jueves, 17 de septiembre de 2009

¿CIUDADANÍA O POPULACHO?









LA HORA DE LOS CIUDADANOS.

No pienses en lo que el país puede hacer por ti, piensa en lo que tú puedes hacer por tu país. --- John F. Kennedy.

Empieza a ser usual escuchar comentarios o leer artículos, haciendo referencia al grave momento, económico y político, que vivimos. Con independencia de los problemas internacionales que, con razón nos preocupan, hay unos problemas específicos que sentimos y nos duelen, más intensamente, porque son más cercanos y forman parte de nuestra vida cotidiana.

Decía Jeremy Bentham, que el placer o el dolor, para una persona, será mayor o menor según las cuatro circunstancias que siguen: intensidad, duración, certeza o incerteza, y proximidad o lejanía.


Es cierto que añadía dos más, si se quiere considerar la tendencia del acto que nos produce placer o dolor. Se trataría de la ‘fecundidad’, o sea, la probabilidad de que le sigan placeres o dolores del mismo tipo, y la ‘pureza’, la probabilidad de que no le sigan.


A efectos de simplificación, me ceñiré a los cuatro primeros, dado que el concepto de ‘probabilidad’ es uno de los más difíciles de precisar, especialmente porque aparece en grados. A diferencia de la verdad. No cabe duda de que las cuatro circunstancias mencionadas tienen un alto grado de subjetivismo. Inevitable, por otra parte, en estos ámbitos político-sociales.


La primera circunstancia, la ‘intensidad’ del dolor (que entenderé de manera amplia), haría referencia a los sentimientos negativos que provoca una determinada manera de hacer política. En este caso, la de Zapatero. Aunque no a todos les parezca negativa.


Conozco algunas personas que matizan, o no reconocen, que el Presidente Zapatero mintió en relación con la crisis económica. En Abril de 2008, en una entrevista al diario El Mundo, dijo que evocar una situación de crisis económica, ‘es una falacia, puro catastrofismo’. Sin embargo, el estallido de la crisis financiera de 2008 se suele fijar en agosto de 2007. Fue cuando los bancos centrales tuvieron que intervenir para proporcionar liquidez.


También es cierto que, ahora, hay más gente dispuesta a reconocer que Zapatero mintió, si lo comparamos con la cantidad de gente que estaba a su favor a principios de 2008. Esto indicaría que ‘los hechos’ son tozudos, aunque haya un sector de la población, incluso más tozuda que los propios hechos.


Por otra parte, parece cierto que se ha producido una polarización en España. La política de Zapatero ha ayudado a la misma, pero no me interesa ahora debatir esta cuestión, sino afirmar que esta es la situación actual. Dado que el diálogo entre las ‘dos Españas’ (¿otra vez?) se hace cada vez más difícil, la intensidad del dolor (en sentido amplio) se hace, de cada vez, mayor.


Esta dificultad para el diálogo la compruebo cada vez que escucho debates televisivos. Diálogo de sordos, en general. Lo que no es bueno para la convivencia, ni para solucionar nuestros problemas.


Una segunda circunstancia es la ‘duración’. Si miramos hacia atrás, podemos decir que llevamos (más o menos) treinta años en los que han ido agravándose los problemas que padecemos. Hace mucho tiempo participé, como tantos otros, en manifestaciones del tipo: ‘Libertad, Amnistía, Estatuto de Autonomía’. Tragué y apoyé las reivindicaciones nacionalistas. Pero éstas nunca se acababan. Siempre había más agravios que compensar. Me cansé, hace tiempo, de tanto abuso y victimismo. Unos lo hicieron antes y otros más tarde. Otros, todavía, siguen. Por tanto, el dolor, la frustración, el sentimiento de engaño y de abuso, es de hace tiempo. Y la duración agrava el problema.


En tercer lugar, la ‘certeza o incerteza’, que no pueden medirse siguiendo parámetros propios de las ciencias empíricas, como la Física. Ya he dicho que hay una inevitable dimensión subjetiva, aunque no sea arbitraria ni irracional. Recordemos, al respecto, una conocida frase: ‘España se rompe’. Ha habido dos típicas reacciones. Una de ellas, propia de los nacionalismos separatistas y de amplios sectores de la izquierda, ha consistido en reírse.


Se ha comparado a España con un vaso de cristal. El vaso se cae y se rompe en pedazos. España igual. Pero el problema no es éste. Un vaso es un objeto físico, con unas propiedades determinadas. España no lo es. Es un concepto incorporado a la mente y la conducta de millones de personas. Incorporado a la cultura, en sentido amplio, de una sociedad que tiene conciencia de sí misma desde antes de la Reconquista. Por tanto, la comparación es ridícula.


Pero muestra dos maneras de entender la realidad. Por una parte, un desprecio a lo que España es y representa. Quema de banderas españolas, silbidos al himno nacional, humillaciones a la lengua española a través del desprecio a los españoles que quieren aprenderla en las escuelas, etcétera. Por otra parte, los que estamos preocupados por éstos y otros desprecios, que no tienen respuesta. Esta falta de respuesta a las ofensas y a las medidas que debilitan la unidad de España, hace que el sentimiento de certeza aumente. La certeza de que vamos por un camino peligroso para el conjunto de la nación.


Pero la clase política no se lo toma en serio, o participa en la tarea.


Y, finalmente, la ‘proximidad o lejanía. Para los nacionalismos separatistas (todos), nada puede ser más lejano que España. En cambio, para los españoles, España forma parte de nuestro acervo cultural y sentimental. Nada puede ser más cercano porque forma parte de nosotros mismos, de nuestra Historia.


Y con esto volvemos al principio. Aunque deseo estar equivocado, creo que la clase política que tenemos (con las honrosas excepciones de rigor) es la principal responsable de esta grave situación que estamos viviendo. Ellos no nos sacarán del problema porque ellos lo han creado.


Es la hora de los ciudadanos, si aceptan el envite. O por el contrario, es la hora de contemplar inactivo cómo se va derruyendo la casa en la que hemos vivido, y en la que vivieron nuestros padres y nuestros abuelos. Que cada uno asuma sus propias responsabilidades. Pero ya no es tiempo de lamentaciones.



Sebastián Urbina.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuando para ser político se tenga que pasar una oposición dura de cojones tipo abogado de estado, notarías ..etc este panorama de lameculos, inútiles, abrazafarolas y trepas empezará a cambiar un poco.

En España con ser español y mayor de edad basta para ser Ministro...

(tela tela tela).


(aunque me temo que si eso sucediese, pasaría que el papá de tal daría el número de opositor cuando se examinase su hijo.....etc etc.

A ver si el problema va a ser la condición humana....

Sebastián Urbina dijo...

No es mala reflexión. Pero yo me pido una naturaleza humana más parecida a la de los Países Nórdicos.