sábado, 15 de mayo de 2010

ZAPATERO Y LA DECENCIA.





ZAPATERO. DÉFICIT DE DECENCIA.


Ver al PSOE en pleno aplaudiendo con entusiasmo una bajada real de las pensiones debe de haber conmocionado a los millones de españoles que todavía se creen que los socialistas poseen el monopolio de la compasión y de la defensa de los desfavorecidos. Muchos deberían haberse dado cuenta hace muchos años, cuando Felipe González reformó las bases de cotización y provocó la dimisión del diputado y entonces líder de UGT Nicolás Redondo. Veamos cuántos son ahora capaces de emular al sindicalista y perder una fuente de ingresos por preservar lo que creen que es justo.

El fervor demostrado por los socialistas hacia un presidente incapaz de presentar una sola medida de reforma económica en medio de la crisis más grave desde los años 40 demuestra parálisis tanto del Gobierno como del PSOE, que en sólo seis años ha pasado de aspirar a ser el corazón de Europa a convertirse en su cáncer. Peor aún, si cabe, las medidas propuestas por el Ejecutivo manifiestan un maquiavelismo intolerable.

Asesorado por expertos electorales, Rodríguez Zapatero ha elegido como víctimas de su plan de reducción de déficit a dos colectivos que, como indican las encuestas, son de los que menos votan a su partido: mayores de 65 años y funcionarios de la Administración Central, cuyas organizaciones sindicales están bastante menos politizadas que las mal llamadas “mayoritarias”. Si a eso le sumamos que el cheque-bebé beneficia a una proporción altísima de inmigrantes, personas sin derecho a voto en las elecciones generales, ZP confía en que el impacto electoral de sus medidas sea mínimo. En cuanto a las protestas, no es probable que los jubilados se echen a la calle, y como no trabajan tampoco pueden organizar una huelga general. También debemos recordar que todavía sigue en vigor la paga de 500 euros a los funcionarios en el primer trimestre de 2012, un amnésico que los socialistas esperan les reporte beneficios, o al menos neutralice los posibles daños, en las urnas.

Por su parte, Mariano Rajoy sorprendió con un discurso bastante más claro y rotundo del habitual y presentó un decálogo que incorpora propuestas propias y ajenas, como alguna de UPyD y otras que le vienen demandando desde sectores empresariales, académicos y mediáticos.

La reducción efectiva del tamaño de la Administración y el estudio de las duplicidades entre el Estado Central y del autonómico, una tarea que debió de haberse emprendido hace décadas, son iniciativas urgentes. También es positiva la reforma laboral que el PP viene defendiendo desde hace tiempo, aunque falta que ese partido presente de una vez un proyecto de reforma real de las pensiones, sólo sostenibles si se inicia cuanto antes el cambio paulatino hacia un sistema de capitalización de las cotizaciones, tal y como recomienda la Unión Europea. Tampoco faltaron guiños electoralistas en el discurso de Rajoy, como la oposición a la bajada de sueldos de los funcionarios.

En fin, que no sé si las medidas de ZP conseguirán reducir el déficit, pero si algo queda claro tras su intervención es que el déficit de decencia y dignidad de su Gobierno no ha hecho sino aumentar, mientras que el de valentía de Rajoy ha experimentado una notable reducción que esperemos se mantenga.

Antonio Golmar es politólogo y traductor.(Factual)

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