lunes, 14 de diciembre de 2009

EL RETRETE SEPARATISTA.




Publicado Domingo , 13-12-09 a las 22 : 17
MÁS allá de la ratificación demoscópica de que ser catalán representa lo más sublime que le puede ocurrir a un habitante del planeta Tierra, el valor prospectivo de los referendos de la Señorita Pepys, esa moda que tanto furor está causando en el agro local, viene limitado por una premisa implícita tan errada como herrada.

A saber, la que pretende llegado el momento en que, tal como soñó el gran Francesc Pujols, todo ha de salir gratis total a los hijos de esta arcadia feliz. Nadie se extrañe, pues, de que los entrañables rústicos de Sant Jaume de Frontanyà hayan proclamado su afán sedicioso instalados en la vana certeza de que, tras la secesión, el IVA que pagan en Madrid, Sevilla y Betanzos, como el célebre dinosaurio del cuento de Monterroso, seguirá ahí, presto a facilitar que ellos continúen viviendo con envidiable decoro merced a plantar cuatro lechugas subvencionadas.

Mayor interés indiciario posee, sin embargo, la reacción del «establishment» de esta unidad de destino en lo editorial ante tales bullangas. Sobre todo, por el muy clamoroso contraste que —de nuevo— deja entrever entre la opinión pública y la publicada. Empezando por los esforzados escribidores de guardia, siguiendo por los capataces del chiripitiflaútico López Tena y acabando por el propio don José, todo han sido parabienes, elogios, loas, agasajos y bienvenidas a la charlotada. Que si muy legítima; que si indubitada su legalidad; que si gran lección de civismo y democracia; que, por supuesto, manifiestan su más absoluto respeto al simulacro de destruir España; que a título personal votarían sí, faltaría más… Una ecuménica connivencia institucional con los pirómanos que no se compadece con esas «consultas» trimestrales que se vienen celebrando al respecto en Cataluña desde hace lustros, los sondeos oficiales del Centre d'Estudis d'Opinió. Rutinarias catas identitarias que revelan con no menos rutinaria terquedad que el ochenta por ciento de la tropa de a pie sigue queriéndose española.

Una evidencia empírica, otra más, que confirma la patología crónica de la casta dirigente doméstica, eso que «Le Monde» ha dado en llamar «el mal catalán». Un cuadro clínico que cada vez recuerda más a algunos guiones de Buñuel. Repárese al respecto en cómo se ocultan, pudorosos, avergonzados, tras un hilillo de voz imperceptible para defender el orden constitucional antes de volver a confraternizar en el bullicioso retrete separatista. O recuérdese «El ángel exterminador», cuando en la suntuosa mansión está todo dispuesto con tal de celebrar un festín. Y mientras los invitados van llegando, los criados, por enigmáticas razones, abandonan presurosos la casa. Luego, todos los comensales quedarán atrapados allí de por vida. Porque ni la suciedad —el hedor irrespirable del ambiente devendrá vomitivo— ni las infecciones contagiosas que no tardarán en surgir, podrán vencer al pánico que se apoderará de ellos cuando se acerquen a la puerta de salida, un acceso que, en apariencia, nadie les impediría franquear. Clavado, igualito que nuestros muy honorables pacientes. (José García Domínguez/ABC)

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