domingo, 14 de febrero de 2010

LA MENTIRA.










LA MENTIRA.

Dice J.F. Revel, en El conocimiento inútil: ‘La primera de todas las fuerzas que dirigen el mundo es la mentira. Supongamos que es cierto. ¿A qué se debe esta preocupante realidad?



El sociólogo J. Elster nos ha hablado del autoengaño, que es una forma de fracaso de la racionalidad. Supongamos, nos dice, que inicialmente la evidencia no apoya la creencia que yo deseo que sea cierta. Entonces procedo a reunir más pruebas ajustando y actualizando mis creencias a medida que avanzo. Si en algún punto la suma total de las pruebas reunidas hasta ese momento apoya mi creencia preferida, me detengo.



Si adoptamos un concepto laxo de mentira, ahí tenemos un caso habitual. No se trata solamente de mentiras en sentido estricto, como decir que llueve cuando no llueve, o decir que hemos comido cerezas cuando no es el caso. Se trata de la mentira consistente en ‘ajustar’ los hechos a nuestra conveniencia. Este procedimiento, de adecuar la realidad a mis deseos e intereses, se puede hacer sin remordimientos de conciencia, si se dan ciertas circunstancias. ¿Cuáles?



Sin pretensión de exhaustividad, hay que hacer una referencia a la Escuela de Frankfurt. Según M. Horkheimer, hay que poner en cuestión las bases ideológicas de la teoría tradicional. Es decir, poner en cuestión la supuesta neutralidad valorativa y la orientación técnica del saber científico. Esta supuesta neutralidad era, decía Horkheimer, una forma de falsa conciencia ya que no ponía en cuestión el sistema de relaciones sociales existente. Es decir, el capitalismo.



Por tanto, para la Escuela de Frankfurt (Horkheimer, Adorno, Marcase) la tan cacareada objetividad no es lo que parece. En realidad, esta presunta objetividad no es neutral, sino que refleja (o expresa) la estructura de poder imperante, o sea, el mundo capitalista y las ideas dominantes de la burguesía.



El siguiente paso es que los hechos, considerados objetivos por la teoría tradicional, se convierten en ‘productos de una situación social’. Al menos, según la teoría crítica, defendida por la Escuela de Frankfurt. De ahí se puede pasar, muchas veces inconscientemente, a la situación señalada al principio. La de ‘adecuar’ los hechos a mis propios deseos e intereses. ¿Cuáles?



Cuando el objetivo a conseguir es grandioso y admirable, como el de emancipar a la humanidad del sufrimiento producido por el capitalismo, no resulta difícil adecuar los hechos para que ayuden a esta liberación del género humano.


Algo parecido sucedió, recientemente, en la Universidad inglesa de East Anglia. Unas semanas antes de empezar la cumbre del clima de Copenhague (Febrero 2010), se supo que cientos de correos y documentacion fueron hackeados del servidor de la Universidad de East Anglia en los que se pudo comprobar cómo los científicos de dicha Universidad falsearon los datos y destruyeron otros que no les convenían.



Aquí tenemos otro caso de ‘mentiras para salvar el mundo’ que se presentan como verdades. ¿Quién se puede oponer a estas ‘mentiras liberadoras’ dado que pretenden nuestro bien? Solamente los capitalistas sin escrúpulos, sus intelectuales reaccionarios y los ciudadanos-oveja, alienados por la propaganda y el consumismo.


¿Qué importa decir unas mentirijillas en la buena dirección ecologista? Especialmente si las comparamos con la opresión insoportable del capitalismo salvaje y ante el gravísimo peligro de destrucción del planeta por los intereses del dinero y la especulación.



Una consecuencia de la utopía liberadora de la izquierda, es el intervencionismo. Cada vez que la izquierda tiene el poder político, engrandece y magnifica el Estado. Todo lo que puede, o le dejan. Y al hacerlo, aumenta el control sobre los ciudadanos. Y al aumentar el control (¡por su bien, naturalmente!) disminuye su autonomía individual. Aunque la derecha no está libre de pecado.



Pero puede haber resistentes. Gentes que prefieren vivir de acuerdo con sus convicciones y no seguir a la manada. La izquierda está preparada para esto. No solamente los medios de comunicación subvencionados hacen una labor impagable. Perdón, pagable. Luego está la enseñanza, convenientemente dirigida para transmitir lo políticamente correcto.


La penúltima muestra de intervencionismo ideológico del Estado, la tenemos en la discutida y discutible ‘Educación para la Ciudadanía’.

No es necesario extenderse mucho para darse cuenta de lo que sucede. En el mercado hay textos de EpC que fomentan, en los adolescentes, valores que están en contra de los transmitidos por sus padres.


Supone un intento de sustitución de la labor educadora que corresponde a los padres. Como mínimo, un evidente ninguneo de su labor. Que, por otra parte, está reconocida en la Constitución, artículo 27.3.


Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones’.



Finalmente, el que no comulgue con las ‘verdades’ liberadoras y emancipadoras del progresismo oficial, será considerado un facha y un retrógrado. Así, paso a paso, se expanden las ‘verdades’ que interesan a los ‘gobiernos de progreso’ y se introducen, más o menos subrepticiamente, en la mente de niños y adolescentes.


O sea, que Revel no parece descaminado.

Sebastián Urbina.

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