domingo, 6 de febrero de 2011

¿QUÉ HACER?




¿Qué hacer con Cataluña?

11 de Febrero de 2010 - 07:51:47 - Pío Moa

Tenía pendiente contestar al artículo de Federico sobre Cataluña. Coincidimos en bastantes cosas fundamentales, como que el problema nace tanto, al menos, de Madrid como de los nacionalistas, y que gran parte de las tendencias liberticidas del resto de España vienen de la Cataluña dominada por los separatistas (he tenido unas cuantas experiencias directas de lo que entiende allí esa gente por democracia, como el silencio absoluto sobre algunas conferencias mías en Barcelona, o mis salidas forzadas de La Razón y de El Economista, originadas en la Cataluña hoy en vías de transformarse en Catalufia).

Los nacionalismos catalán y vasco tienen entre sus componentes esenciales el racismo, como sabe todo el mundo en el caso del vasco y ha explicado Paco Caja en relación con el catalán. Un racismo que, aparte de su maldad, es singularmente ridículo, por cuanto las “razas” catalana o vasca son básicamente indistinguibles de la andaluza, la asturiana o la extremeña. Pero del común racismo, Sabino Arana y Prat de la Riba extrajeron conclusiones distintas. Para el primero, la “raza” vasca debía preservarse pura e incontaminada mediante la secesión absoluta de las Vascongadas, mientras que Prat pensó que la superioridad racial debía convertir a Cataluña en potencia hegemónica, imperialista, sobre el conjunto de la península, inventándose para ello un enemigo, Castilla, a la que debía heredar como nación rectora de Iberia, cuando Castilla hace siglos que perdió ese papel. Como la idea era completamente anacrónica y ridícula, el nacionalismo catalán ha oscilado entre su proyecto de chulear al inferior resto de España y un separatismo resentido: “ya que no aceptáis nuestras aspiraciones, nos vamos”, eso sí, llevándose de pasada a los “països catalans”, como tienen a bien llamar a Valencia y Baleares.

La verdad es que entrar en las historias y razonamientos de estos separatismos resulta fastidioso, porque es meterse en el reino de la chifladura y la majadería, cosa muy distinta de ideologías mucho mejor articuladas como el marxismo. Algo de ello he expuesto en el libro Una historia chocante, y conviene entrar en los de Jesús Lainz sobre los mismos temas para comprobarlo. Alguien debería hacer un estudio crítico-biográfico de los principales personajes históricos de esos nacionalismos, para exponer su extrema mediocridad intelectual y barato oportunismo político. No son, desde luego, glorias de las respectivas regiones, a las que solo han aportado violencias, convulsiones inútiles y ataques a la libertad.

Pero el hecho es que, entre la demagogia separatista desatada desde la transición –siempre en conexión con el terrorismo– y la miseria política del PSOE y el PP, que solo por un breve período, con el Pacto por las libertades y contra el terrorismo, pareció camino de remediarse, hemos llegado a una situación en la que el clima y las tendencias secesionistas parecen imponerse. ¿Qué hacer ante esta situación? Muchos son partidarios de decirles “¡Váyanse de una puñetera vez y dejen de envenenar a todo el país!”. Pero ¿a quiénes se dirigiría esa despedida? Los catalanes y los vascos siguen sintiéndose mayoritariamente españoles, según las encuestas, lo que no deja de ser pasmoso habida cuenta de la dejación de la idea nacional por los políticos y la mayoría de intelectuales, allí y en toda España. No obstante, el terreno perdido ha sido mucho, y recobrarlo, cosa que no va a ser fácil, es el único camino posible. Afortunadamente los signos de recuperación, aun si débiles, ya están apareciendo.

No vale decir que “la Cataluña real no se alza contra la Cataluña oficial”, porque, ¿ha sufrido España en mucho tiempo un gobierno más abyecto que el actual? Y sin embargo pocos se alzan contra él, y la resistencia ha sido asfixiada, al menos de momento, por Rajoy y su camarilla. No, Cataluña sigue siendo parte de España, y sus problemas son los mismos que los del resto: la corrupción intelectual, económica, moral y política es la misma, aunque en algunos aspectos el nacionalismo catalán vaya en cabeza. Los separatistas vascos no han hecho menos daño a las Vascongadas y a toda España que los catalanes, y el problema en Galicia va camino de enconarse. El PP y el PSOE acaban de inventarse otra “realidad nacional” en Andalucía: alguien me comentaba que allí la gente se lo tomaba a cachondeo, pero con unas décadas de “educación” en tales ideas ya veríamos por donde salía el cachondeo. ¿Vamos a decirles a todos: “sálganse con la suya y lárguense de una vez”? Pues sí, tendrán que largarse alguna vez los separatistas. Pero sin Cataluña, sin las Vascongadas, sin Galicia y sin Andalucía. Su mayor debilidad está en el propio carácter, disparatado y antidemocrático, de su ideología, y su mayor fortaleza en las actitudes de la chusma política “de Madrid”. Pero esto último tiene que cambiar. Nos jugamos demasiado para que la farsa continúe indefinidamente.

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