lunes, 17 de febrero de 2014

DURAN LLEIDA



(Usted verá quién tiene razón. Si Luis María Ansón, o José García Domínguez. Para mí está claro.)











DURAN LLEIDA: ESTO PUEDE ACABAR MAL

Como en Ucrania. El proceso secesionista de Oriol Junqueras y su escudero Arturo Mas puede acabar mal. Con cargas policiales, intervención de la Guardia Civil, violencias y sangre. Eso es lo que teme uno de los políticos más ecuánimes y sagaces de la vida española: Josep Antoni Duran Lleida.

Oriol Junqueras y su guiñol Arturo Mas se han metido en un callejón sin salida. Mariano Rajoy no mueve una pestaña. Para evitar el choque de trenes, con grave perjuicio para Cataluña y el resto de España, Duran Lleida preconiza una tercera vía, que exigiría la reforma constitucional. El egoísmo de unos políticos y el cerrilismo de otros puede cegar el camino que, tal y como están las cosas, resulta imprescindible si se quiere evitar un grave trauma nacional.

No le falta razón a Duran Lleida. El entorno de Mariano Rajoy debería estar estudiando sus propuestas, presididas por la moderación y el sentido común. ¡Qué tremendo error ningunear al político catalán! Si se excluye a Duran Lleida, si se provoca que se rebote, el órdago secesionista catalán desencadenará una situación extrema para España con grave perjuicio para todos.

 (Luis María Ansón/El Imparcial.)




 LA ESTAFA INTELECTUAL DE DURAN LlEIDA.

El reciente artículo de Duran Lleida en La Vanguardia vindicando una tercera vía en la querella secesionista parece haber suscitado cierto alborozo en ese Madrid transversal dispuesto a dialogar de lo que sea, como sea y con quien sea

Duran, político hábil a quien no se puede negar pericia sobrada en el oficio, deja entrever en ese escrito suyo la influencia de dos fuentes doctrinales muy evidentes para el lector avezado: la novela negra americana y la teología escolástica medieval. A propósito de la primera, salta a la vista su afán por emular la estrategia canónica de los interrogatorios policiales, el clásico reparto de papeles entre el poli bueno y el poli malo. Así, mientras Mas, Junqueras y los Pujoles escenifican el papel del macarra irascible que no conoce ley ni norma, Duran encarna su alter ego, el del paternal y dialogante protector fingido de la víctima. "Si cedes un poquito, esos brutos dejarán de pegarte. No seas tonto, ríndete". Eso nos susurra el beatífico poli bueno al oído con dulzura infinita.

Y ahí es cuando entra en acción la segunda fuente, que no es otro que el gran Aristóteles y su célebre doctrina del justo medio. Porque Duran no quiere estar ni con España ni contra España. Y a fin de poder morar en el karma del centro, ya se sabe, basta con inventarse los extremos. Sin sonrojo aparente, pues, nos recrea la falaz disyuntiva entre la independencia y una España "recentralizadora, uniformista y asfixiante" (huelga decir que esta última es la que él representa ante el mundo como comisionado internacional de las Cortes)

 Por eso lo muy perentorio de su tercera vía. ¿Y en qué consiste semejante novedad?, se preguntará el lector. Pues nada menos que en postular un modelo confederal.
Hace falta ir un poco más allá de la deshonestidad e instalarse en la simple mala fe para hacer creer a ese público ignaro, la tropa de la cadena, que una confederación sería posible. Pero precisamente eso es lo que pretende el tan celebrado y equidistante Duran

Como sabe cualquier estudiante de primero de Derecho, el fundamento jurídico de una confederación es un tratado internacional suscrito por dos o más Estados soberanos, que siguen conservando su soberanía tras firmar el acuerdo. La Unión Europea es una confederación. La OTAN es una confederación. Pero España solo podría devenir una confederación si previamente Cataluña fuese un país independiente.

Por lo demás, el Estado español nunca será una confederación por la sencilla razón de que las confederaciones no son Estados, sino acuerdos jurídicos entre Estados. Engañar a la pobre gente con ese cuento es muy grave. Bien, pues es a lo que se dedica Duran con el aplauso ecuménico del Madrid claudicante. Otra estafa intelectual.

 (José Garcia Dominguez/ld)

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