martes, 4 de octubre de 2011

ODIO Y TERRITORIOS COMANCHES





España / los falsos paradigmas



Albert Boadella:’’Estimular la nostalgia tribal no es progresista’’.





El dramaturgo analiza el primero de los diez falsos paradigmas que ABC propone revisar: «El nacionalismo es progresista»


A.M.F.


Día 04/10/2011 - 10.52h






ABC


Albert Boadella


—¿Cree que el nacionalismo es progresista?


El nacionalismo tiene siempre una genética paranoica, forma parte de una patología en la cual debe haber un enemigo común para que tome realce lo propio. No creo que sea una actitud, no ya progresista, sino evolucionada del individuo. Tiende a la endogamia, a estimular la nostalgia tribal de una comunidad, en la que realzando sus hechos diferenciales se sienten más arropados frente a los demás. Es una actitud reaccionaria.


Pero han conseguido trasladar ese mensaje.


Yo he conocido el nacionalismo español más casposo de la Dictadura, que era sobre todo cursi, y el nacionalismo catalán. Ambos se caracterizan por falsear la historia para demostrar que la propia comunidad no es responsable de nada y que siempre han sido los demás unos canallas y unos traidores con ellos. El gran arma de los nacionalismos es la deformación de la historia y la inducción a la paranoia.


—¿El tiempo jugará a favor o en contra del nacionalismo?


El hombre tiene tendencia a ir eliminando fronteras de todo tipo, raciales, culturales... A largo plazo, el mestizaje cada vez será mayor. Pero a corto plazo, es posible que destruyan la idea de España y se separen de la nación española, aunque seguirán siendo españoles. Por decreto, no se van a cargar 500 años de historia. El futuro inmediato es negro, porque querrán llevar a término esa especie de «tierra prometida». Pero, cuando vean que la «tierra prometida» es peor que la que tenían, se acabará el festival.


—¿Pesará la educación que han recibido los catalanes?


Hay un par de generaciones completamente contaminadas por el odio a España.


—¿Se les puede descontaminar?


—Es muy difícil recomponer esa trama de afectos que hace que a la gente de Marsella o de París se les ericen los pelos cuando oyen «La Marsellesa». En España eso se ha roto. Para los catalanes o vascos, el himno nacional es el himno del enemigo. Sólo el resultado de este delirio secesionista, que será enormemente negativo, volverá a reconducir a la gente a la sensatez y se recompondrá esa trama de afectos que es imprescindible.

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