domingo, 4 de octubre de 2009

¿TAN TONTOS COMO ZAPATERO?






¿PARA QUÉ HA SERVIDO EL PLAN E?


Acabarse los efectos del Plan E y dispararse el paro ha sido toda una. Después de cuatro meses de cifras no excesivamente malas, gracias a los 8.000 millones de euros que el Gobierno ha tirado por la ventana, las cosas han vuelto por donde solían y en septiembre las listas del Servicio Nacional de Empleo se han engrosado con otras ochenta mil personas más y si la cifra no ha sido todavía peor es porque el dichoso plan aún ejerce algún efecto. Pero para un viaje tan corto no hacían falta tantas alforjas.

¿Qué se ha conseguido con ello? La verdad es que nada positivo y mucho de negativo. Los empleos que se crearon bajo las ayudas del Plan E están desapareciendo a medida que se van completando las obras que se financiaron con ellas, para mayor gloria de un Gobierno y un presidente a quienes les preocuparon más los réditos propagandísticos que podían obtener con él que la eficacia en la lucha contra el paro. Así es que se nos han ido 8.000 millones, que van a engordar un abultado endeudamiento público que crece a ritmos de vértigo en nada que no sea una costosa campaña de publicidad para el Ejecutivo. ¿Y ahora qué? Pues a tirar otros 5.000 millones de euros para seguir manteniendo la ficción de que el paro real en España no es tan grave como de verdad es y de que el Ejecutivo hace algo contra la crisis, cuando es justo lo contrario.

El Gobierno se está equivocando de pleno con su política laboral. Zapatero se creía que con estimular la demanda a base de gasto público todo se iba a resolver; sin embargo, no ha sido así porque la naturaleza de nuestra crisis no es de demanda, sino de oferta y lo que necesita son actuaciones por ese lado, es decir, reformas estructurales. ZP también pensó que no hacía falta una reforma del mercado laboral y la realidad del paro, que ha vuelto a mostrar su rostro más terrible en septiembre, le ha quitado cualquier mínimo atisbo de razón que, por un casual, pudiera tener. Y en vez contener el gasto público y bajar los impuestos, ha hecho justo lo contrario. Así no hay quien cree empleo ni frene la escalada del paro.

Además, y para poner peor aún las cosas, las empresas están dejando de despedir fundamentalmente a los trabajadores temporales y están empezando ya ha hacerlo con los fijos, porque temporales que despedir apenas quedan ya. Eso indica que la crisis, lejos de remitir, sigue yendo a más y las empresas se ven forzadas a realizar nuevos ajustes para poder sobrevivir. Esta es la cruda realidad de la economía española ante la cual el Gobierno y los sindicatos han optado por mirar hacia otra parte o, mejor dicho, por la política del avestruz, con tal de no admitir ni sus equivocaciones ni el fracaso de sus planteamientos ideológicos a la hora de atacar la crisis.

Si las cifras del paro son malas, más preocupantes resultan aún las de la afiliación a la Seguridad Social, que sigue perdiendo efectivos a pasos agigantados. Y aquí ya no se trata de que el Gobierno no esté haciendo nada para invertir la tendencia; se trata de que cuantos menos afiliados a la Seguridad Social haya, menos ingresos va a tener el sistema público de pensiones y más rápidamente va a crecer su déficit. Si estuviéramos ante una crisis de naturaleza coyuntural, las cosas podrían tener un arreglo razonablemente sencillo. Pero lo que ocurre en España es de carácter estructural y no se va a resolver tan sólo con el paso del tiempo. Por el contrario, el hecho de que ZP y los suyos no estén haciendo lo que tenían que hacer está condenando a España a ser la única economía desarrollada –si es que todavía se puede aplicar semejante adjetivo a lo que está dejando Zapatero tras de sí– que va a seguir en recesión en 2010 según todos los organismos internacionales, está poniendo abiertamente en peligro el futuro del sistema de pensiones. Con altas tasas de paro y cada vez más jubilados, ¿cómo se van a pagar las pensiones? ¿Cómo se va a corregir el déficit de la Seguridad Social? De ninguna forma. Y Zapatero todavía pensando en nuevos Plan E. Lo suyo no tiene nombre.(Emilio González/LD)

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