lunes, 26 de julio de 2010

NACIONALISMO Y FANATISMO.






(NTN-24) Malcolm Shaw, profesor de la Universidad de Leicester (Reino Unido), añadió por parte serbia que la "integridad territorial es uno de los pilares del derecho internacional y es esencial para la estabilidad y la resolución pacífica de diferencias" entre minorías étnicas que conviven en un mismo territorio.

Shaw argumentó que el principio de integridad territorial se aplica incluso en "situaciones de guerra o en las resoluciones que versan sobre minorías lingüísticas". "Los derechos solicitados por las minorías se pueden lograr dentro del Estado en el que se encuentran", mantuvo el experto.

En su opinión, la resolución 1244 del Consejo de Seguridad de la ONU, que data de 1999, "reafirma la integridad territorial" de Serbia y proporciona a Kosovo, "un alto grado de autogobierno", aunque sea con la intermediación de un organismo internacional como Naciones Unidas.

Otro profesor de Derecho Internacional, Marcelo Kohen, de la Universidad de Ginebra, afirmó en nombre de Serbia que "el derecho a la autodeterminación de los pueblos no sirve de fundamento jurídico para justificar la escisión de un Estado legítimo". Para Kohen, la independencia de Kosovo es ilegal de acuerdo con el derecho internacional, como demuestra entre otras cosas que la comunidad internacional "no ha aceptado, fuera del contexto del colonialismo, la creación de ningún Estado nuevo".

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KOSOVO: ABIERTA LA CAJA DE PANDORA.


Desde que el 24 de marzo de 1999 el entonces secretario general de la OTAN, Javier Solana, ordenara, sin la autorización del Consejo de Seguridad de la ONU, la agresión a Yugoslavia (tan ilegal y tan brutal como la ordenada años después por el trío de las Azores sobre Irak), muchos expertos vimos en aquella agresión -que tuvo el aplauso de ONG's supuestamente ecologistas y pacifistas que jaleaban los bombardeos éticos sobre el país balcánico- el primer acto de una farsa cuyo acto final iba a ser la independencia de Kosovo

Los responsables de aquella agresión no cesaron de asegurar que la independencia de esta provincia no tendría lugar. Pero del mismo modo que cuando contemplamos obras de teatro o películas sobre Troya nadie cree que las negociaciones entre Ulises y Héctor vayan a tener éxito, los invasores-negociadores sobre el futuro de Kosovo (entre ellos Javier Solana, ahora en el papel de Alto Representante de la UE) han estado administrando el tiempo del espectáculo para echar el telón a una independencia anunciada. Sin medir nunca las consecuencias, entonces y ahora, de violar la soberanía e integridad territorial de un Estado sin la autorización del Consejo de Seguridad.

Cierto es que el régimen yugoslavo cometió en los años 80 y 90 un gran cúmulo de dislates políticos y crímenes de guerra y contra la Humanidad, lo que acarreó el desgajamiento de su unidad nacional de cinco nuevos estados (Eslovenia, Croacia, Bosnia-Herzegovina, Macedonia y Montenegro). Fue éste un alto precio para los serbios y una factura imprevisible para todos los europeos cuyo importe en rupturas de unidades nacionales está lejos de tener final.

Los serbios hicieron limpieza étnica en los años 90 asesinando a más de 15.000 albaneses y desplazando de su territorio a 800.000. Pero también el grupo terrorista Ejército de Liberación de Kosovo (UÇK) había asesinado a cientos y cientos de serbios y romaníes, forzando la huída de 200.000 serbios. La única diferencia entre la brutalidad de ambas limpiezas étnicas es de cantidad. En estos nueve años de protectorado internacional su grupo terrorista fue reconvertido en el Cuerpo de Protección de Kosovo (KPM), que ha asesinado y torturado a gusto, como denunció la ONU en repetidos informes, tanto a albanokosovares, como a serbios y gitanos. Además, las iglesias ortodoxas de la provincia y su gran patrimonio cultural han sido objeto de agresiones por los albaneses, crecidos por la protección las fuerzas internacionales. Así, víctimas y verdugos se intercambiaron los papeles. Pero, salvo alguna excepción, los crímenes de las víctimas, como los de los invasores europeos, han quedado impunes.

Estados Unidos propicia el nuevo Estado que favorece su idea de una Europa dividida, frágil e inestable y, ante el mundo, se pavoneará de haber sido la partera de un Estado musulmán, amén de lograr un territorio servil desde el que presionar de cerca a Rusia e Irán. EEUU nunca mide las consecuencias de su política exterior y se volverá en contra de todos los europeos, como cuando armó a los talibanes y al mismo Osama Bin Laden contra el Gobierno comunista afgano.

Asistimos al nacimiento del sexto nuevo Estado en la ex Yugoslavia: Kosovo, lo que parece nimio en aquel contexto de divisiones, pero que tendrá un efecto multiplicador en las fronteras. Los otros cinco estados ex-yugoslavos nacieron a la independencia mediante acuerdos internacionales aceptados por la antigua Yugoslavia, en dos casos tras sendas guerras salvajes. Hubo formalmente un cambio de fronteras aceptado por el Estado soberano cuya integridad territorial se quebraba. Ahora, en cambio, Serbia no da ese consentimiento. Esta es una clave; y la otra es que la Resolución 1244 de 1999, que recondujo la agresión ilegal de la OTAN a un protectorado internacional de la ONU, reafirma el compromiso con el «principio de la soberanía e integridad territorial del República Federativa de Yugoslavia». En uso de esa responsabilidad, el Consejo de Seguridad se niega a aprobar un proyecto de Resolución patrocinado por EEUU y la UE (Francia y el Reino Unido) que reconozca a Kosovo como Estado independiente. Entre otros, Rusia y China lo impiden.

En la UE ha habido una fuerte presión para ir quebrando la resistencia de los estados más sensatos en esta cuestión (Grecia, Italia, Chipre, Rumania, Bulgaria, Eslovaquia) que estiman que puede ser un abismo para Europa. España nunca ha sabido donde situarse y no ha hablado alto y claro. Desde la Segunda Guerra Mundial, el principio de la intangibilidad de las fronteras se ha respetado en Europa: sólo se han modificado por acuerdo entre las partes interesadas. La independencia de Kosovo es un premio a la violencia salvaje y un premio a la invasión en violación del Derecho Internacional por una decena de estados de la OTAN.

Es más que probable que, de forma intencionada, la administración y las tropas internacionales nada hayan hecho por la reconciliación. Separaron a serbios de albaneses (lo que no impidió más de 800 asesinatos de serbios y gitanos) pero no les ayudaron ni enseñaron a convivir y a compartir. La reconciliación no podía ser más difícil que la conseguida de forma tan ejemplar por Francia y otros estados democráticos con Alemania en 1945. También se pudo haber acelerado la adhesión de Serbia -con su provincia autónoma en su integridad territorial- a la UE. Resulta grotesco que a Serbia se le compense con ingresar en la UE en los próximos años a cambio de la ruptura de su unidad nacional y que ingrese también Kosovo. No se puede frivolizar sobre las fronteras alegando la unidad virtual que supone la Unión Eeuropea; si basta la argamasa de la UE, entonces, ¿por qué no se acepta la independencia del País Vasco, Escocia, Cataluña, Córcega, el Estado turco-chipriota, etcétera, dentro de la UE?

Se crea un nuevo Estado por el hecho, sin duda grave, de que la convivencia es imposible entre los ortodoxos serbios y los musulmanes albaneses, pero entonces, la minoría serbia, que precisa de escoltas para moverse de una aldea a otra, tiene también derecho a un Estado separado de Kosovo. Y ya hace tiempo que la ficticia Bosnia-Herzegovina tiene los días contados. Si todo depende de la voluntad de vivir separados cuantos odien y asesinen, la República serbia de Bosnia tiene todos los puntos que exige la UE para crear un Estado. Y en Macedonia la ensalada de pueblos que la forman, en concreto los albaneses fronterizos con Kosovo, verán su oportunidad. Y los húngaros de la Voivodina, y los de Transilvania... Estados étnicamente puros: la solución final para Europa.

Kosovo es una independencia falaz y en violación del Derecho Internacional. Se crea un Estado ficticio al que le faltan dos de los cuatro elementos (población, territorio, organización política y soberanía). Se viola una regla básica: existe un Estado cuando no tiene sobre sí otra autoridad que no sea la el Derecho Internacional. Será un Estado ficticio, falso, en la medida en que no tiene una competencia exclusiva y excluyente y que no puede decidir por sí en función de sus propias valoraciones, percepciones e intereses.

Y la UE incumple sus propias normas (Declaración de 16 de diciembre de 1991), pues Kosovo no reúne ninguno de sus requisitos: proceso pacífico y negociado, Estado de Derecho, respeto a los derechos humanos, respeto a los grupos étnicos y minorías, inviolabilidad de fronteras, etcétera. La UE impone de forma unilateral contra el Derecho Internacional y el Derecho europeo la existencia de un Estado, fruto de una invasión previa, cuya única base jurídica es la violencia. Al reconocer a Kosovo como Estado, ¿qué nos impide reconocer a la República turca de Chipre que sólo existe por la fuerza y bajo el control de Turquía? ¿Por qué no se permite su adhesión a la UE? El Derecho Internacional sólo tiene una vara de medir.

La UE y EEUU son conscientes de que Kosovo no es un Estado viable sino desestructurado antes de nacer y que las bandas criminales organizadas lo dominan todo. Se reconoce que será una independencia «limitada» y «vigilada» y para evitar (¿durante cuanto tiempo?) que maten a la minoría serbia y gitana que aún han dejado con vida, el Consejo de la UE enviará una misión civil (1.800 funcionarios civiles, policías y jueces) a Kosovo sin autorización del Consejo de Seguridad, con el único amparo de una carta del secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, fiel servidor de Estados Unidos.

Frente a la negativa del Consejo de Seguridad a dar su autorización, se argumenta que ésta no es necesaria al ser una acción multilateral de EEUU y la UE. Lo mismo que hicieron el trío de las Azores y los cuarenta que invadieron Irak. Se consuma el desprecio a la ONU y al Derecho Internacional. Primero buscaron con ahínco la autorización de la ONU para arroparse con la legalidad internacional. Cuando ésta se torna imposible, se desprecia y su acción unilateral se disfraza con el marco multilateral.

Lo que el Derecho Internacional prohíbe hacer a un Estado, igualmente prohíbe realizarlo (sólo o) en compañía de otros. La asociación para violar el Derecho Internacional, como para delinquir, no es una eximente sino una agravante. Una irresponsable Unión Europa, con España a la cabeza, se asoma al abismo.

Araceli Mangas es catedrática de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales de la Universidad de Salamanca.

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DERECHO Y POLÍTICA.

Probablemente haga falta ser un consumado jurista para no quedarse asombrado de las enrevesadas sutilizas de la "opinión consultiva" emitida por el Tribunal Internacional de la Haya el pasado jueves 22, a instancias de la Asamblea General, a su vez interpelada por Serbia. Nada de sentencia, y nada de referirse al hecho de la creación de un Estado independiente, ni al reconocimiento de tal Estado por 69 miembros de la ONU. Sólo si la declaración es o no conforme con el derecho internacional, que resulta serlo, porque los distintos documentos de Naciones Unidas sobre Kosovo no lo prohíben expresamente, y lo hubieran hecho si hubieran querido hacerlo.

La Asamblea General ha preguntado si la declaración de independencia es de acuerdo al derecho internacional... No se le pide al Tribunal que tome posición acerca de si el derecho internacional confiere un derecho positivo a Kosovo para declarar su independencia o, a fortiori, si en términos generales el derecho internacional confiere a las entidades situadas dentro de un estado el derecho a separarse de él unilateralmente. No nos lleva muy lejos. Las espadas siguen en alto respecto a lo sustancial y verdaderamente problemático. En efecto, no es lo mismo decir voy a matarte que matarte. Pero cuando hay un cadáver por medio, es cuanto menos curioso opinar judicialmente sobre el dicho y no sobre el hecho y su aceptación o rechazo por miembros de la comunidad concernida, que es la llamada "internacional".

Si vamos al hecho, la Carta de las Naciones Unidas es taxativa. Sólo los territorios que dependen de una metrópoli en calidad de colonias pueden satisfacer sus aspiraciones nacionalistas. Pero, recuperando los términos de la "opinión consultiva", las entidades situadas dentro de un Estado no gozan del derecho de separarse de él unilateralmente.

La ONU es un club de Estados soberanos, la inmensa mayoría de los cuales, si no todos, se consideran naciones, y no sienten la más mínima simpatía por los separatismos en su interior. Su carta fundacional refleja este sentimiento unánime. Naturalmente, los nacionalismos secesionistas no están en absoluto de acuerdo... hasta el día mismo en que hayan logrado su independencia, momento en que aplicarán con todo rigor el principio de la intangibilidad de las fronteras a las entidades territoriales o étnicas que tengan dentro de los nuevos límites que han conquistado. Por más, por ejemplo, que la zona Norte de Kosovo sea compactamente serbia y limítrofe con su madre patria, no les concederán el derecho de autodeterminación.

Y puestos a separar Kosovo del Estado al que pertenecía, más hubiera valido que se hubiese procedido a algunas amputaciones que lo hicieran más coherente y diesen algunas razonables satisfacciones a los perdedores. Habiendo roto un tabú por todos reconocido como un pilar básico del orden internacional, no se atrevieron a hacerlo dos veces de una sola tacada, aún cuando el resultado habría sido mejor. Proclamaron el carácter excepcional de la medida. Dos excepciones seguidas agujerean demasiado la regla. Sin embargo la regla tiene, en la práctica, bastante de colador, y la misma desintegración de Yugoslavia, o la de la Unión Soviética, proporciona numerosos precedentes o algo muy cercano. Claro que los juristas se pondrán tan estupendos como el propio Tribunal en su opinión consultiva y apreciaran infinidad de diferencias jurídicas. Pero de diferencias, precisamente anda el juego. Porque el nacionalismo es la exaltación de la diferencia. Una nación es tal en la medida en la que se siente distinta de las que la rodean. Y en esto las realidades son secundarias. Las percepciones lo son todo.

GEES, Grupo de Estudios Estratégicos.

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