jueves, 24 de septiembre de 2009

EL PAYÉS URBANO.

El payés urbano

Por Arturo Muñoz, profesor de filosofía.

El payés urbano vive en la ciudad, pero quiere vivir en el campo. Para lograrlo, no hace lo que las personas que, viviendo en la ciudad, quieren disfrutar del campo, adquirir una segunda vivienda en el campo, de ninguna manera, él quiere que vivir en la ciudad sea como vivir en el campo. Si vive en la ciudad, es porque la acumulación de servicios e infraestructuras a poca distancia le convienen tanto a él como a los demás, cosa que no ocurre en el campo. Por eso, en la ciudad hay mucha actividad en todos los sentidos, y mucha gente en muchos sitios, pero él no quiere tanta actividad, él quiere las infraestructuras y servicios pero sin actividad, y sin gente, como si estuviera en el campo. El payés urbano lo quiere todo a la vez: las ventajas de la ciudad y del campo, sin pensar si son compatibles entre sí. A la incapacidad para distinguir entre vivir en el campo o en la ciudad, los intelectuales urbano-payeses le llaman “humanizar la ciudad”. No se plantean que la ciudad ya es por sí misma un fenómeno estrictamente humano, específicamente humano, exclusivamente humano, y que, se viaje en metro, autobús, coche, carro o bici, una ciudad deshumanizada es una contradicción en los términos, como un círculo cuadrado, porque la ciudad es siempre suma de personas en poco espacio.

Como el payés urbano protesta, y pide lo que a algunos les parece muy moderno, sus planteamientos son tenidos muy en cuenta por la alcaldesa payesa, que también quiere que el campo y la ciudad sean lo mismo. No es payesa, como su predecesora, por disfrazarse continuamente de payesa, sino porque quiere que vivir en la ciudad sea como vivir en el campo. Para lograrlo, no le importa colapsar la arteria central del tráfico en la ciudad, obstruyéndola hasta la exasperación de los conductores. No le basta con poner carriles bici en lugares donde no ocasionen un caos, contra lo que no habría nada que objetar. Hay que ir en bicicleta en la ciudad como se hace en el campo (aunque sospecho que incluso en el campo se usa menos la bici de lo que parece). Califica este cambio de “estratégico”. Cree que con su estrategia urbano-payesa se mejora la calidad de vida en la ciudad. En realidad, consigue el efecto contrario. Los atascos, bocinazos, cabreos, riesgos, retrasos, nervios, se deben a que la gente no entiende que vivir en la ciudad tiene que ser lo mismo que vivir en el campo, y tienen la manía de usar el coche, como si vivieran en la ciudad. La alcaldesa payesa vislumbra ciudades de diseño urbano intangibles, platónicas y perfectas mucho más importantes que las incomodidades vulgares y materiales que sus decisiones producen a los ciudadanos de a pie. En el fondo, espera que a los ciudadanos no les quede más remedio que hacer lo mismo que si vivieran en el campo, aunque vivan en la ciudad. Ya aprenderán. Ante el rechazo de sus planes urbanos, por malgasto y por castigar a los automovilistas, la alcaldesa payesa afirma que “una ciudad que tiene un debate tan intenso como el que tenemos ahora es una ciudad viva”. Tal cual. ¡Qué señal de vitalidad tan maravillosa es que la gente esté harta de sus planes urbano-payeses! ¡Qué experiencia tan enriquecedora!

El payés urbano tiene coche. Su mujer también. Pero les indigna la cantidad de coches que hay en la ciudad, y lamentan la importancia de la industria automovilística en el mundo. El consumismo, el capitalismo y el neoliberalismo son perversos, cosas de personas muy malas, tanto como la abundancia de coches, los de los demás, naturalmente. El suyo es un 4x4, imprescindible para llevar a los niños al colegio. Observa en pleno atasco el desocupado carril-bici en Avenidas o en Avenida Picasso y se pregunta por qué tanta gente hace lo mismo que él y lleva a sus hijos también, en coche.

Quien esto escribe, no necesita reeducación alguna en el uso de la bicicleta. Pasaba horas al día montando en bicicleta en su infancia. Pero en aquellos años, vivir en Son Sardina era como vivir en el campo, no era como vivir en la ciudad. Posteriormente, ha recorrido en incontables ocasiones el carril habilitado a estos efectos en el Paseo Marítimo (un ejemplo bien ubicado de carril-bici) y ha subido muchas veces al Castillo de Bellver por carretera y por el monte, así como por otras rutas para bici de montaña en Calvià y Na Burguesa. Ahora bien, ignorar que lo que sirve a la perfección como ocio y como forma de hacer ejercicio, tiene ciertas limitaciones como método de transporte cotidiano, es propio de quien ha montado poco en bicicleta. Las inclemencias del tiempo, el requisito de determinado vestuario para ciertas profesiones, una carga o bulto que por peso o tamaño sea incómodo, las distancias… son sólo algunas de esas limitaciones. Claro que la realidad no cuenta en los planes estratégicos de la ingeniería urbana de los políticos urbano-payeses, que imponen su ciudad de diseño pese a quien pese, como si vivir en el campo fuera lo mismo que vivir en la ciudad.

1 comentario:

Joan dijo...

I què hem de dir dels ciutadans que volen viure al camp com si fossin a la ciutat? Parl dels que protesten perquè els galls canten quan surt el sol, perquè les ovelles duen picarol o perquè els fems fan pudor.
Recordem que els galls, les ovelles, els fems i els pagesos hi han estat sempre i que l'urbanita hi acaba d'arribar.