lunes, 14 de marzo de 2011

NUCLEARES






¿TSUNAMI NUCLEAR?


En 1923 Japón sufrió un terremoto con epicentro en la región de Kantó. La sacudida de la tierra provocó la muerte de 100.000 personas, a lo que hay que sumar otras 40.000 cuyo paradero se perdió con la catástrofe. Aquel terremoto fue tan devastador que el Gobierno nipón declaró el primer día de septiembre, aniversario del seísmo, "día de prevención de las catástrofes".

El "gran terremoto de Kantó" fue de grado 7,9 en la escala de Richter. El que sacudió Japón el pasado viernes fue de grado 9,0, es decir, más de diez veces mayor, ya que la Richter es una escala logarítmica de base diez. Es la magnitud que tuvo el famoso terremoto de Lisboa que ocurrió el día de todos los santos de 1755. Destruyó gran parte de la ciudad y fue tan violento que llevó a muchos a dudar de la existencia de Dios.

Este terremoto es el cuarto más grande jamás registrado, y las peores perspectivas apuntan a que podrían haber muerto diez mil personas, muy lejos del mortal recuento de hace 88 años, pese a que la población se ha doblado en este período. Japón es ahora mucho más rico y por tanto tiene muchos más medios puestos al servicio de la seguridad de sus ciudadanos. La riqueza salva vidas.

El temor, ahora, es que a la sacudida del suelo y al tsunami le sigan un terremoto nuclear. Ya hay insensatos que hablan de un posible Chernóbil. En primer lugar, aquel accidente mató a 56 personas; si se repitiese no sería el mayor de los problemas, visto el número de muertos. En segundo lugar, el accidente de Chernóbil alcanzó el grado 7 en una escala que va del 1 al 7. El de Three Mile Island, en el que no hubo muertos ni afectados, alcanzó el grado 5. Y el de la central nuclear de Fukushima Daiichi es de 4. Una persona podría pasar en la central un día y recibiría la radiación máxima aconsejable para un año. Para que fuera equiparable a Chernóbil habría que multiplicar la radiación liberada por 3,6 millones. No es la única central que ha tenido problemas, pero todos, a esta hora, parecen estar solucionándose.

La tecnología nuclear parece haber superado su prueba más dura. Los que esperaban tener un motivo para frenar el renacimiento de la energía nuclear se han quedado sin su catástrofe. Y los que confiamos en la tecnología tenemos ahora más motivos.

Si la riqueza salva vidas, como acabamos de ver, la energía nuclear también, porque contribuye eficazmente al desarrollo económico. A los ecologistas no les gusta por eso, y porque lo único que necesitamos para adoptarla es conocimiento y capital. Y no sólo tenemos ya ambos, sino que tendremos más en el futuro. Un futuro muy negro para las pretensiones ecologistas. (José Carlos Rodriguez/ld)

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