domingo, 30 de septiembre de 2012

EL FIN DE UNA ERA

 

 

 

 

(¿Qué hay de nuevo en Cataluña?)

El fin de una era

El catalanismo político ha muerto. La gran manifestación independentista del pasado 11 de septiembre fue su acta de defunción. Nada parecido al anhelo de liderar España, sentido último de aquella corriente, sobrevive en el nacionalismo. Tal ambición la hemos heredado (que nadie vea paradoja en ello) los catalanes que seguimos queriendo ser españoles y que españoles nos moriremos.

 Hemos resistido treinta años de manipulación sentimental, hemos sido tratados como una anomalía, hemos llegado a reivindicar la realidad -que ya es reivindicar- ante una invasiva, onerosa e implacable empresa: la de materializar el sueño de Jordi Pujol, que era, básicamente, un sueño de uniformidad.

El heredero político perfecto en esa operación, que casi triunfa, era el propio hijo del gran hacedor, Oriol Pujol, actual secretario general del partido fundado por don Jordi. Qué menos para un proyecto donde la política es inseparable de la fe, la fe de la familia, la familia del negocio y el negocio de la política. Pero razones de edad exigían un líder puente, y el círculo privado de Pujol (que era a la vez cúspide fáctica del circo público catalán) dispuso que ese papel lo jugara Artur Mas, un hombre convincente, de buena presencia y de buena familia, de apariencia sensata, con buen verbo en varios idiomas… y completamente ajeno a la política durante los años finales del franquismo y el principio de la democracia, cuando era casi imposible que en Barcelona un universitario se sustrajera a aquel terremoto.

La alianza de los socialistas catalanes con los independentistas de la Esquerra privó a Mas del poder durante dos legislaturas, a pesar de ganar las elecciones a Maragall y a Montilla. De hecho, CiU siempre ha ganado las elecciones catalanas desde 1980. El destino ha querido que su acceso a la presidencia de la Generalitat llegara en plena crisis. En la carencia de recursos, en la estricta dependencia del Gobierno central para pagar incluso las nóminas de los funcionarios, en las graves dificultades para sostener el entramado clientelar propio de Cataluña -pero también propio de muchas otras comunidades autónomas- reside la causa de un gravísimo error de cálculo: decidió enseñarle a España los dientes de la secesión para obtener holgura financiera, poder real.

Artur Mas es la última encarnación de una figura que se viene repitiendo en la historia, la del gobernante que desata fuerzas incontrolables por tacticismo, la del aprendiz de brujo, la del frívolo que parecía un hombre serio, la del casi líder, la del presidente cuyo entorno inmediato refuerza sus errores, la del insensato que no reconoce las complejidades del entramado social. Muchos antes que él han creído que podían movilizar a las muchedumbres, sin mayores consecuencias, para acoquinar al adversario legítimo; muchos antes que él han comprobado demasiado tarde que es imposible devolver su contenido a la caja de Pandora una vez abierta.

¿Quién recuerda el pacto fiscal?

Para su desgracia y para la de su partido, es ese paso en falso de Mas, y no su «transición nacional», el que no tiene vuelta atrás. Se ha pasado de frenada. Madrid tardará más o menos en leer adecuadamente el momento catalán, pero en Barcelona las percepciones se han transformado radicalmente. El pacto fiscal, leitmotiv de CiU hasta anteayer y verdadero objetivo de su demostración de fuerza en la Diada, ya no está en la agenda, mal que le pese al «president»

Su jugada ha precipitado la historia, estableciendo una línea divisoria que ya no podrá borrar. Quien no se defina al respecto de la secesión no contará en la nueva era catalana. Sí o no. Con España o sin España. Seguir juntos o separarse. Se acabó el cuento, se acabó la rentabilísima ambigüedad que Jordi Pujol elevó a arte. Desde la mañana del día 12, una pinza constriñe el cuerpo nacionalista, convergente en su mayor parte. Las dos tenazas están en su sitio y no van a soltar a la presa: la una es el independentismo transparente de quienes se presentan a las elecciones con la secesión en el programa; la otra rechaza tal horizonte y defiende a las claras que Cataluña es España.

Por extraño que a algunos les pueda parecer, esta es una gran oportunidad para el Partido Popular de Cataluña y para Ciudadanos, puesto que ambas formaciones, a diferencia del PSC (y, claro, de CiU), tienen perfectamente dibujada de origen su posición en el único debate que importa llegados a este punto, y en torno al cual todos se van a tener que definir. Agradézcanselo a Mas las instituciones financieras catalanas, los grandes magnates multimedia y todos esos empresarios que urgían a la aprobación de un Estatuto inconstitucional mientras consolidaban su mercado en España. Todos los que asistían a la pedagogía del odio calladitos, sonrientes, cómplices, los que nunca han fruncido el ceño ante la hiriente propaganda del «expolio» y el «¡España nos roba!» para no molestar a los injuriadores. Se acabó lo que se daba. Agradézcanle, sí, a Mas el fin del silencio. Y a mojarse: ¿con España, sin España, contra España?

Jaque

¿Qué hay de nuevo en Cataluña? Todo. En primer lugar, se ha roto una regla sagrada y no escrita: el poder político ha dividido a la sociedad catalana en torno a un lema y una simbología separatistas que el PSC no puede asumir. Ha puesto a un lado a CiU, ERC, Solidaritat per la Independència e Iniciativa, y al otro lado ha dejado al PSC, PPC y Ciudadanos. Ni el propio Carod-Rovira se atrevió a tanto: la justificación de los tripartitos -esto es, de su preferencia por la alianza con los socialistas antes que con los nacionalistas de CiU- fue la de «evitar la quiebra de la cohesión social en Cataluña». En plata: el cinturón industrial enfrentado a las comarcas.

Conviene no olvidar que Carme Chacón, detestada por los nacionalistas de fuera y de dentro de su partido, obtuvo el 46’7 % del voto de la circunscripción de Barcelona en las elecciones generales de 2008. ¿Qué creen que pasará con el grueso de aquellos votantes cuando les pregunten si les apetece romper la unidad de España? Pues a esa enormidad (hoy dormida, pero que despertará si le tocan la fibra) sumen a los votantes del PPC y de Ciudadanos. Si prefieren guiarse por elecciones autonómicas, piensen en los abstencionistas que ni siquiera consideran que el Parlamento catalán les ataña. También habrá que sumar, capítulo de lo más interesante, a los votantes de CiU que detestan las aventuras, los experimentos y los riesgos innecesarios, que son muchos.

¿Qué hay de nuevo en Cataluña? Que Alicia Sánchez Camacho y Albert Rivera han entendido perfectamente lo que está sucediendo y le quieren ver el farol a Artur Mas. Se lo están repitiendo a todas horas: convoque elecciones anticipadas y preséntese con la secesión en su programa, incluyendo fechas y procedimiento. ¿Para cuándo el referéndum ilegal? No irá a decir ahora, después de tanto ruido, que es usted otro Ibarretxe y que se la va a envainar en cuanto el Congreso le recuerde la Constitución española, ¿verdad?

¿Qué hay de nuevo en Cataluña? Que el nacionalismo ha gastado su último cartucho, que Duran representa menos que nada, que el PSC será PSOE o no será, que la defensa pública de España ha dejado de ser una provocación o una excentricidad y se ha convertido en una exigencia procedimental: no es posible plantear un escenario como el que Artur Mas ha puesto en pie sin dar (¡sin garantizar, sin exigir!) presencia pública permanente y en términos de igualdad a los partidarios y a los detractores, a los del sí y a los del no, a la ruptura de España o a su afianzamiento. Nunca como ahora se nos va a tener que escuchar. Ha metido la pata, «president». Jaque.

(Juan Carlos Girauta/ABC).

1 comentario:

Anónimo dijo...

No se si tendrá razón en lo que comenta el sr. Girauta o no, espero que acierte. Pero, la verdad, es que estoy deseoso de ver esa supuesta "masa españolista" que cuando despierte arrasará con todo a su paso, empezando por el nazionalismo. Deseoso estoy de verlo,y aplaudirlo.

escéptico