viernes, 19 de febrero de 2010

DEBATE ECONÓMICO.



Viernes , 19-02-10
MUCHA gente anda preocupada porque piensa que el debate económico del miércoles no ha servido para nada. Y es cierto que no ha habido escena del sofá, pero nadie podía seriamente esperarla porque la democracia tiene sus reglas. Una es que ningún gobierno asume su incompetencia, se echa en brazos de la oposición y le cede las carteras ministeriales. Hubiera sido bonito ver a Zapatero ofreciendo la vicepresidencia a Pizarro, por ejemplo, dado que fue el que mejor acertó en el diagnóstico de la crisis en otro célebre debate, pero no era previsible. Otra es que la oposición no suele abjurar de sus principios y firmar en blanco los cheques del Ejecutivo, para pagar así patrióticamente sus cuentas. A algunos les hubiera gustado oír a Rajoy decir que se iba de viaje planetario a vender la solvencia de la España plural, pero tampoco era demasiado previsible.

Pero el debate no ha sido inútil. Constató que el Gobierno ha perdido la iniciativa y no marca el calendario. Se lo marcan la economía, el diferencial de deuda y la tasa de paro. Muchas de las cosas que oímos en el Congreso eran impensables hace apenas unos meses de no haber mediado la crisis griega y haber superado los cuatro millones de parados. Zapatero ya no es el Partido Socialista, por eso se molestó tanto con el tajo a la yugular que le soltó el líder popular. Tiene que escuchar a sus clásicos y hasta a felipistas como Almunia. El Partido Socialista ya no puede contar con socios baratos y fáciles en el Congreso, ¿quién se arrima a un cadáver político? A su izquierda lo tienen difícil porque los excesos de gasto de años anteriores obligan a un programa draconiano de austeridad no muy diferente del griego y, la verdad, no me imagino a IU o ERC apoyando recortes de gasto social, rebajas del despido y más flexibilidad laboral. Es más, ni usted ni yo nos imaginábamos en esa tesitura al presidente de los derechos gratuitos y no le va a quedar más remedio que hacerlo si no se quiere arriesgar a que le arda el patio trasero.

Y por la derecha, CiU sólo tiene que aparentar responsabilidad seis meses, lo que queda para las elecciones catalanas, y subir la apuesta para cobrarse la cabeza de Montilla.

Por eso está tan desesperado el presidente. Sabe que tiene que girar a la derecha y recuperar la racionalidad económica. Pero no puede reconocer que el PP tenía razón, no digo ya copiarle su programa económico. Por eso necesita responsabilizarle de la falta de resultados, culparle de sus propios errores. Es la misma estrategia que ha aplicado desde que llegó a La Moncloa. No se trata tanto de gobernar, sino de aislar a los populares y conseguir que el cabreo ciudadano se reparta a partes iguales entre los dos partidos mayoritarios.

Eso es lo que yo vi el miércoles, un presidente cuya única obsesión era criticar a Rajoy. Hasta lanzarle el reto infantil de que presente una moción de censura. Un farol muy peligroso para la supervivencia de Zapatero. Porque ha permitido a la opinión pública entender que el Gobierno sólo se mantiene por las reticencias de los nacionalistas a pactar con el Partido Popular. En su órdago a la galería, el líder socialista le ha hecho un flaco favor a sus presuntos apoyos. Ahora son ellos los corresponsables del fracaso socialista en la gestión de la crisis, de su incapacidad para tomar medidas por miedo a enfrentarse con unos sindicatos que nunca en la democracia han actuado tanto como correa de transmisión de consignas de partido.

Y es un problema, porque algún día no demasiado lejano el electorado nacionalista moderado puede comportarse racionalmente y votar también con la cartera, no sólo embriagado de mitología. Si pasase por ejemplo este otoño en Cataluña se habría acabado la legislatura, por obra y gracia del debate del miércoles y de las alegrías retóricas de Zapatero. (F. Fernández/ABC)

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