viernes, 23 de julio de 2010

PATRIOTISMO Y NACIONALISMO.














En Época

PATRIOTISMO Y NACIONALISMO.

Con motivo del mundial de fútbol ha aflorado un sentimiento profundo y masivo de patriotismo, como ya ocurrió cuando el campeonato de Europa. Sentimiento en algunos aspectos vergonzante y en otros solo folklórico, pero real en una época en que atacar a España de palabra o de obra es deporte predilecto de políticos e intelectuales; de quienes marcan el camino al pueblo en general, por suerte sin tanto éxito como desearían. En algunas regiones, declararse español y ondear la bandera nacional está tan mal visto por la gentuza mandamasa, que supone un desafío. Y también en Madrid. Me contaban el caso de una profesora de bachillerato madrileña que expresaba su disgusto al ver tantas banderas. Alguien debió haberle dicho: “Es la bandera de nuestro país. Si a usted no le gusta, nadie le impide largarse de él”. Pero no fue así: como excusándose le contestaban sus colegas: “Mujer, es que es el fútbol…”. En una anécdota, el estado de vileza del país.

Viene de lejos. Ya antes de la transición ciertos grupos influyentes evitaban hablar de “España”, y mucho más durante y después de transición. En los círculos de izquierda y separatistas solo podía decirse “Estado español”, expresión idiota por cuanto implicaba la existencia de España, pero que de ese modo perdía su contenido nacional. Una vez, varios amigos hicimos una hoja para recoger firmas contra la entrada en la OTAN, y al presentarla a un grupo de abogados, algunos hicieron notar que la palabra España allí empleada “ofendía a mucha gente”. Con ello se retrataba aquella chusma, que, siendo poca, influía mucho. También la derecha solía sustituir el nombre por referencias a “este país” y similares. “España” llegó a ser una especie de tabú.

Estos dislates y bellaquerías tenían un origen intelectual, procedían y proceden del mal que Julián Marías achacaba a los socialistas: “tienen una idea negativa de la historia de su patria”. Negativa y falsa, como creo haber expuesto en ni reciente Nueva historia de España. Negativismo y falsificación promovidas con empeño por el periódico más influyente entonces, El País. Entre tales actitudes y el odio cultivado en algunas regiones, sorprende que la enfermedad no haya llegado más lejos.

No es infrecuente, por otra parte, la acusación de que defender a España supone caer en “otro nacionalismo” equiparable al vasco, catalán, etc., algo así como caer en una patriotería exaltada y agresiva. Tal acusación revela ignorancia o mala fe. España es una nación histórica, la más antigua de Europa, si acaso en competencia con Francia,


mientras que las “naciones” vasca, catalana, andaluza, gallega y las que vienen inventándose ahora mismo provienen solo de las ambiciones de determinadas minorías basadas en un racismo irrisorio y en la falsificación sistemática de la historia. El nacionalismo no inventa la nación sino que se limita a adjudicarle la soberanía, apartándola del monarca del antiguo régimen. Doctrina democrática, históricamente reciente.


El patriotismo, como la nación, es en cambio mucho más antiguo.

Y hoy encontramos a unos llamados juristas del Tribunal (anti) Constitucional soltando la milonga de que el término nación usado en el estatuto catalán --estatuto no de autonomía, sino de estado asociado-- ¡carece de relevancia jurídica! Y para más burla enfatizan pomposa y vacuamente que la única nación es la española. Culminan así otras muchas burlas hechas a la ley y al sentido común durante largos años. Reducen a España a nación retórica (y provisional, claro) mientras que la nación realmente operativa y cada vez más soberana sería Cataluña. Cuando un tribunal que osa llamarse constitucional, traiciona de tal modo a la nación española y a la decencia jurídica, la descomposición del sistema democrático a manos de una corrupta casta de bergantes está llegando a sus extremos y solo queda reaccionar. Con toda la energía precisa. (Pio Moa)

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