jueves, 16 de diciembre de 2010

CANDIDATOS A PERDER.












CANDIDATOS A PERDER.
CON dieciocho puntos de ventaja y la marca PSOE en saldo, el PP ha empezado a mirar con estoicismo el fragor de nervios que se ha desatado en las filas socialistas, donde hay abierto un debate sobre quién debe ser el candidato a perder las elecciones.

Con su estilo cansino y su baja valoración personal, Mariano Rajoy ha impuesto al trantrán la estrategia de oposición tranquila, al modo de la aznarista lluvia fina; le pongan a quien le pongan delante lo va a liquidar casi inevitablemente porque el cambio ha cuajado en las tripas de la opinión pública. Todo el ruido de fondo que se oye entre los escombros del zapaterismo no es más que una discusión sobre el tamaño de la derrota. Si el candidato vuelve a ser Zapatero se producirá un descalabro abismal, memorable; si es Rubalcaba quizá pueda lograr un resultado decoroso; si sale Carmen Chacón o algún otro —¿Patxi López?— palmará de manera irreversible.

Los barones territoriales, que son los primeros que van a dar la cara en mayo ante las urnas, ya no esconden el pavor a una barrida. Y en el Grupo Parlamentario no solo temen la mayoría absoluta del centro-derecha: después del batacazo de Montilla están aterrorizados por el fantasma de los cien diputados propios, que es la frontera simbólica del cataclismo, de la catástrofe.

El problema añadido es que Zapatero, atrincherado en el búnker monclovita tras el parapeto de la co-presidencia, ha perdido el control de un partido en el que nunca tuvo un auténtico liderazgo moral. Su autoridad se cimentaba en las victorias y en la frialdad con que ejecutaba cualquier atisbo de disidencia. Ahora que es marca perdedora, todo el mundo busca salvarse por su cuenta, sin que surjan poderes alternativos sólidos porque cada cual está tomando posiciones para la purificación poselectoral o para unas eventuales aunque poco probables primarias. Nadie parece conocer tampoco las claves del pustchinterno que entregó el Gobierno a Rubalcaba, un movimiento cuyo efecto gaseoso se ha disipado en las primeras encuestas.

El día 20 sale en Andalucía un sondeo semioficial que puede resultar demoledor, y no sólo para Griñán; con los resultados que pronostica y los del pasado noviembre en Cataluña, Rajoy entraría en La Moncloa bajo palio. Los socialistas temen perder Barcelona y Sevilla en las municipales, y Baleares y Castilla-La Mancha, incluso tal vez Aragón, en las autonómicas. Cualquier derrota menor en mayo les parecería un alivio, aunque esconde el riesgo de aplazar la catarsis.

Así las cosas, el socialismo vive en auténtico estado de alarma sin necesidad de decreto. Todos miran a Zapatero y encuentran una esfinge cataléptica escondida en el silencio. Quizá Rajoy debería aflojarle la presión porque a día de hoy es, quién lo iba a decir cuando hasta hace bien poco sucedía al revés, su valor más seguro y confortable. (Ignacio Camacho/ABC)

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