jueves, 14 de abril de 2011

II REPÚBLICA






LA II REPÚBLICA, PRINCIPAL MITO HISTÓRICO DEL SIGLO XX.


Después del éxito de convivencia que supuso la Transición Política, ¿era necesario reabrir ese debate? «El “mito de la República” es el principal mito histórico de España de todo el siglo XX —responde el historiador e hispanista norteamericano Stanley G. Payne a ABC—. La fundación y desarrollo de la República nada tuvieron que ver con la Transición a la democracia de 1976-77, salvo como una especie de espantapájaros sobre cómo no hay que hacer una transición. Lo que ha invocado el Sr. Z no es la Historia, sino el mito. Si eso se tomara en serio, significaría la destrucción de la democracia actual».

—En algún momento se ha denunciado un supuesto «pacto de silencio» que habría impedido depurar históricamente aquel periodo histórico…

Ese «pacto de silencio» es otro mito. Nunca hubo tal cosa. Lo que existía era un acuerdo mutuo de dejar la Historia a los historiadores e investigadores, con el entendimiento de que nadie trataría de emplearla como argumento partidista o sectario, acuerdo con el cual se cumplió. En aquella época no hubo el menor silencio de parte de los periodistas e historiadores, que publicaron numerosos reportajes y trabajos sobre la Guerra Civil y la represión... Un «pacto de silencio» no describe la Transición, sino la actuación de algunos sectores de las izquierdas actuales, que imponen el silencio con respecto a cualquier aspecto de la Historia que no les gusta. Además, en ciertos aspectos, las izquierdas han roto el acuerdo de la Transición en cuanto utilizan argumentos —normalmente falsos— de la Historia en la lucha partidista.

—Algunos critican la Ley de Memoria Histórica afirmando que se ha hecho un uso perverso de la Historia, hasta el punto de haber acusado al PP de ser franquista… ¿Qué piensa de ello?

Pero eso ya lo empezó Felipe González en la campaña de 1993, y es siempre una tentación, porque el PP resulta dialécticamente tan débil… En cuanto a esa ley de 2007, hay que distinguir entre los aspectos humanitarios y arqueológicos, y el aspecto político. Aquellos son deseables y justos; éste es un intento partidista de falsificar la Historia.

—¿Cómo valora ideológicamente las dos legislaturas de Zapatero?

En enero de 2005 predije en una entrevista que el Sr. Z sería el peor presidente de la época democrática. Desafortunadamente, acerté por completo.

—La República se funda tras la crisis del 29, que hizo pensar a muchos que el capitalismo agonizaba. El fascismo y el comunismo enardecían a las multitudes y se palpaban grandes «progresos» económicos en Alemania, la URSS, Italia…

Claro que la coyuntura no fue especialmente favorable para la República. Pero España marchaba a su propio ritmo. Ni el fascismo ni el comunismo fueron importantes durante la República, salvo en la etapa final en que esta ya se desmoronaba por otras razones. Y los efectos de la Depresión golpearon con bastante poca fuerza en España. El paro urbano fue mucho menor que en otros países y la economía se recuperaba entre 1935 y 1936, hasta que llegó el desastre del Frente Popular. El desastre no ocurrió por culpa de la coyuntura y la Depresión, sino por culpa de los españoles. ¿En qué otro país hubo guerra civil durante la Depresión?

—¿Estaba el nuevo régimen, de naturaleza tan urbana, en condiciones de comprender la —usemos el tópico— España profunda?

—Las izquierdas querían ser contundentes y exclusivistas, cosa que consiguieron, pero eso contribuyó al desastre. La idea de que se podría excluir permanentemente a los católicos de la vida política y gubernamental, y mantener un sistema parlamentario, fue un delirio entonces solamente posible en España.

—Curiosamente, al periodo de mayor estabilidad social y mejora económica de la República se le bautizó como el «bienio negro» (1933-1935) y se corresponde con los gobiernos centristas de Lerroux…

Las derechas fueron torpes y no se aprovecharon muy bien de sus posibilidades, pero respetaron la Ley, algo que no hicieron las izquierdas. Aún más torpe fue el presidente Alcalá Zamora, creyendo que podría «centrar la República» a través de sus manipulaciones constantes. El efecto fue el contrario, pues hizo imposible la estabilidad.

—El ala hegemónica de la UGT y el PSOE promovió la Revolución de Asturias… ¿No fue ese uno de los antecedentes de la Guerra Civil, pues a partir de entonces todos se creyeron las mentiras del otro?

La política del PSOE-UGT entre 1933 y 1936 fue enormemente destructiva, el elemento individual más importante en la destrucción de la democracia. La insurrección revolucionaria fue, claro, un acto de guerra civil, pero fracasó. Luego quedaban muchas oportunidades para estabilizar la situación y evitar una confrontación civil seria, pero no fueron aprovechadas entre diciembre de 1935 y julio de 1936.

—¿Existía verdaderamente un clima prerrevolucionario, como defendieron siempre los vencedores de la guerra, o era posible la paz?

La guerra no llegó a ser inevitable hasta aproximadamente el 15 de julio de 1936, o sea, justamente unos pocos días antes de su estallido. Pero ya a esas fechas tanto el gobierno de Casares Quiroga como los socialistas no querían evitar sino, directamente, provocar una rebelión militar, con el cálculo de que esta sería débil y que su fácil aplastamiento podría consolidar la República democrática. Fue otro de sus errores fantásticos y altamente destructivos.

—¿Pueden compararse dos momentos históricos tan fundamentales y bien intencionados del siglo XX como lo fueron la proclamación de la República y la Transición?

Los creadores de la II República querían partir de cero, ignorar la Historia e imponer una revancha partidista. La Transición de 1976-77 operó al revés, con la determinación de evitar los errores del pasado y basar la democracia en el consenso. Su gran debilidad consistió en el diseño flojo, algo irresponsable, del sistema autonómico.

—¿Ha querido Zapatero ganar en el siglo XXI una guerra que para las gentes de hoy es la guerra de los abuelos, si no de los bisabuelos?

Actualmente, la Guerra Civil es un instrumento vivo solamente para algunos sectores de las izquierdas, pero no podrán sacar tanto provecho de sus versiones partidistas como han calculado. (Angel de Antonio/ABC).

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