vascos son ya otra cosa, hay un componente racista y primario. Pero los catalanes saben que en el conjunto de España tienen su mercado. El problema es que hay una enorme confusión de ideas. España está en una grave crisis por culpa de tanta ignorancia y pedantería. Y la hegemonía de los juristas es nefasta. Son irrecuperables.

Como diría Lenin, ¿qué hacer?

—En los últimos años se impone lo que denomino «pensamiento Alicia». Por «Alicia en el país de las maravillas», claro. Se ha desarrollado especialmente en torno a la guerra de Irak. Se acaba de ver una vez más en las recientes declaraciones de Zapatero a la revista «Marie Claire». Mayor Zaragoza, Moratinos y otros pensadores han formado lo que llaman Grupo de alto nivel. Se van a reunir en Mallorca para tratar de la Alianza de Civilizaciones. Al mismo tiempo, el ministro de la guerra pide que se quite la guerra de la Constitución y dice que las tropas van a Afganistán de bomberos. Así está el patio. Por eso, lo principal es aclarar las ideas. Pero es tarea a largo plazo y a lo mejor lo que están deshaciendo ahora resulta irreversible. Ya dijo Hegel que «es inútil meter el espíritu en un perro dándole a comer libros».

¿Qué Monarquía le corresponderá a la Infanta Leonor?

—En algunas comunidades ven a la Infanta con una distancia infinita. Como algo ajeno. La Monarquía no está arraigada. Que la heredera sea mujer puede producir un movimiento que ya se observa entre las mujeres, eso de que las mujeres tenemos también derecho a mandar. Sale ya en las entrevistas. Pero son bobadas. La Monarquía está flotando. Además, el Rey se muestra poco decidido en la defensa de la unidad de España. Cree, o le han dicho, que puede ser una especie de pequeño emperador sobre varias naciones. Eso es un error clarísimo. Es un arcaísmo.

1 comentario:

Joan dijo...

El mercat de Catalunya ja no és Espanya; ven molt més a la resta d'Europa i al món. Això fa factible la independència.