domingo, 28 de noviembre de 2010

EL OASIS. CAT.



Día 28/11/2010.

No todo ha sido malo en la campaña electoral catalana, aunque lo parezca. Su propia inanidad y pestilencia ha descubierto los secretos mejor guardados de aquella comunidad desde que empezó a autogobernarse: la engolada vaciedad de la política catalanista.

La ínfima talla de sus políticos. El fracaso de sus planes. El terreno que han perdido. Hace 40, 30, 20 años, Cataluña era un modelo para el resto de España. Su parte más rica, culta, internacional y abierta, hacia donde se dirigían torrentes de españoles. Hoy, muy pocos lo hacen por saber que Cataluña ya no es la tierra de las oportunidades.

Tres décadas de catalanismo excluyente la han encogido hasta el punto de que los catalanes más innovadores están fuera de Cataluña. Y lo más grave es que esto ocurre precisamente cuando el mundo se convierte en un escenario global.

Siguiendo al flautista nacionalista, Cataluña ha perdido no sólo riqueza, estima, prestigio y protagonismo, sino también lo más precioso: el tiempo. La traca final de esa deriva contra corriente estuvo a cargo del tripartito, una alianza antinatural de socialistas e independentistas, que hoy repudian todos, empezando por sus propios componentes.

Pero no ha sido sólo el fracaso de un pacto contra natura. Ha sido el fracaso de una política inviable, que ha terminado tragándose a sus protagonistas y dejado al descubierto las deficiencias catalanas. Miquel Roca ha pedido al próximo Gobierno «recuperar el respeto que Catalunya tenía». O sea, que ha perdido. Artur Mas ha prometido «devolver a Catalunya su orgullo». O sea, que ya no tiene. ¿Por qué? Esa es la pregunta que no se atreven a hacer los catalanes, aunque su respuesta es bien sencilla, si bien dolorosa: porque han dedicado su tiempo, sus esfuerzos, sus recursos a la creación de un Estado catalán, que en las circunstancias actuales no es viable, y mañana lo será posiblemente menos.
¿Han aprendido la lección? Como son gente sensata, sospecho que la mayoría, sí, aunque no lo reconozcan. Por eso van a votar mayoritariamente a CiU.

¿Y han aprendido los líderes de CiU la lección? Me temo que sólo a medias. Mas ya no pide la independencia, «cuyo momento no ha llegado», dice. Se contenta con un «concierto económico» similar al vasco, por el que Cataluña recaudará todos los impuestos en su territorio, para ceder al Estado español lo que crea gasta allí. O sea, la independencia económica.
Sigue, por tanto, con la idea, aunque sabe que la Constitución no lo permite y Zapatero no puede dárselo, aunque quisiera.
Pero al menos el tripartito se ha acabado y han sido los propios catalanes quienes le han puesto fin. Eso sí, tras sufrir un mandato miserable y una campaña electoral cutre. ¿Quieren una prueba mejor de que son españoles? (José María Carrascal/ABC)

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