viernes, 21 de septiembre de 2012

IMPRESENTABLE MAS



 

 ¿Más impresentable que Mas? No puede ser.

 

Mas, impresentable


La comparecencia de Artur Mas tras su reunión con el presidente del Gobierno fue un espectáculo entre siniestro y vergonzoso que los españoles no tenemos por qué tolerar. Tras explicar la negativa de Rajoy a vulnerar la Constitución y aceptar de facto la independencia de Cataluña, dedicó el grueso de su intervención a menospreciar a todos los españoles, como si éstos fueran un rebaño embrutecido que el nacionalismo catalán intenta en vano civilizar.

Haciendo gala del victimismo clásico que aqueja a los políticos nacionalistas, Mas no se dejó en el tintero acusación alguna contra España, que si de algo puede ser acusada es de llevar más de tres décadas financiando las tropelías y los latrocinios del nacionalismo y no haber hecho nada por remediarlo.

Frente a lo que afirma Mas sin que le tiemble la mandíbula, Cataluña no está arruinada porque el lastre España le impida progresar como mereciera. Cataluña está en quiebra técnica porque lleva más de tres décadas padeciendo a una de las clases políticas más corruptas, delirantes e incompetentes del país; clase política que ha podido perpetrar sus desmanes gracias a la debilidad de los Gobiernos centrales, con grave perjuicio de la solidaridad interterritorial de que habla nuestra Carta Magna.

La Generalidad de Cataluña ingresará este año 11.000 millones de euros más de lo que le correspondería en virtud del actual sistema de financiación. Si no le es suficiente para mantener sus más de doscientos chiringuitos administrativos, sus siete canales de televisión y sus embajadas en el extranjero, entonces el nacionalismo catalán tiene un problema serio; no, desde luego, el resto de España, que bastante hace con tolerar semejante expolio.
La osadía de Mas le ha llevado a situarse por encima de la Constitución y de unas leyes que debería ser el primero en acatar, dada su condición de autoridad del Estado. Sus declaraciones le ponen fuera del orden constitucional, y el Gobierno no se ha dignado a responderle, más allá de la nota de prensa evacuada para salir del paso. Ayer era un momento excelente para que Rajoy, que el miércoles recordó en el Hemiciclo su juramento de fidelidad constitucional, saliera a la palestra para hacer cumplir la Constitución a su visitante subversivo.

Lo más grotesco de todo este asunto es que Mas, en primera y última instancia nada más y nada menos que un presidente autonómico, cree que formulando vagas apelaciones a un proceso independentista va a aterrorizar al resto de España y, así, conseguir meter aún más la mano en los desfondados bolsillos del contribuyente español. Debería saber que, para muchos españoles, la independencia de Cataluña, lejos de ser una amenaza, representaría un alivio, y bravatas como la de este jueves no hacen sino reafirmarles en su idea.

La independencia de Cataluña, en todo caso, debería horrorizar a los catalanes sensatos. Por una miríada de razones, empezando por las económicas y terminando por las morales y estéticas: no se puede fer país con sujetos tan incompetentes, irresponsables e impresentables como Artur Mas i Gavarró, que tanto hace por que sea imposible denominarle como manda el protocolo: Molt Honorable.
(ld)

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