lunes, 14 de septiembre de 2009

VOMITIVO.







ARENYS DE MUNT.


Quizá el peor malentendido histórico a propósito del catalanismo radica en conceder que su objetivo último sería la independencia. Sin embargo, nada más lejos de sus intenciones. Al contrario, lo que en verdad ansían los nacionalistas es seguir fantaseando a diario con la secesión, pero desde la certeza fáctica de que tal eventualidad no llegue a producirse jamás de los jamases.

Y es que la Ítaca de los independentistas no es la independencia, sino el propio independentismo en sí, esa compulsiva agitación permanente que tan rentable se ha revelado a lo largo del último cuarto de siglo. Por lo demás, nadie se engañe: lo suyo es el toreo de salón. De ahí el gran éxito de crítica y público que ha cosechado el referéndum-charlotada de Arenys de Munt, otro de esos triples mortales de boquilla tan caros a la aguerrida marinería de agua dulce que integra la escuadra de Mas, Duran, Puigcercós, Saura & Cía.

Como también de ahí esa desconcertante, obscena promiscuidad civil que, sin escándalo aparente de nadie, lleva a contemplar a Joan Laporta departiendo en alegre camaradería con Frederic Bentanachs, uno de los fundadores de Terra Lliure, convicto condenado a varios años de cárcel por la comisión de múltiples atentados criminales, algunos de ellos perpetrados en comandita con ETA. Pública connivencia moral entre el estabishment y los márgenes del lumpen político que igual se manifestó en la performance de Arenys de Munt, inopinada meca del seny por la que el domingo desfilaron multitud de representantes institucionales con tal de rendir pleitesía al alcalde que patrocinó el espectáculo.

En fin, radiantes y felices como niños con zapatos nuevos, acaban de descubrir un nuevo juguete: los referendos de la Señorita Pepis. Porque habrá más, muchos más; sobre todo, a medida que se acerquen los comicios domésticos de 2010.

Puigcercós ya lo ha anunciado: el radicalismo vacuo de la Esquerra se aferrará a esos simulacros escénicos con tal de seguir disputándole a Convergència el espacio del sentimentalismo identitario. Una huida, otra, extramuros de la lealtad constitucional a la que tampoco será ajeno ese cadáver insepulto que se hace llamar Iniciativa per Catalunya.

No obstante, que vayan con mucho cuidado: el día menos pensado, el resto de España, harta de tanto circo, podría reconocerles la victoria. (José García Domínguez/LD)

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ARENYS DE MUNT, UN ATAQUE A LA LIBERTAD DE LOS ESPAÑOLES.


Dice el artículo 92.2 de la Constitución española que los referéndums "serán convocados por el Rey, mediante propuesta del Presidente del Gobierno, previamente autorizada por el Congreso de los Diputados". A lo de ayer en Arenys de Munt se le denominó "consulta" para que aparentemente tuviera cabida en nuestro ordenamiento jurídico, pero nominalismos al margen, el acto independentista es en esencia incompatible con el mismo y no sola y especialmente por el 92.2.

La Constitución, toda constitución, descansa sobre un conjunto de ciudadanos libres y soberanos que se dotan de un texto normativo para organizar su convivencia. A ese conjunto de ciudadanos libres y soberanos se le llama "nación" y es la piedra angular de todo el andamiaje institucional de España.

Sin nación no hay Constitución y sin Constitución las garantías de las libertades individuales desaparecen y la existencia de derechos colectivos –el sistema político democrático– se disuelve. Por consiguiente, una consulta que pretende desquebrajar la nación de la que obtiene legitimidad la Constitución no puede tener encaje alguno con nuestro sistema político; una Constitución que conceda barra libre a la secesión no es más que letra muerta que cualquier grupo organizado puede violentar.

La anécdota es que la consulta ataque el artículo 92.2, la categoría, que representa una enmienda a la totalidad del cada vez más debilitado Estado de derecho español. Y ante esta ofensiva abierta a la Constitución, que tras su éxito e impunidad amenaza con extenderse como un cáncer por todo el territorio nacional, el Gobierno, supuesto encargado de aplicar las leyes y de defender las libertades de los ciudadanos, se ha quedado cruzado de brazos. Aunque, desde luego, no es de extrañar: el propio Ejecutivo de Zapatero ha sido uno de los mayores agresores que ha tenido nuestra Carta Magna, especialmente, aunque no sólo, mediante la aprobación del nuevo Estatuto de Cataluña, texto que ya desde un comienzo se carga la idea misma de nación sobre la que, repetimos, reposa la Constitución.

Los sucesos de Arenys de Munt ponen de manifiesto que el debilitamiento de la soberanía nacional va de la mano de una progresiva e imparable degradación de la calidad de las instituciones. El incumplimiento sistemático del núcleo de la Constitución da paso con seguridad al incumplimiento del resto de sus preceptos, aquellos que previenen la contención del poder político y el mantenimiento de una esfera de libertad ciudadana. La gran duda que se plantearon los liberales de Quis custodiet ipsos custodes? (¿Quién nos protege de nuestros protectores?) se resuelve gracias a una ciudadanía estructurada, unida y civilizada: a una nación. Los excesos del poder político, las violaciones de la ley de leyes, se limitan por el propio pueblo soberano, siempre vigilante del recto funcionamiento de sus instituciones. Pero sin la nación, los diques de la limitación del poder se rompen y la arbitrariedad política se convierte en la conducta habitual.

La consulta de Arenys de Munt –y en general, la consulta sobre la independencia de Cataluña– no va sólo en contra de los derechos de los catalanes que no quieran escindirse de España, sino de los de todos los españoles que ven quebrar la nación que es garantía de sus libertades.

Probablemente por ello, los caciques nacionalistas y los políticos socialistas del puño en alto han hecho la vista gorda al asunto. La democracia liberal siempre fue un obstáculo para sus pulsiones autocráticas y cuando antes colapse, mejor. No es que el Gobierno no gobierne, es que está gobernando fuera de los cauces que le habilita la Constitución precisamente para destruirla o, mejor dicho, para que otros le hagan poco a poco este trabajo sucio. Lo de Arenys de Munt no es un grito a la libertad, sino a la esclavitud.(LD)

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¡Sea progresista! ¡Vote socialismo! ¡Vote Zapatero!

PD. Leo unas declaraciones de Laporta, el Presi del Barcelona club de fútbol, en el que exige la independencia de Cataluña. Bien, para empezar que juegue la liga catalana.

Y no olvidemos comprar productos catalanes. Ahora que exigen la independencia, hay que comprarles más productos que nunca.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Laporta ese gran pesetero...

Eso si como buen gorrón nacionalista catalán, cuando toca jugar la Copa del Rey bien que va PONIENDO EL CAZO...


(luego una vez con el dinero en la saca dice que es republicano)

Es el prototipo de papanatas