martes, 6 de septiembre de 2011

UTOPÍA LAICA





UTOPÍA LAICA.







La utopía es una especie de sueño organizado, en el que se muestra una sociedad ideal, por contraste con la realidad que nos ha tocado vivir.






El punto de partida de las utopías se suele situar en ‘La República’ de Platón. Es decir, un Estado perfecto, un Estado justo. La intención de los utópicos siempre es buena, aunque los resultados no suelan acompañar a las buenas intenciones. Que no son suficientes para justificar los repetidos fracasos, aunque algunos crean que sí.






Es cierto que la ensoñación de un mundo mejor (que tiene su correspondiente actual en la máxima progre, ‘otro mundo es posible’) es una característica humana. En este sentido, nada malo habría en dibujar utopías en las que, supuestamente, seríamos auténticamente felices.


El problema aparece cuando, una y otra vez, la utopía en cuestión se materializa gracias al empeño de un grupo organizado, más o menos numeroso, y obtiene resultados que poco tienen que ver con lo prometido. Es decir, en vez de felicidad a raudales, la utopía chapotea en mares de sangre y sufrimiento.






El intento de materializar el cielo en la tierra, ha devenido, una y otra vez, en dramáticos fiascos. Unos cien millones de muertos gracias a la utopía de izquierdas. Así nos lo muestra ‘El libro negro del comunismo’. Pero la ortodoxia ‘buenista’, supuestamente solidaria y emancipadora, puede más que los hechos. Al menos para muchas personas, que rechazan la fealdad de un mundo imperfecto, aunque sea real. Y se aferran ciegamente a la ‘nostalgia de Absoluto’. O sea, un falso mundo perfecto. Aquí mismo. Y de izquierdas, que es el bueno.






Ya es hora de darse un buen baño de ‘mundo real’. Un mundo real que hay que mejorar constantemente, con nuestro compromiso y nuestro esfuerzo, pero renunciando a los ‘mundos perfectos’, que siempre son un fraude. Porque no existen, salvo en las mentes enfebrecidas de utopía. Además, no podemos prever todas las consecuencias de nuestros actos. O sea: ‘los experimentos con gaseosa’.






Como ha dicho R. Dahrendorf: ‘guardémonos de la utopía porque exige, por su propia naturaleza, una sociedad cerrada, una sociedad total’. Cuidado, pues, con el sueño de la razón, que produce monstruos.

 
Sebastián Urbina.
(Publicado en La Gaceta/Baleares)


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