miércoles, 22 de septiembre de 2010

LA CLASE POLÍTICA.












Nuestra deleznable clase política

En España hay numerosos políticos serios, responsables, bien preparados, generosos en el servicio al bien común. Pero en líneas generales la clase política española es mediocre y deleznable. Las grandes inteligencias nacionales están en los bufetes de abogados, en los estudios de arquitectura, en la dirección de los periódicos impresos, hablados, audiovisuales y digitales, en la Iglesia y las Fuerzas Armadas, en la cátedra universitaria, en la investigación y en la ciencia, en la empresa privada, en las profesiones liberales, en la banca y las entidades financieras… A la clase política, salvo excepciones, se dedican las segundas y terceras filas de la vida nacional, gentes sin preparación, sin sentido de la responsabilidad, sin capacidad oratoria, sin otra cualidad que la cara dura.

En Inglaterra, en Estados Unidos, en Francia, las familias incorporan a la vida política a algunos de sus más cualificados individuos. En España, no. En España se dedican a la política, demasiadas veces, los que no saben nada. Y, claro, se produce casi inevitablemente la corrupción de la mediocridad. He dicho en alguna ocasión que los políticos sin oficio ni beneficio, que no tienen donde caerse vivos cuando finalice la mamandurria pública, ceden a la tentación corrupta, si bien no todos, claro, ni siquiera los más. El pueblo español asiste atónito al saqueo de los caudales públicos en beneficio de los bolsillos particulares.

Y ahí están las nuevas cifras asustantes. Las tres Administraciones deben ya 600.000 millones de euros, es decir, casi el 60% de nuestro Producto Interior Bruto. Estamos a tres puntos del límite establecido para la deuda por la Unión Europea. Multiplicamos por cuatro el déficit y hemos alcanzado la frontera de la deuda.


Para que el lector de EL MUNDO tenga una idea más clara de la situación, basta con decir que cada español debe 13.000 euros. Un matrimonio con tres hijos pequeños, por ejemplo, adeuda 65.000 euros. Un auténtico Himalaya. Y ¿a quién tenemos que agradecer semejante situación? A nuestra deleznable clase política que dispara con pólvora del rey y gasta y gasta sin cesar. En 1977 había en España 600.000 funcionarios. Hoy sobrepasamos los 3 millones. Los partidos políticos casi sin excepción han colocado, a cargo de los impuestos con los que sangran al ciudadano, a sus parientes, amigos y simpatizantes. Y, además, se ha inventado centenares de empresas públicas casi todas deficitarias para prorrogar los alardes de nepotismo.

Hay ciudades como Madrid en que una buena parte de los edificios de envergadura están ocupados por las tres Administraciones que gastan sin tino en suntuosidad y derroche. Los políticos mediocres y zangolotinos se recrean y regocijan en el despilfarro, en los viajes gratis total, en las comilonas incesantes, en las suculentas dietas, en los despachos redecorados, en los automóviles de 500.000 euros, en las manadas de chóferes, escoltas, asistentes, secretarias y servidores de varia condición. No existen límites. Paga el contribuyente. Una ministra que hacía senderismo en la sierra madrileña fue picada por una avispa. Cogió su móvil y ordenó que viniera a buscarla un helicóptero para trasladarla al hospital. Sirva esta historia como botón de muestra del incesante escándalo en que se ha convertido la clase política española.

Y, claro, las encuestas no sólo sitúan a nuestros políticos en lugar destacado del desprecio popular sino que, incluso, los ciudadanos han instalado a la clase política en el tercer puesto en cuanto a la preocupación popular, tras la crisis y la inmigración y, por encima, incluso, del terrorismo y la seguridad. Conviene recordar que la atrocidad del fascismo y el nazismo triunfó el siglo pasado por el descrédito de los partidos políticos. Y que el avance de la extrema derecha en toda Europa pone los pelos de punta.

La deleznable clase política que padecemos, se ha juergueado, en fin, nuestro dinero y ahora resulta que además del pertinaz acoso fiscal al que estamos sometidos, cada español debe más de 2.000.000 de las antiguas pesetas. (Red Liberal)

Por Luis María Anson, miembro de la Real Academia española. Publicado hoy en El Mundo

No hay comentarios: