miércoles, 20 de octubre de 2010

LA FILFA DE LA UNIDAD DE LA LENGUA.

AL GRANO

ANTONIO ALEMANY DEZCALLAR

La filfa de la unidad de la lengua

Me pregunto cómo fueron capaces de tanta excelsitud Tucidides, Esquilo, Sófocles o Platón, relatando la Historia, escenificando las grandes cuestiones del alma humana o filosofando sobre el arte, la política y el amor: no existía un Institut d’Estudis Grecs que velara por la pureza de la lengua o por su unidad. Tampoco tienen una explicación racional Cicerón, Virgilio o Ulpiano cuando, en Roma, lograron cimas en la retórica, la épica y el Derecho: no existía un Institut d’Estudis Romans que fijara los cánones rigurosos del latín político, del latín literario y del latín jurídico. Y es esta ausencia del Institut d’Estudis Romans lo que explica que Ramón Llull se permitiera la osadía de crear una monumental obra en el romance derivado del latín. La historia se repite: Garcilaso, Lope, Calderón y Tirso, Cervantes, Quevedo y Gongora tuvieron la fortuna de que no existiera el Institut d’Estudis Castellans y ni siquiera la Real Academia de la Lengua Española que disciplinara, vigilara impusiera la lengua en cuyos dominios no se ponía el sol.

Y peor aún: si hubiera existido un Institut d’Estudis Romans en una especie de avant match de fascismo lingüístico, hoy seguiríamos hablando latín, el castellano no habría nacido, ni el mallorquín y su hijuela el catalán, ni el francés, ni el italiano. Adiós al Dante, al Petrarca, a Maquiavelo, a Montaigne y a Descartes, a Delibes, Vargas Llosa y Borges, a Lorenzo Villalonga y Costa i Llobera. Las mesnadas del Institut d’Estudis Romans hubieran establecido comisarios políticos por todos los rincones del mundo occidental, hubieran provocado inmersiones lingüísticas para los heterodoxos que tuvieran veleidades romances y, como la nación es la lengua, el Imperio Romano sería toda Europa, con unos bárbaros en sus fronteras que acabarían siendo romanizados, es decir, normalizados, es decir, latinizados. Fue una gran suerte para la Humanidad que no existiera ningún Institut d’Estudis Grecs o Romans o, tal vez y según como se mire, una desgracia: hoy no tendríamos que soportar al Institut d’Estudis Catalans, a la Sección de Filología de la UIB o a las mesnadas de comisarios políticos infiltrados en todas las instituciones.

Quiero decir: esto de la “unidad de la lengua” que aloca, incluso a mentes en otros aspectos, lúcidas, es un estúpido camelo que carece de antecedentes en la historia de la lingüística mundial. Las lenguas no están jamás “unidas” porque la “unión” significa fijación y esclerotización. Las lenguas son realidades dinámicas que se rigen por el mismo ritmo vital de la Tierra: nacen, crecen y se mueren. Y se reproducen por partenogénesis o mitosis como se prefiera, y valga el símil. Es decir, una lengua alumbra otra lengua y, ésta, a otra y así sucesivamente. Así ha ocurrido desde que el mundo es mundo y este es el mito de la Torre de Babel como paradigma de la variedad lingüística de la Humanidad.

Sólo los fascismos sacralizan la unidad de la lengua, la Alemania protonazi de una lengua, una tierra, una nación o el catalanismo militante de la sacrosanta unidad de la lengua. No hay razón alguna de tipo lingüístico que justifique esta extraña pulsión unitaria que roza la patológico cuando provoca estas místicas unitarias. Por esto la filfa de la “unidad de la lengua” no es un concepto lingüístico, sino un concepto “político”. La unidad de la lengua es una variante del silogismo que tantas veces he citado: la nación es la lengua, nuestra lengua es la catalana, ergo, somos nación catalana. La unidad de la lengua es un paradigma de esta gran superchería de los “países catalanes” y, de hecho, es la única categoría conceptual que le sirve de soporte. Cuando algunos indocumentados del PP emiten gemidos de fe en la unidad de la lengua es porque han interiorizado todo el apostolado catalanista que identifica lengua con condición catalana. Su oceánica ignorancia les lleva a pensar que la Inquisición catalanista les quemará en un auto de fe si no hacen profesión de unidad de la lengua. Se comportan como se comportaban los xuetas conversos para evitar ser quemados por los inquisidores: proclamaban y exageraban los signos externos cristianos para salvar el pellejo. Sorprende que, a estas alturas de la Historia, en una democracia y en un estado de derecho, se produzcan estas situaciones de intolerancia inquisitorial que nos retrotaen a un siniestro pasado.

La unidad de la lengua no es sólo una estupidez, sino un imposible lingüístico. Se puede ser un buen mallorquín, un buen español e, incluso, aunque, por lo visto, más difícil, un buen catalán sin profesar la unidad lingüística. Se puede hablar un excelente mallorquín, castellano o catalán sin unidad lingüística. Y, desde luego, lo que no cabe pretender es poner puertas al campo de la evolución lingüística. Como el griego, como el latín, el mallorquín y el castellano desaparecerán y alumbrarán lenguas-hijas. Influirán en el proceso razones de mercado- de mercado lingüístico- de utilidad, de interacción con otras lenguas, de demografías varias y de interdependencias políticas y económicas.

Y, por favor, que políticos, periodistas y profesores dejen de poner voz trémula, transida de emoción y de tonalidades apocalípticas cuando exhiben su partida de bautismo crismal que certifica su condición de cristobitas escenificando la unidad de la lengua. Porque es una estafa esta proclamación solemne en la medida que oculta algo que nada tiene que ver con la lengua, con su unidad, con su desunidad, con su grandeza o con su miseria. Lo que ocultan es la miserable utilización de la lengua puesta al servicio de este imposible histórico que llaman “países catalanes”. Lo lamentable de todo este asunto son dos cosas: primera, al prostituir la lengua poniendola al servicio de la causa catalanista, la han politizado y, en consecuencia, la han sentenciado a muerte; y, segunda, desgraciadamente siempre hay “tontos útiles” que se prestan a propagar la impostura.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Es difícil decir mayor número de sandeces en menos palabras. Alemany es, simplemente, decadente en todos los sentidos.

Anónimo dijo...

1. Per ser una persona que renega de la disciplina i de la vigilància de la Real Academia Española, aplica les seves normes i regles de manera fantàstica. El resultat? Una llengua estàndard pulcre, unificada i fàcilment comprensible per a qualsevol castellanoparlant d’arreu del món. No deia que la unitat lingüística era un impossible? Idò, com punyetes per escriure utilitza el principal exemple d’aquesta unitat? Sap el senyor Alemany que les llengües estàndard, inclosa la que utilitza, són creacions polítiques? O ens vol fer creure que només ho és la catalana.
2. Segurament, hi ha ments maquiavèl•liques que segueixen aquest sil•logisme alemanyià: unitat del català=nació catalana. Però al nostre país que hi hagi una llengua comuna és un designi diví o una llei, “política”? Ha llegit la Contitució? No se sacralitza una llengua comuna per a tots els habitants de la nació?
3. Acusa els catalanistes de prostituir la llengua per posar-la al servei d’interessos polítics. És possible: nala gent n’hi ha per tot. Però, això és, curiosament, el mateix que fan ell, Delgado, Bauzá, “Circuls Balears” (catalanoparlants convinçuts i exemplars) i aviram de la mateixa corda: destacar diferències on no existeixen. La diferència és que uns defensen una veritat que ningú amb dos dits de seny posa en dubte (com ningú posa en dubte que el que parlen a Andalusia, Madrid, Zamora, Buenos Aires o Mèxic DC, és la mateixa llengua), mentre els altres només vomiten dois i mentides fonamentades amb la mala fe.

Sebastián Urbina dijo...

Para el primer anónimo. La verdadera decadencia está en criticar a alguien y no utilizar ningún argumento.

Joan dijo...

Els nazis mai varen sacralitzar la llengua alemanya. El seu lema era Ein Volk, ein Reich, ein Führer (un poble, un imperi, un cabdill). On és la llengua?

Els espanyols sempre han sacralitzat la llengua castellana: Siempre fue la lengua compañera del imperio.

Sebastián Urbina dijo...

Desconozco si los nazis sacralizaron el alemán. Lo que afirmo es que no es cierto que España sacralizara el español, la lengua del imperio. Leer, 'La gente de Cervantes' y 'Lengua y patria¡ de Juan Ramón Lodares.

Anónimo dijo...

Pareix que per a alguns només existeixen en Gregorio Salvador i en Lodares (en pau descansi). Jo li recoman en Moreno Cabrera.