viernes, 9 de agosto de 2013

LA ESPAÑA DEL BOTELLÓN.



 (Estamos recogiendo lo que hemos sembrado.)

 

 

 

 

ESPAÑA, UN PAÍS EN QUIEBRA.


Jóvenes escoceses siembran el caos en un vuelo de Ryanair a Ibiza

Comenzaron a gritar, saltaron sobre los asientos, amenazaron a la tripulación y realizaron gestos obscenos a las azafatas. (ABC).




Turistas que merecemos
Si hay algo que me sigue dejando patedefuá, pese al escaso margen de sorpresa que a uno le deja ser súbdito español y tener los sesenta tacos casi a punto de nieve, es la facilidad de algunos compatriotas, o como se llamen ahora, para salir en la tele sorprendiéndose ante lo obvio. Lamentando de pronto, pancarta en alto, lo que hasta el más tonto del pueblo veía venir desde hace años, sin otra bola de cristal que el sentido común.

Pensaba en eso este verano, durante los incidentes provocados en algunas localidades costeras por hordas de turistas jóvenes, ebrios y gamberros, mientras las autoridades locales y los vecinos ponían el grito en el cielo, preguntándose qué habían hecho ellos para merecer eso. Lamentando que España, o buena parte de su litoral mediterráneo, se haya convertido en la cochinera donde viene a recalar el turismo más cutre y bajuno de Europa. La meca de la chusma cervecera, bailona y vomitona, a veinte euros por noche.

Vaya por delante que turismo basura hay en todas partes. Verbigracia, Italia. En materia de chusma, incluida la indígena, poco tienen que envidiar los primos del Lacio y aledaños a nuestros más conspicuos poligoneros nacionales, o a los turistas de cerveza, discoteca con fiesta de espuma y alivio en el portal. Lo que pasa es que allí, junto a ese turismo de bajo coste y carne sudorosa macerada en alcohol, los italianos, que son varias cosas menos tontos, han sabido mantener, paralela, una oferta turística de alta calidad, con lugares donde el turismo de mayor nivel económico y exigencia, incluida la cultural, también se encuentra a sus anchas. Al menos, de momento.


 Sitios, ésos, que viven no sólo de la cantidad de botellas de agua mineral, bocatas y pizzas recalentadas que turistas de menos recursos -dignísimos y con derecho a comer, por otra parte- consumen cada día, sino también de viajeros que pueden gastarse durante una cena con vistas al lago de Como, sin que les tiemble el pulso, 150 euros en una botella de Gaja. Por ejemplo.

Pero eso hay que currárselo. Lo fácil es montarlo con docenas de torres de apartamentos y hoteles baratos, tropecientas hamburgueserías y discotecas, barriles de cerveza en cada esquina y guindillas municipales tolerantes con el guiri que, antes de caer en coma etílico o matarse haciendo el gilipollas en el balcón, se desnuda, orina, rompe y vomita por doquier. Reconvirtiendo todo el comercio local, restaurantes, tiendas, bares, para adaptarlo a esa subespecie de clientes. Sin exigir, siquiera, que se pongan la camiseta cuando entran descalzos y rascándose los huevos, o el chichi, y que echen la pota en otra parte; no vayan a irse a comprar a la tienda o al pueblo vecinos.



 Pero claro. Para combinar este turismo ya inevitable con el de categoría, y aprovechar lo más rentable de ambos, hacen falta cultura, tradición, inteligencia, previsión a medio y largo plazo, y sobre todo la conciencia de que una oferta turística no puede inspirarse sólo en suelta lo que tengas y mañana Dios dirá. Tomemos por ejemplo La Manga, que algunos conocimos de niños cuando era una bellísima lengua de arena desierta entre dos mares. ¿Imaginan lo que sería hoy ese lugar, de haber caído en manos de promotores inteligentes y con una visión de futuro digna, en vez de acabar convertido en un disparate de especulación y una pesadilla urbanística? ¿Calculan la riqueza que estaría generando para toda la región, orientada a un turismo de calidad con servicios impecables?

Lo nuestro, sin embargo, es otra cosa. Cuando cinco mil alemanes, italianos e ingleses empastillados y borrachos, a los que igual dan Lloret de Mar que Tegucigalpa porque van ciegos, lo ponen todo patas arriba haciendo en manada lo que en su país no les permiten que hagan, y los guardias de la porra se ponen de pronto cumplidores y tienen que correrlos a hostias porque le pegan fuego al pueblo, echamos la culpa a los dueños de discotecas, y a la degradación de valores en la juventud, y a la puta que nos parió.


Obviando que llevamos décadas pidiendo a gritos esa clase exacta de turistas; y que para complacerlos, beneficiándonos de sus miserables migajas, transformamos muchos de nuestros pueblos costeros en barras al aire libre, arrasamos el buen gusto, liquidamos el comercio tradicional, convertimos a nuestros hijos en camareros de chiringuito y lamemos las chanclas a la gentuza de toda Europa. Por eso tiene coña que ahora, cuando recogemos en el telediario los frutos de nuestro esfuerzo, de ese pan para hoy y hambre para mañana -lo que tarde en tranquilizarse la otra orilla del Mediterráneo-, los alcaldes, concejales, comerciantes y vecinos que por acción o silencio fuimos cómplices de tan grotesco y sudoroso negocio, nos llevemos las manos a la cabeza. Olvidando que a quien pide música luego le toca bailarla

(Arturo Pérez Reverte.).

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Recogiendo lo sembrado.


Toda esta porquería, incluida la humana, chapoteando en la orina y el vómito, es consecuencia de la educación permisiva de papaítos y mamaítas. Han creado niñatos y niñatas porque se han tragado- aunque esto no les exime de responsabilidad- de que esto de la autoridad y la disciplina es algo de derechas. Casposo y antiguo. Y, además, castra la personalidad del retoño.


Encima, decir que 'no' a los niñatos y niñatas, crea problemas familiares. Poner límites a los retoños crea problemas. Pues nada, dejemos que hagan lo que quieran. ¡Hala! ¡No seamos intransigentes!


 Y los 'angelitos y angelitas' han crecido con derechos y sin obligaciones. Sus caprichitos han sido satisfechos, aún con grandes sacrificios de los papás y mamás. Lo normal. Los papás y mamás sólo tienen obligaciones. Y se lo han tragado hasta el fondo del calcetín.
 

Luego están los políticos. Su sectaria mediocridad ha permitido crear la LOGSE, entre otras barbaridades. Una verdadera desgracia- socialista, digamos de paso- para España. Ha facilitado, aún más, la creación de niñatos y niñatas. Los profesores sin autoridad, por supuesto. Las clases, habitualmente ingobernables, o casi. Los resultados están en los informes PISA. Los últimos de la fila. En el batallón de los tontos. Esto dentro de las aulas. Por supuesto, los buenos estudiantes salen perjudicados por este ambiente logsiano.


Me olvidaba. Tratando mal a los profesores, que es lo que toca, porque esto de la autoridad es franquista. Y con muchos padres imbéciles que, en los conflictos de estudiantes con profesores, siempre apoyan a su retoño.  Sistemáticamente. Por no hablar de insultos y agresiones. Es verdad que no son todos los padres.


Fuera de las aulas, en casa, los retoños son unos pequeños dictadores. Me das comida, me lavas la ropa, y utilizo la casa como una fonda, pero sin pagar. Y no me digas nada porque hago lo que me sale de la entrepierna. ¿Está claro? Así hay millones de angelitos y angelitas. Por supuesto, no son todos. Pero lo malo se pega pronto. Lo bueno es más difícil.


Y por las noches, las que nosotros decidamos ('sabemos lo que queremos', como dice la canción), disfrutamos del botellón. Haciendo ruido hasta la hora que nos apetezca, molestando a los vecinos, meando y cagando en soportales y en plena calle, vomitando, haciendo felaciones y otras formas de libertad de expresión. 


¿Y la autoridad? ¿Se refiere a la autoridad que trató a cuerpo de rey al asesino- veinticinco asesinatos- De Juana Chaos? ¿A la que dijo que el amigo intimo de los terroristas, Otegui, era un 'hombre de paz'? ¿Se refiere a la autoridad que dejó en libertad a Bolinaga- asesino terrorista- porque se estaba muriendo y todavía sigue tomando vinitos por ahí con sus amigotes de asesinato? Además de mentir (el gobierno) , diciendo que la ley le obligaba a dejarlo en libertad. ¿O se refiere al Tribunal Constitucional que legalizó a Bildu, y ahora está en las instituciones supuestamente democráticas? ¿Para qué seguir?


Eso sí, somos el primer país de Europa en tasa de abandono escolar y también somos los primeros de Europa en consumo de cocaina. En corrupción vamos muy bien. Hay que profundizar por ahí.





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