miércoles, 17 de abril de 2013

SEXO ROBÓTICO


 (El futuro -ignoro si cercano o lejano- planteará nuevos problemas y dará nuevas soluciones. Una de las soluciones será la existencia de robots sexuales muy sofisticados. Solucionará el deseo de sexo (de cierto tipo) a cierto tipo de hombres y mujeres. ¿Cuántos? No lo sé.

El problema es que las relaciones amorosas tradicionales se verán seriamente afectadas. Me parece prácticamente imposible saber cómo afectará. Pero, parece, que aumentará el aislamiento de los individuos. ¿Será posible que desaparezca el amor y el romanticismo? ¿Todo empezará y terminará con una bajada de pantalones?

Ya hay gente así, y probablemente aumentará, pero dudo mucho que todos los humanos renuncien a lo que les hace humanos. O sea, no limitarse a lo que de animales tenemos. Con otras palabras, una vez satisfecho el deseo sexual ¿ya está todo? )








¿La idea de tener sexo con un robot te parece descabellada? Si tu respuesta es no, no te preocupes. No eres el único.


Cada vez más, los robots están participando en la vida diaria de las personas. Un ejemplo de ello es el robot PR2 o el aspirador Roomba, pensados para tareas domésticas. Pero no son los únicos. Paro se utiliza en centros de la tercera edad y Aisoy reconoce voz y es capaz de hablar. Los hay que cortan el césped, limpian la piscina, operan en los hospitales, mantienen conversaciones coherentes y, como no podía ser de otra forma, también relaciones sexuales. 



Todavía están incapacitados para pasar el test de Turing, una meta aún lejana para la inteligencia artificial contemporánea, pero la ciencia está avanzando rápido en ese sentido, hasta tal punto que no parece extraño imaginarse realidades dignas de Blade Runner. Parejas formadas por androides y humanos. De momento, en las pulsiones básicas ya es posible. Eso sí, sin amor.



En esa línea, la más famosa es Roxxxy, una muñeca robot que cuesta 995 dólares, está dotada de inteligencia artificial, piel sintética y cuenta con varios modelos a elegir. Atentos: Farrah, la frígida; Wendy, la salvaje; Susan, la sadomasoquista; Yoko, la joven de 18 años; y Martha, la madura.

El 10% de los estadounidenses tendría sexo con un robot


¿Algo disparatado? No lo parece. Según una encuesta llevada a cabo por YouGov, casi 1 de cada 10 estadounidenses asegura que tendría relaciones sexuales con un robot. Preguntados sobre otras cuestiones, el 58 por ciento respondió que los robots estarán limpiando nuestras casas en 2030 y el 48 por ciento que serán capaces de luchar en el Ejército.





"Hace 15 años nadie se imaginaba todo lo que ahora se puede hacer con un teléfono móvil. Cuando empezaron a comercializarse los ordenadores personales, tan solo servían para matar marcianos y poco más. En la robótica sucede lo mismo. Cada vez más, aparecerán aplicaciones que ahora no nos podemos imaginar", han explicado a Teknautas desde el departamento de Automática y Robótica de la Universidad Politécnica de Madrid.



"Existen robots que ayudan a personas, como por ejemplo Paro, que se ha comprobado que mejora el nivel de comunicación en pacientes con autismo. También los que ayudan en tareas domésticas. Para qué puede llegar a servir un robot en una casa aún no lo podemos saber. De momento, los que han aparecido con fines sexuales están muy lejos de lo que puede considerarse un robot avanzado y no hay indicios de que se esté planteando la posibilidad de invertir en este sentido", han añadido.



Sin embargo, es indudable que el mundo de la robótica cada vez avanza más rápido. El pasado mes de diciembre, el laboratorio de Inteligencia Artificial de la Universidad de Zurich, desarrolló un proyecto de robot que utiliza tendones y sorprende por su precisión de movimientos. Además del PR2 que ya hemos mencionado, capaz de realizar tareas domésticas como, por ejemplo, doblar toallas, destacan otros como Qbo, un robot que se mueve con ruedas y que cuenta con visión estereoscópica, sistema de reconocimiento de voz, conexión wifi y bluetooth, así como sensores de ultrasonido para evitar colisiones y caídas; Nao, el robot de la empresa Aldevaran Robotics conocido por competir en la Robo Cup de fútbol cada año; o iCub, un robot con forma humana.

La solución a problemas sociales, como la prostitución


"El popular robot aspiradora tan solo es la punta de la lanza. Lo próximo que se comercializará será una base móvil con un brazo manipulador, y se está trabajando en desarrollarlos hacia arriba, como los robots de telepresencia", han explicado a Teknautas desde la compañía tecnológica GMV.




Estas máquinas están evolucionando tan rápido que incluso profesores como los de la Universidad Victoria de Wellington, Ian Yeoman y Michelle Marshan augurado que para el año 2050 muchas prostitutas serán robots. Aunque no hace falta irnos tan lejos. Actualmente, además de Roxxxy, en Japón las llamadas prostitutas robóticas están causando furor en los burdeles. Otras máquinas son capaces de dar abrazos o incluso hacer que dos personas se besen a miles de kilómetros de distancia.

True Companion LLC, la empresa que comercializa Roxxxy, ha asegurado que el índice de popularidad de esta máquina está creciendo. "Desde que hemos lanzado nuestro primer producto, el interés de las personas por su utilización se ha incrementado drásticamente en EEUU y el extranjero", afirma su creador, Douglas Hines. Según Hines, esta máquina podría resolver muchos problemas sociales como la prostitución o la trata de menores.

La encuesta también reflejó algunas cuestiones espinosas. ¿Si una persona casada ha tenido relaciones sexuales con un robot sería culpable de infidelidad? Hines lo tiene claro, "gracias a Roxxxy puedes serle infiel a tu mujer sin ningún tipo de remordimiento".



Según la primera ley de la robótica de Isaac Asimov "un robot no puede hacer daño a un ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño". No sabemos si tuvo en cuenta los asuntos del corazón, pero si la inteligencia artificial logra desarrollar androides capaces de convertirse en auténticas parejas y generar amor en los seres humanos, será imposible cumplir ese principio. (Alberto G. Luna/El Confidencial).

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CHICAS DE SILICONA.



Hideo Tsuchiya es un empresario japonés que fabrica muñecas sexuales, con altos niveles de perfección, desde hace más de treinta años. Las chicas que ‘produce’ tienen una apariencia de realismo desconcertante. Su éxito es tal que un rico cliente de Osaka, ha comprado cien chicas de silicona. Pero lo más importante son los comentarios del propio Hideo:



Los japoneses ven a la mujer como algo de su propiedad. Cuando ésta le es infiel la decepción es absoluta y el amor se convierte en odio hacia todo el género femenino. Por ello, estos hombres prefieren mantener sexo con un ‘agujero de silicona’.


Si Hideo tiene razón, y los japoneses enganchados a la silicona son una pequeña minoría, no pasa de ser una desviación sexual más. Lo realmente preocupante sería que este comportamiento fuese mayoritario. De momento, lo reduciremos al ámbito japonés. Sin plantearnos que estas reflexiones puedan ser aplicables a la mayoría de los hombres del planeta.



Supongamos que la monogamia no es solamente una cuestión cultural sino evolutiva, inscrita en nuestro ADN. De este modo, el macho se aseguraría la paternidad sobre las crías y las defendería frente a sus enemigos. Esta supuesta estrategia evolutiva de los seres humanos no tiene que coincidir (y no coincide) con la de otros animales, como los chimpancés, por ejemplo. Éstos suelen matar a las crías de otra hembra, cuando se apropian de ella.



Sea como sea, la reproducción monogámica ha tenido repercusiones en el comportamiento sexual de hombres y mujeres, control sexual de la mujer, en las ideas dominantes sobre las relaciones humanas, formas de propiedad y en el aseguramiento y distinción de la descendencia propia frente a la ajena. Pero lo que ahora me interesa es la posible repercusión que la generalización de estos artilugios sexuales construidos por Hideo, pueda tener en las relaciones entre hombres y mujeres.



Por supuesto, estas relaciones no pueden entenderse en abstracto. Uno de los cambios más importantes del siglo XX ha sido el de la llamada ‘liberación de la mujer’. Por ejemplo, la píldora anticonceptiva ha facilitado la llamada ‘revolución sexual’. O la igualdad jurídica entre hombres y mujeres. O su incorporación masiva al trabajo. Estas, y otras cosas, han facilitado la promoción femenina en todos los ámbitos sociales, una mayor autosuficiencia económica y una mayor libertad.



Pero en todos los cambios hay luces y sombras. Por ejemplo, la revolución sexual no trató de reformar nada, sino que se propuso eliminar las normas existentes. En pocas palabras, lo revolucionario era que el amor libre sustituyera al matrimonio. Nada de normas, porque éstas eran la muestra de la opresión milenaria del hombre sobre la mujer. Esta actitud contracultural (anómica) no ha tenido éxito. Como no lo tuvieron las famosas ‘comunas’ hippies, en las que el amor libre, la sacralización de lo común y el rechazo de lo privado no produjeron armonía sino conflicto.



Volvamos a la silicona. Si fuera cierto que una minoría de japoneses actúa así ¿cómo entender su conducta? ¿Por qué tienen miedo de las mujeres japonesas? Suponiendo que el diagnóstico de Hideo sea cierto, se trataría de una pérdida. Creen que las mujeres son de su propiedad, y al perderlas (porque ellas les dejan o les son infieles) sufren una gran decepción. Y no quieren sufrir. Dado que tienen exigencias sexuales, tratan de satisfacerlas con chicas de silicona. No son seres humanos, pero no dan problemas.



Ahora bien, los seres humanos somos problemáticos. Tanto los hombres como las mujeres. Pensemos en la película ‘El coleccionista’, de W. Wyler, con T. Stamp y S. Eggar como principales actores. El protagonista es un introvertido empleado de Banco que se siente víctima de la sociedad. También es coleccionista de mariposas. Su vida cambia cuando le toca la lotería y aparece en él un intenso deseo sexual, que le lleva a secuestrar a una joven por la que se siente atraído desde hace tiempo. Compra una casa en las afueras de la ciudad y retiene a la chica en el sótano.



Ahí tenemos un ejemplo de una persona ‘en propiedad’. La protagonista no es libre. Freddie es el dueño de la casa y de la chica. Pero al ser ‘propietario’ de la chica no puede conseguir lo que persigue. ¿Qué persigue? Que la chica le quiera.



El amor que Freddie persigue, solamente lo podrá conseguir, tal vez, en libertad. El y ella tienen que ser libres y, tal vez, aparezca el amor. O, tal vez, aparezca el desamor. Son los riesgos de la libertad. Pero no podemos ‘hacernos’, ‘construirnos’, como seres humanos, en una torre de marfil, ni en una jaula. Aunque sea de oro. La vida nos dará golpes y tendremos que superarlos. Tratar de esquivar a la vida es un error. Produce seres inmaduros. Niños perpetuos.

En ‘El miedo a la libertad’, E. Fromm nos mostraba los problemas y las angustias del hombre moderno. Salir del claustro materno, salir de la comunidad primigenia, nos deja desnudos frente a la sociedad. Y puede aparecer el miedo a ejercer la propia libertad. Es decir, pueden aparecer los mecanismos de evasión, para no mirar de frente a la vida. Para no asumir las propias responsabilidades. Como someterse a un líder, o integrarse en una tribu.



De ahí que la sobreprotección que muchos padres ofrecen a los hijos sea perjudicial para su desarrollo como seres libres y responsables. Amar y sufrir, caer y levantarse, formular un proyecto de vida y luchar por él. Y no rendirse jamás. Es mejor que una chica de silicona. Aunque no sea impertinente porque no puede hablar, ni pueda engañarnos, y tenga un cuerpazo. De silicona.


Sebastián Urbina.

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