jueves, 25 de agosto de 2011

CON LOS PIES DE BARRO







CON LOS PIES DE BARRO.





Se suele entender por ‘Restauración’ el restablecimiento de la monarquía borbónica en la persona de Alfonso XII, que se prolonga durante 27 años, entre 1875 y 1902. Aunque algunos historiadores hablen de Restauración en sentido más amplio, lo que alarga su duración hasta 1931, con la proclamación de la II República.


En cualquier caso, lo que aquí interesa es, especialmente, el fenómeno de la compra de votos o la manipulación electoral, vinculadas al caciquismo. No entraremos, por ejemplo, en la alternancia consensuada del poder entre los dos grandes partidos. Por una parte, el Partido Conservador, dirigido por Cánovas del Castillo, y el Partido Liberal, dirigido por el antiguo progresista Práxedes Mateo Sagasta. Todo ello bajo el paraguas de la moderada Constitución de 1876.


Pero mi objetivo no es rememorar acontecimientos pasados de nuestra Historia. El objetivo central es mostrar, con preocupación, rasgos enfermizos, de entonces, que se mantienen ahora. Pues bien ¿qué tiene que ver el caciquismo y la manipulación electoral de la Restauración con la España Autonómica actual?






El día 5 de agosto el Diario de Mallorca recogía el siguiente titular: “El Consell pagó un millón de euros para la contratación de afiliados de UM ”. Y añadía, en la página 6: “UM consiguió unos resultados tan buenos en 2007 que le dieron la llave del control político en Baleares” .






O sea, entre 2007 a 2011, el poder político, en la Comunidad Balear, se ha originado en la ilegalidad, ya que se compraron (he dicho bien, se compraron) más de diez mil votos que permitieron conseguir el poder suficiente para ser árbitro de la política autonómica.


Ya podemos percibir similitudes entre el caciquismo de la Restauración y nuestro Estado de las Autonomías. Un rasgo del caciquismo era su dimensión clientelar. Con otras palabras, la creación de ‘redes clientelares’ para obtener votos a cambio de favores, dinero, o lo que fuere menester.


¿Qué pasa hoy? Olvídese del cacique agrario de la Restauración. La agricultura representa hoy un porcentaje mínimo del PIB y la población dedicada a la agricultura es, de cada vez, menor. El cacique de hoy tiene otras características. Se trata de ciertos políticos (porque no es justo hablar de ‘los políticos’, en general) y de ciertos grupos económicos. Con sus aliados y beneficiarios, por supuesto.


¿Se acuerdan de que ciertos bancos no cobraron créditos concedidos a ciertos partidos políticos? Pues la cosa sigue igual. Claro que ‘perdonar’ cientos de millones a un partido político, es a cambio de algo. ¿No? ¿O es que los bancos se han vuelto ‘Hermanitas de la Caridad’?


Volvamos a las ‘redes clientelares’. Se trata de crear empresas públicas para ‘colocar’ a los míos. O algún tipo de oposición, por decir algo, para crear más empleados públicos. De los nuestros. De los que me votan. Se trata de dar subvenciones a ‘los que toca’. Se trata de que los partidos políticos no tienen democracia interna en su funcionamiento. Como lo exige el artículo seis de la Constitución.






Lo que se lleva es la famosa frase del socialista Alfonso Guerra: ‘el que se mueva no sale en la foto’. ¿Se acuerdan? A copiar todos. Pues eso. Hay que crear obediencias y sumisiones. Callar cuando haga falta. Y aplaudir.


Poco a poco la mediocridad, política y moral, se instala en el funcionamiento cotidiano de nuestro sistema partitocrático. ¿Y eso qué es? Pues que en vez de gobernar el pueblo (aunque sea indirectamente, a través de sus representantes legítimos), gobiernan los partidos. Más en concreto, la cúpula de los partidos.


Y los políticos (no todos) manipulan las instituciones. ¿Cómo? Metiendo gente dentro. De los suyos. O gente que les debe algo. Que ha recibido, o recibirá favores. Del tipo que sea, porque hay una enorme variedad. Esto es de una enorme gravedad porque los ciudadanos ya no pueden tener confianza en que las instituciones sean independientes y apliquen la ley. No. Muchos temen, y no les falta razón, que los partidos han metido la manita en todas las instituciones dificultando, o impidiendo, su funcionamiento independiente. Desde la judicatura, al ejército, la universidad, las cajas de ahorro, la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), y lo que haga falta. ¿Se acuerdan de lo que le hicieron a Endesa y a Pizarro?


O sea, los partidos (los políticos) se inmiscuyen en toda la vida pública y privada. Y, casi, hacen lo que quieren. Ahora tenemos un caso escandaloso. Otro más. La compara de votos por Unión Mallorquina (UM). Nos han estafado, nos han engañado a todos. Se han reído de la democracia. Y mientras se reían, han despilfarrado como locos nuestro dinero.


¿Qué pasará? ¿Qué harán los jueces? ¿Qué harán los fiscales? ¿Conseguirán que mucha gente se harte de la democracia? Sea como sea, y por mucha risa que provoque a algunos, sin principios, sin ética, no hay proyecto que pueda (al menos a la larga) funcionar adecuadamente.


Parece pertinente preguntar: ¿Qué enseñan los padres a sus hijos? ¿Qué enseñan los maestros a sus alumnos? ¿Qué valores se transmiten? ¿Se transmiten valores de esfuerzo, trabajo y honestidad? ¿O se transmite una cultura del no esfuerzo, de pasar curso de cualquier manera, del botellón, a vivir que son dos días ...?


Para resumir. Si la sociedad no tiene reservas morales para indignarse y oponerse al fraude y la corrupción, estamos viviendo un peligroso presente y un peor futuro. No será con hedonismo y relativismo como saldremos de la crisis, no solamente económica, que nos está envileciendo. Es, también, el momento de la Prensa digna de este nombre.


Las sonrisitas de superioridad no sirven para nada. Si usted cree que el hedonismo, el relativismo, el ‘todo vale’, el botellón y un largo etcétera, son buenos, tenga los redaños de decirlo en público. Yo digo que no. Y si cree que no hay nada que hacer, no moleste. Apártese.


Sebastián Urbina.





































1 comentario:

UVA dijo...

No moleste, apártese...Tiene usted toda la razón, hay que hacer algo, pero ¿qué?

Mi primera conclusión es que la democracia no vale para nada. Y ya estoy oyendo a cualquiera que me oiga: ¡Anatema! ¡Anatema! pues si, ya se que la bondad de la democracia es una de esas "verdades oficiales e inatacables" contra las que no se admite ningún argumento. Pero me da igual, la realidad es tozuda y cada día demuestra que la democracia, tal y como la hemos configurado, no sirve para nada.

Y es lógico. No se puede entregar el poder (o si se puede, de hecho lo hacemos, pero así nos va) a unos cuantos listos organizados llamados políticos, cuya inteligencia, conocimientos y habilidades siempre están por demostrar y nunca se demuestran.

Lo único que le preocupa al votante es la imagen del político, lo bien que habla fulano, cómo viste mengano y lo guapo que está, y si Miguel Sebastián se ha puesto corbata o no. Esto es la democracia. Hablar como le gusta al pueblo, dar la imagen que le gusta al pueblo... y conseguir que el pueblo les vote. En cuanto consiguen que unos cuantos indocumentados (o listos bien pagados) les señalan con sus votos, los políticos ya están legitimados para hacer lo que les de la gana, no hace falta acreditar conocimientos ni valía ni nada. Basta con gustar al votante. Y repito, así nos va.

Creo que la democracia solo sería eficaz si se establecieran dos premisas innegociables:

Que, antes de ejercer su derecho al voto, y para ser incluidos en el censo, los votantes acrediten previamente un mínimo de preparación y lucidez mental que garantice que todo el que vota sabe lo que está haciendo.

Y sobretodo: Que antes de ser incluidos en las listas electorales, los candidatos acrediten tanto su honradez como su preparación para el desempeño del cargo al que aspiran.

Solo así la democracia nos garantizaría unos políticos y una vida política respetables.

No es admisible que para ser jardinero municipal sea preciso acreditar previamente que se tienen los conocimientos necesarios para desempeñar el cargo; pero para ser político, para definir las líneas maestras de nuestra sanidad, nuestra economía, nuestra política exterior, nuestra industria y las condiciones laborales de los trabajadores españoles; para esto y para mucho más, no hace falta demostrar nada, ni tener la más mínima preparación.

Y así nos va, con las Pajines, Aidos, Malenis, Pepiños y demás ejemplares de nuestro mundo político.

¿Saben ustedes que Trinidad Jiménez se presentó varias veces a la oposición para acceder a la carrera diplomática y fue incapaz de aprobarla? Pues ya ven, ahora es Ministra de Exteriores, la Jefa de todos los diplomáticos españoles, y está dando órdenes a todos aquellos que demostraron tener los conocimientos que ella no tenía.

Esta es nuestra Democracia y estos son sus resultados.