viernes, 24 de septiembre de 2010

ZAPATERO NOS LLEVA A LA RUINA.


Día 24/09/2010
LA caja única de la Seguridad Social es un símbolo, un ente virtual. Las cuotas que pagan empresarios y trabajadores no llevan un sello especial, un distintivo rojo con las palabras «No Tocar». Se ingresan en una cuenta de la Seguridad Social que tiene múltiples vasos comunicantes con la cuenta general del Tesoro. De hecho, se hacen regularmente anticipos para cubrir déficits de tesorería. De esas cuotas no solo se pagan las pensiones contributivas, sino el seguro de desempleo, la formación profesional, los complementos de garantía salarial. Tanto se ha querido aislar el devenir de estos gastos de las políticas presupuestarias coyunturales que cuando un gobierno decreta bonificaciones a las cuotas para fomentar el empleo de determinados colectivos de trabajadores o de determinadas actividades económicas, se hace una transferencia desde la cuentas del Tesoro.

Para garantizar la autonomía financiera de la Seguridad Social. La caja única se ha convertido en un símbolo de la unidad nacional, de la igualdad de todos los españoles ante la ley. Por eso los gobiernos democráticos se habían negado a tocarla, a transferirla en todo o en parte, a pesar de que es cierto que el Estatuto de Guernica lo contempla. La inspección de Trabajo tampoco se había tocado nunca, porque en la aplicación de criterios homogéneos, en la garantía de un plan directivo nacional, se entendía por sindicatos y empresarios que radicaba la unidad del mercado de trabajo. Los agentes sociales saben que la proximidad de la Administración al administrado no es siempre garantía de un mejor servicio, sino frecuentemente, como en la inspección tributaria o en la política de suelo, una fuente de clientelismo y politización.

El acuerdo alcanzado entre Zapatero y Urkullu ha acabado con ese mito, ha roto uno de los escasos consensos que mantenían la unidad de la España democrática. Y como tal símbolo roto hay que tomarlo. Estoy seguro que habrán encontrado un texto alambicado y farragoso que sea presuntamente escrupuloso con la legalidad, como también que será impugnado y tendremos un nuevo motivo de polémica constitucional. Soy consciente de que la idea de solidaridad nacional había sido erosionada mucho antes, desde que se aceptó que las comunidades pagaran pensiones complementarias siempre que no se le llamaran pensiones, o se le puso límite cuantitativo y temporal a la solidaridad en el nuevo Estatuto de Cataluña. Sé también que en el cálculo concreto de lo que no es más que una previsión presupuestaria, el régimen de concierto juega siempre a favor de los vascos porque se ha incorporado al cupo y por lo tanto se quedarán con esos 472 millones de euros pase lo que pase.

Se ha abierto la veda para que un parado vasco cobre más que uno de Asturias o de Murcia. Ha caído un símbolo y empieza la cuenta atrás. Poco tardarán catalanes, andaluces y valencianos en demandar lo mismo. A fin de cuentas también lo tienen reconocido en sus estatutos.

Tendremos oportunidad de ver la coherencia del Partido Popular. España no se rompe por movimientos telúricos, ni invasiones foráneas, sino por estas pequeñas cosas. Son estas decisiones menores, administrativas, innecesarias e interesadas las que van erosionando la idea de unidad nacional. Esas decisiones que llevan a que lo menos importante de unos presupuestos sean las cifras mismas. España se rompe porque algunos partidos nacionales han dejado de creer en ella, en el español como sujeto de iguales derechos y obligaciones, y la han sustituido por un concepto discutido y discutible, sujeto de negociación partidista. (Fernando Fernández/ABC)
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¡Vote progreso! ¡Vote ZP!

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