lunes, 3 de marzo de 2014

ANA PASTOR/MARINE LE PEN.



 (En la foto pueden ver la cara de Ana Pastor, en los momentos amables de su intervención.

Si una periodista invita a alguien a su programa, lo menos es tener cortesía. Porque tener cortesía no es incompatible con hacer una entrevista crítica, que ponga en apuros al entrevistado.

Pero Ana Pastor no podía evitar su cara de mala leche. La progre Ana tenía que mostrar que hacía esfuerzos para no saltar a la yugular de la francesa. Es una mala periodista.

Hay un aspecto de la entrevista que me interesa destacar. Ana Pastor, le dijo a la francesa, 'Hay quien lo llama solidaridad, fíjese que palabra'.

'Solidaridad' es un término vago. Como 'amor', por ejemplo. Hay diversas formas de amor. Amor de madre, amor de hermano, amor de hijo, amor de amante, etcétera.

Pues bien, con la solidaridad pasa algo parecido.  Desde el que da un euro al año, a Teresa de Calcuta, pasando por multitud de puntos intermedios. Y refiriéndonos, en concreto, a los inmigrantes ilegales muertos en Melilla, hay que decir lo siguiente. La actuación de la Guardia Civil se basó en los protocolos que puso en marcha el gobierno de Rodriguez Zapatero y Rubalcaba. O sea, la Guardia Civil hizo lo mismo que hacía en la etapa Zapatero. Pero entonces no protestaba la izquierda.

Dicho esto, en ningún país del mundo se deja entrar libremente. Además, hay límites a los inmigrantes que se pueden acoger en cualquier sociedad. ¿O piensa Ana Pastor que deberíamos dejar las 'puertas abiertas'? 

No hay que hacer demagogia. Es de miserables.

En cuanto a que Ana Pastor acoge inmigrantes en su casa, no me lo creo. Puede que sea cierto, pero no me lo creo. Sin embargo, este no es el problema. El problema de la inmigración ilegal no se resuelve acogiendo, cada uno de nosotros, a inmigrantes. Nadie tiene derecho a exigir este tipo de comportamientos tan altruistas. Si Ana Pastor es tan altruista, la felicito. Pero no se puede exigir que seamos tan buenos como ella. Se les llama comportamientos 'supererogatorios'. Y no son exigibles. Todo esto es de un 'buenismo' apestoso.

Es más, este tipo de comportamientos 'buenistas' favorecen  la aparición de políticos radicales. Por tanto, opino que la principal responsabilidad es de los políticos tradicionales. O cambian, o tendremos muchos más políticos como Marine Le Pen. De momento, representa a la segunda fuerza política de Francia, en intención de voto. Por delante de los socialistas. Que serían, probablemente, el partido votado por Ana Pastor.

En fin, dejen de hacer demagogia y 'buenismo'.)










 ANA PASTOR/ MARINE LE PEN.

Ana Pastor eligió este domingo a Marine Le Pen para su entrevista en El Objetivo de La Sexta aprovechando que el tema de la inmigración está, como suele decirse, en el candelero. Y fue un auténtico calvario.

"Ya no hay sitio para los inmigrantes en Europa", decía la ultraderechista francesa ante la mirada de asco de Ana Pastor. "¿Y usted qué haría, utilizaría al ejército?", le preguntó Ana Pastor conteniendo las ganas de tirarse a su cuello.

"Cortaría los reclamos. Los atraemos a nuestra casa, es irresistible para ellos. Pediría a la Marina que intercepte los barcos para asgurarlos y los devolvería a sus países de origen porque cada vez que se intercepten los barcos para traerlos a Europa otros intentarán esta aventura".
Esto ya fue demasiado para la sufrida periodista de La Sexta y no pudo contenerse. "Hay quien lo llama solidaridad, fíjese qué palabra", le espetó gesticulando. "¿Ha estado en África?", preguntó a la desalmada política francesa.


 "¿Usted da dinero a las asociaciones de inmigrantes?", le preguntó a su vez Le Pen. "Sí", contestó lacónica desde esa superioridad moral que da tener tan buen corazón Ana Pastor. "¿A título personal?", siguió inquiriendo incrédula Le Pen. "Sí, por supuesto", qué se habrá creído esta facha, contestó Pastor. "¿Y los acoge en su casa?", seguía la ultraderechista intentando pillar a nuestra Ana en un renuncio. "Sí, ¿y? ¿A usted le parece una ingenuidad?, respondió Ana Pastor perdiendo los estribos y a punto ya de citar a la francesa en la calle.

 "Entonces es usted una excepción", le dijo la política francesa sin perder la compostura. "No, no soy una excepción, hay mucha gente en España que cree en este tipo de política, pero da igual, la protagonista no soy yo", decía toda modesta Ana Pastor. Con lo que le gusta a ella pasar desapercibida en las entrevistas.




(P. Díez/ld) 

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 ANA PASTOR DISPUESTA A ACOGER EN SU CASA A VARIOS CIENTOS. ¿O NO?

NO SE PUEDE, NO SE DEBE, HACER DEMAGOGIA, ANA PASTOR.

Situación de "emergencia"

Interior dice que 80.000 inmigrantes esperan para saltar las vallas.

J. Arias Borque
La mitad de ellos estarían esperando en Marruecos mientras que la otra mitad estaría todavía en Mauritania.

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 Los cretinos no se enterarán. Pues no, los votos de Marine Le Pen no proceden, mayoritariamente, de los señoritos de derechas. Proceden de los trabajadores.


 
ternacional / Francia

Le Pen lidera el primer partido obrero francés

/ . El Frente Nacional, el preferido de los trabajadores, solo está bien implantado en municipios y regiones afectadas por la crisis.
(ABC)




Miserias del europeísmo (I)

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Miserias del europeísmomo la política española no se guía por análisis de alguna seriedad, sino por tópicos y baratijas emocionales, encontramos la paradoja de que, siendo España un país notablemente inculto, de su propia cultura y de la europea, sea también uno de los más  “europeístas” del continente.
Por europeísmo se entienden cosas distintas, desde el sentimiento ligado a la conciencia de unas raíces culturales comunes hasta la pretensión de unificar políticamente Europa en una federación o similar. En el primer aspecto, nadie ignora que Europa se forjó culturalmente como el continente cristiano en pugna, durante siglos, con invasiones paganas o islámicas, creando una civilización que se ha extendido por gran parte del mundo. Sin embargo el actual europeísmo busca, paradójicamente, anular esas raíces reemplazándolas por una especie de neorreligión laicista, a menudo muy hostil al cristianismo. Pretende, además, crear una superpotencia con el correspondiente nacionalismo, que sustituiría a las naciones históricas y acabaría con ellas en un plazo más o menos largo. Los idiomas nacionales también serían paulatinamente desplazados (ya lo están siendo, aceleradamente) por una hegemonía irrestricta del inglés. Esa deriva se justifica arguyendo que de ese modo terminarían las guerras dentro de Europa, como probaría el hecho de no haber vuelto a haberlas desde 1945, conforme aumentaba la unidad económica y política; además, la nueva Europa se comportaría con ejemplar pacifismo en el mundo; aparte de que en un mundo “globalizado” solo puede competirse mediante grandes unidades políticas y económicas.
En mi opinión, se trata de tres falacias justificativas. La paz en Europa desde 1945 obedece ante todo a la tutela de Usa. Tampoco es cierto que esos países, al parecer ansiosos de unirse, hayan resultado especialmente pacíficos. Francia mantuvo largas, duras y finalmente desastrosas guerras coloniales. Lo mismo, aunque algo más atenuadamente, Holanda, Inglaterra y Portugal. Aún son recientes las guerras en la extinta Yugoslavia, es decir, en Europa, que la UE no ha impedido, sino en cierta medida atizado. Y ahora mismo, países de la UE participan en guerras en Siria, Malí, Afganistán, hace muy poco en Libia e Irak, aparte de su responsabilidad en las espeluznantes matanzas de Ruanda; etc. No sugiero con ello que esas contiendas e intervenciones estén más o menos justificadas en algunos casos, solo constato que considerar a la UE como un factor de paz general apenas resulta una peligrosa fantasía publicitaria. El mundo dista de ser una balsa de aceite, y, precisamente por los intereses “globales”, la UE está interviniendo y previsiblemente seguirá haciéndolo allí donde esos intereses se vean amenazados.
Por otra parte, el europeísmo actual se ha ideado en gran medida como remedio a las tradicionales y sangrientas pugnas francoalemanas, y tiene una curiosa ironía la idea de poner de acuerdo a ambas potencias asegurándoles el predominio sobre el resto del continente. Pues la UE, compuesta de muchos y muy disímiles países, difícilmente podría articularse y funcionar sin la hegemonía de sus dos mayores poderes, Alemania y Francia. Hay además un elemento de fraude esencial en la pretensión del europeísmo de representar a Europa. La UE no es Europa, solo una parte de ella. Europa incluye, por ejemplo, a Rusia, muy difícil de integrar en el conjunto; y muchos quieren extenderla a Turquía, país de cultura ajena a la europea y con sus propios conflictos.
En cuanto al argumento del tamaño como dato esencial para competir en el mundo “globalizado”, puede valer para pensadores de “la economía lo es todo”, pero para nadie medianamente serio. Países tan pequeños como Suiza, Noruega, Israel, Singapur o Formosa son más competitivos, proporcionalmente, que la UE. Y dentro de esta existen profundas diferencias entre Grecia y Suecia, entre Alemania e Italia o entre Francia y España. Medidas unificadoras como el euro, presentado fraudulentamente como un seguro de prosperidad ilimitada, han causado un auténtico desbarajuste.
Todas estas cuestiones deben ser examinadas más a fondo. Se pretende llegar a una especie de federación a la useña olvidando que Usa tiene un solo idioma, una trayectoria política y cultural, y una larga serie de elementos comunes inexistentes en Europa. Y que solo arrasando a las naciones para convertirlas en seudoestados sin soberanía,  sujetos a presiones o aspiraciones económicas más o menos ilusorias, puede lograrse esa unidad… contra la historia y las culturas y políticas tan diversas que han enriquecido y conforman la realidad  europea.
- See more at: http://www.gaceta.es/pio-moa/miserias-europeismo-i#sthash.gP4Jvg5r.dpuf

Miserias del europeísmo (I)

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Miserias del europeísmomo la política española no se guía por análisis de alguna seriedad, sino por tópicos y baratijas emocionales, encontramos la paradoja de que, siendo España un país notablemente inculto, de su propia cultura y de la europea, sea también uno de los más  “europeístas” del continente.
Por europeísmo se entienden cosas distintas, desde el sentimiento ligado a la conciencia de unas raíces culturales comunes hasta la pretensión de unificar políticamente Europa en una federación o similar. En el primer aspecto, nadie ignora que Europa se forjó culturalmente como el continente cristiano en pugna, durante siglos, con invasiones paganas o islámicas, creando una civilización que se ha extendido por gran parte del mundo. Sin embargo el actual europeísmo busca, paradójicamente, anular esas raíces reemplazándolas por una especie de neorreligión laicista, a menudo muy hostil al cristianismo. Pretende, además, crear una superpotencia con el correspondiente nacionalismo, que sustituiría a las naciones históricas y acabaría con ellas en un plazo más o menos largo. Los idiomas nacionales también serían paulatinamente desplazados (ya lo están siendo, aceleradamente) por una hegemonía irrestricta del inglés. Esa deriva se justifica arguyendo que de ese modo terminarían las guerras dentro de Europa, como probaría el hecho de no haber vuelto a haberlas desde 1945, conforme aumentaba la unidad económica y política; además, la nueva Europa se comportaría con ejemplar pacifismo en el mundo; aparte de que en un mundo “globalizado” solo puede competirse mediante grandes unidades políticas y económicas.
En mi opinión, se trata de tres falacias justificativas. La paz en Europa desde 1945 obedece ante todo a la tutela de Usa. Tampoco es cierto que esos países, al parecer ansiosos de unirse, hayan resultado especialmente pacíficos. Francia mantuvo largas, duras y finalmente desastrosas guerras coloniales. Lo mismo, aunque algo más atenuadamente, Holanda, Inglaterra y Portugal. Aún son recientes las guerras en la extinta Yugoslavia, es decir, en Europa, que la UE no ha impedido, sino en cierta medida atizado. Y ahora mismo, países de la UE participan en guerras en Siria, Malí, Afganistán, hace muy poco en Libia e Irak, aparte de su responsabilidad en las espeluznantes matanzas de Ruanda; etc. No sugiero con ello que esas contiendas e intervenciones estén más o menos justificadas en algunos casos, solo constato que considerar a la UE como un factor de paz general apenas resulta una peligrosa fantasía publicitaria. El mundo dista de ser una balsa de aceite, y, precisamente por los intereses “globales”, la UE está interviniendo y previsiblemente seguirá haciéndolo allí donde esos intereses se vean amenazados.
Por otra parte, el europeísmo actual se ha ideado en gran medida como remedio a las tradicionales y sangrientas pugnas francoalemanas, y tiene una curiosa ironía la idea de poner de acuerdo a ambas potencias asegurándoles el predominio sobre el resto del continente. Pues la UE, compuesta de muchos y muy disímiles países, difícilmente podría articularse y funcionar sin la hegemonía de sus dos mayores poderes, Alemania y Francia. Hay además un elemento de fraude esencial en la pretensión del europeísmo de representar a Europa. La UE no es Europa, solo una parte de ella. Europa incluye, por ejemplo, a Rusia, muy difícil de integrar en el conjunto; y muchos quieren extenderla a Turquía, país de cultura ajena a la europea y con sus propios conflictos.
En cuanto al argumento del tamaño como dato esencial para competir en el mundo “globalizado”, puede valer para pensadores de “la economía lo es todo”, pero para nadie medianamente serio. Países tan pequeños como Suiza, Noruega, Israel, Singapur o Formosa son más competitivos, proporcionalmente, que la UE. Y dentro de esta existen profundas diferencias entre Grecia y Suecia, entre Alemania e Italia o entre Francia y España. Medidas unificadoras como el euro, presentado fraudulentamente como un seguro de prosperidad ilimitada, han causado un auténtico desbarajuste.
Todas estas cuestiones deben ser examinadas más a fondo. Se pretende llegar a una especie de federación a la useña olvidando que Usa tiene un solo idioma, una trayectoria política y cultural, y una larga serie de elementos comunes inexistentes en Europa. Y que solo arrasando a las naciones para convertirlas en seudoestados sin soberanía,  sujetos a presiones o aspiraciones económicas más o menos ilusorias, puede lograrse esa unidad… contra la historia y las culturas y políticas tan diversas que han enriquecido y conforman la realidad  europea.
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Miserias del europeísmo (I)

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Miserias del europeísmomo la política española no se guía por análisis de alguna seriedad, sino por tópicos y baratijas emocionales, encontramos la paradoja de que, siendo España un país notablemente inculto, de su propia cultura y de la europea, sea también uno de los más  “europeístas” del continente.
Por europeísmo se entienden cosas distintas, desde el sentimiento ligado a la conciencia de unas raíces culturales comunes hasta la pretensión de unificar políticamente Europa en una federación o similar. En el primer aspecto, nadie ignora que Europa se forjó culturalmente como el continente cristiano en pugna, durante siglos, con invasiones paganas o islámicas, creando una civilización que se ha extendido por gran parte del mundo. Sin embargo el actual europeísmo busca, paradójicamente, anular esas raíces reemplazándolas por una especie de neorreligión laicista, a menudo muy hostil al cristianismo. Pretende, además, crear una superpotencia con el correspondiente nacionalismo, que sustituiría a las naciones históricas y acabaría con ellas en un plazo más o menos largo. Los idiomas nacionales también serían paulatinamente desplazados (ya lo están siendo, aceleradamente) por una hegemonía irrestricta del inglés. Esa deriva se justifica arguyendo que de ese modo terminarían las guerras dentro de Europa, como probaría el hecho de no haber vuelto a haberlas desde 1945, conforme aumentaba la unidad económica y política; además, la nueva Europa se comportaría con ejemplar pacifismo en el mundo; aparte de que en un mundo “globalizado” solo puede competirse mediante grandes unidades políticas y económicas.
En mi opinión, se trata de tres falacias justificativas. La paz en Europa desde 1945 obedece ante todo a la tutela de Usa. Tampoco es cierto que esos países, al parecer ansiosos de unirse, hayan resultado especialmente pacíficos. Francia mantuvo largas, duras y finalmente desastrosas guerras coloniales. Lo mismo, aunque algo más atenuadamente, Holanda, Inglaterra y Portugal. Aún son recientes las guerras en la extinta Yugoslavia, es decir, en Europa, que la UE no ha impedido, sino en cierta medida atizado. Y ahora mismo, países de la UE participan en guerras en Siria, Malí, Afganistán, hace muy poco en Libia e Irak, aparte de su responsabilidad en las espeluznantes matanzas de Ruanda; etc. No sugiero con ello que esas contiendas e intervenciones estén más o menos justificadas en algunos casos, solo constato que considerar a la UE como un factor de paz general apenas resulta una peligrosa fantasía publicitaria. El mundo dista de ser una balsa de aceite, y, precisamente por los intereses “globales”, la UE está interviniendo y previsiblemente seguirá haciéndolo allí donde esos intereses se vean amenazados.
Por otra parte, el europeísmo actual se ha ideado en gran medida como remedio a las tradicionales y sangrientas pugnas francoalemanas, y tiene una curiosa ironía la idea de poner de acuerdo a ambas potencias asegurándoles el predominio sobre el resto del continente. Pues la UE, compuesta de muchos y muy disímiles países, difícilmente podría articularse y funcionar sin la hegemonía de sus dos mayores poderes, Alemania y Francia. Hay además un elemento de fraude esencial en la pretensión del europeísmo de representar a Europa. La UE no es Europa, solo una parte de ella. Europa incluye, por ejemplo, a Rusia, muy difícil de integrar en el conjunto; y muchos quieren extenderla a Turquía, país de cultura ajena a la europea y con sus propios conflictos.
En cuanto al argumento del tamaño como dato esencial para competir en el mundo “globalizado”, puede valer para pensadores de “la economía lo es todo”, pero para nadie medianamente serio. Países tan pequeños como Suiza, Noruega, Israel, Singapur o Formosa son más competitivos, proporcionalmente, que la UE. Y dentro de esta existen profundas diferencias entre Grecia y Suecia, entre Alemania e Italia o entre Francia y España. Medidas unificadoras como el euro, presentado fraudulentamente como un seguro de prosperidad ilimitada, han causado un auténtico desbarajuste.
Todas estas cuestiones deben ser examinadas más a fondo. Se pretende llegar a una especie de federación a la useña olvidando que Usa tiene un solo idioma, una trayectoria política y cultural, y una larga serie de elementos comunes inexistentes en Europa. Y que solo arrasando a las naciones para convertirlas en seudoestados sin soberanía,  sujetos a presiones o aspiraciones económicas más o menos ilusorias, puede lograrse esa unidad… contra la historia y las culturas y políticas tan diversas que han enriquecido y conforman la realidad  europea.
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Miserias del europeísmomo la política española no se guía por análisis de alguna seriedad, sino por tópicos y baratijas emocionales, encontramos la paradoja de que, siendo España un país notablemente inculto, de su propia cultura y de la europea, sea también uno de los más  “europeístas” del continente.
Por europeísmo se entienden cosas distintas, desde el sentimiento ligado a la conciencia de unas raíces culturales comunes hasta la pretensión de unificar políticamente Europa en una federación o similar. En el primer aspecto, nadie ignora que Europa se forjó culturalmente como el continente cristiano en pugna, durante siglos, con invasiones paganas o islámicas, creando una civilización que se ha extendido por gran parte del mundo. Sin embargo el actual europeísmo busca, paradójicamente, anular esas raíces reemplazándolas por una especie de neorreligión laicista, a menudo muy hostil al cristianismo. Pretende, además, crear una superpotencia con el correspondiente nacionalismo, que sustituiría a las naciones históricas y acabaría con ellas en un plazo más o menos largo. Los idiomas nacionales también serían paulatinamente desplazados (ya lo están siendo, aceleradamente) por una hegemonía irrestricta del inglés. Esa deriva se justifica arguyendo que de ese modo terminarían las guerras dentro de Europa, como probaría el hecho de no haber vuelto a haberlas desde 1945, conforme aumentaba la unidad económica y política; además, la nueva Europa se comportaría con ejemplar pacifismo en el mundo; aparte de que en un mundo “globalizado” solo puede competirse mediante grandes unidades políticas y económicas.
En mi opinión, se trata de tres falacias justificativas. La paz en Europa desde 1945 obedece ante todo a la tutela de Usa. Tampoco es cierto que esos países, al parecer ansiosos de unirse, hayan resultado especialmente pacíficos. Francia mantuvo largas, duras y finalmente desastrosas guerras coloniales. Lo mismo, aunque algo más atenuadamente, Holanda, Inglaterra y Portugal. Aún son recientes las guerras en la extinta Yugoslavia, es decir, en Europa, que la UE no ha impedido, sino en cierta medida atizado. Y ahora mismo, países de la UE participan en guerras en Siria, Malí, Afganistán, hace muy poco en Libia e Irak, aparte de su responsabilidad en las espeluznantes matanzas de Ruanda; etc. No sugiero con ello que esas contiendas e intervenciones estén más o menos justificadas en algunos casos, solo constato que considerar a la UE como un factor de paz general apenas resulta una peligrosa fantasía publicitaria. El mundo dista de ser una balsa de aceite, y, precisamente por los intereses “globales”, la UE está interviniendo y previsiblemente seguirá haciéndolo allí donde esos intereses se vean amenazados.
Por otra parte, el europeísmo actual se ha ideado en gran medida como remedio a las tradicionales y sangrientas pugnas francoalemanas, y tiene una curiosa ironía la idea de poner de acuerdo a ambas potencias asegurándoles el predominio sobre el resto del continente. Pues la UE, compuesta de muchos y muy disímiles países, difícilmente podría articularse y funcionar sin la hegemonía de sus dos mayores poderes, Alemania y Francia. Hay además un elemento de fraude esencial en la pretensión del europeísmo de representar a Europa. La UE no es Europa, solo una parte de ella. Europa incluye, por ejemplo, a Rusia, muy difícil de integrar en el conjunto; y muchos quieren extenderla a Turquía, país de cultura ajena a la europea y con sus propios conflictos.
En cuanto al argumento del tamaño como dato esencial para competir en el mundo “globalizado”, puede valer para pensadores de “la economía lo es todo”, pero para nadie medianamente serio. Países tan pequeños como Suiza, Noruega, Israel, Singapur o Formosa son más competitivos, proporcionalmente, que la UE. Y dentro de esta existen profundas diferencias entre Grecia y Suecia, entre Alemania e Italia o entre Francia y España. Medidas unificadoras como el euro, presentado fraudulentamente como un seguro de prosperidad ilimitada, han causado un auténtico desbarajuste.
Todas estas cuestiones deben ser examinadas más a fondo. Se pretende llegar a una especie de federación a la useña olvidando que Usa tiene un solo idioma, una trayectoria política y cultural, y una larga serie de elementos comunes inexistentes en Europa. Y que solo arrasando a las naciones para convertirlas en seudoestados sin soberanía,  sujetos a presiones o aspiraciones económicas más o menos ilusorias, puede lograrse esa unidad… contra la historia y las culturas y políticas tan diversas que han enriquecido y conforman la realidad  europea.
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Miserias del europeísmo (I)

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Por europeísmo se entienden cosas distintas, desde el sentimiento ligado a la conciencia de unas raíces culturales comunes hasta la pretensión de unificar políticamente Europa en una federación o similar. En el primer aspecto, nadie ignora que Europa se forjó culturalmente como el continente cristiano en pugna, durante siglos, con invasiones paganas o islámicas, creando una civilización que se ha extendido por gran parte del mundo. Sin embargo el actual europeísmo busca, paradójicamente, anular esas raíces reemplazándolas por una especie de neorreligión laicista, a menudo muy hostil al cristianismo. Pretende, además, crear una superpotencia con el correspondiente nacionalismo, que sustituiría a las naciones históricas y acabaría con ellas en un plazo más o menos largo. Los idiomas nacionales también serían paulatinamente desplazados (ya lo están siendo, aceleradamente) por una hegemonía irrestricta del inglés. Esa deriva se justifica arguyendo que de ese modo terminarían las guerras dentro de Europa, como probaría el hecho de no haber vuelto a haberlas desde 1945, conforme aumentaba la unidad económica y política; además, la nueva Europa se comportaría con ejemplar pacifismo en el mundo; aparte de que en un mundo “globalizado” solo puede competirse mediante grandes unidades políticas y económicas.
En mi opinión, se trata de tres falacias justificativas. La paz en Europa desde 1945 obedece ante todo a la tutela de Usa. Tampoco es cierto que esos países, al parecer ansiosos de unirse, hayan resultado especialmente pacíficos. Francia mantuvo largas, duras y finalmente desastrosas guerras coloniales. Lo mismo, aunque algo más atenuadamente, Holanda, Inglaterra y Portugal. Aún son recientes las guerras en la extinta Yugoslavia, es decir, en Europa, que la UE no ha impedido, sino en cierta medida atizado. Y ahora mismo, países de la UE participan en guerras en Siria, Malí, Afganistán, hace muy poco en Libia e Irak, aparte de su responsabilidad en las espeluznantes matanzas de Ruanda; etc. No sugiero con ello que esas contiendas e intervenciones estén más o menos justificadas en algunos casos, solo constato que considerar a la UE como un factor de paz general apenas resulta una peligrosa fantasía publicitaria. El mundo dista de ser una balsa de aceite, y, precisamente por los intereses “globales”, la UE está interviniendo y previsiblemente seguirá haciéndolo allí donde esos intereses se vean amenazados.
Por otra parte, el europeísmo actual se ha ideado en gran medida como remedio a las tradicionales y sangrientas pugnas francoalemanas, y tiene una curiosa ironía la idea de poner de acuerdo a ambas potencias asegurándoles el predominio sobre el resto del continente. Pues la UE, compuesta de muchos y muy disímiles países, difícilmente podría articularse y funcionar sin la hegemonía de sus dos mayores poderes, Alemania y Francia. Hay además un elemento de fraude esencial en la pretensión del europeísmo de representar a Europa. La UE no es Europa, solo una parte de ella. Europa incluye, por ejemplo, a Rusia, muy difícil de integrar en el conjunto; y muchos quieren extenderla a Turquía, país de cultura ajena a la europea y con sus propios conflictos.
En cuanto al argumento del tamaño como dato esencial para competir en el mundo “globalizado”, puede valer para pensadores de “la economía lo es todo”, pero para nadie medianamente serio. Países tan pequeños como Suiza, Noruega, Israel, Singapur o Formosa son más competitivos, proporcionalmente, que la UE. Y dentro de esta existen profundas diferencias entre Grecia y Suecia, entre Alemania e Italia o entre Francia y España. Medidas unificadoras como el euro, presentado fraudulentamente como un seguro de prosperidad ilimitada, han causado un auténtico desbarajuste.
Todas estas cuestiones deben ser examinadas más a fondo. Se pretende llegar a una especie de federación a la useña olvidando que Usa tiene un solo idioma, una trayectoria política y cultural, y una larga serie de elementos comunes inexistentes en Europa. Y que solo arrasando a las naciones para convertirlas en seudoestados sin soberanía,  sujetos a presiones o aspiraciones económicas más o menos ilusorias, puede lograrse esa unidad… contra la historia y las culturas y políticas tan diversas que han enriquecido y conforman la realidad  europea.
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Miserias del europeísmo (I)

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Miserias del europeísmomo la política española no se guía por análisis de alguna seriedad, sino por tópicos y baratijas emocionales, encontramos la paradoja de que, siendo España un país notablemente inculto, de su propia cultura y de la europea, sea también uno de los más  “europeístas” del continente.
Por europeísmo se entienden cosas distintas, desde el sentimiento ligado a la conciencia de unas raíces culturales comunes hasta la pretensión de unificar políticamente Europa en una federación o similar. En el primer aspecto, nadie ignora que Europa se forjó culturalmente como el continente cristiano en pugna, durante siglos, con invasiones paganas o islámicas, creando una civilización que se ha extendido por gran parte del mundo. Sin embargo el actual europeísmo busca, paradójicamente, anular esas raíces reemplazándolas por una especie de neorreligión laicista, a menudo muy hostil al cristianismo. Pretende, además, crear una superpotencia con el correspondiente nacionalismo, que sustituiría a las naciones históricas y acabaría con ellas en un plazo más o menos largo. Los idiomas nacionales también serían paulatinamente desplazados (ya lo están siendo, aceleradamente) por una hegemonía irrestricta del inglés. Esa deriva se justifica arguyendo que de ese modo terminarían las guerras dentro de Europa, como probaría el hecho de no haber vuelto a haberlas desde 1945, conforme aumentaba la unidad económica y política; además, la nueva Europa se comportaría con ejemplar pacifismo en el mundo; aparte de que en un mundo “globalizado” solo puede competirse mediante grandes unidades políticas y económicas.
En mi opinión, se trata de tres falacias justificativas. La paz en Europa desde 1945 obedece ante todo a la tutela de Usa. Tampoco es cierto que esos países, al parecer ansiosos de unirse, hayan resultado especialmente pacíficos. Francia mantuvo largas, duras y finalmente desastrosas guerras coloniales. Lo mismo, aunque algo más atenuadamente, Holanda, Inglaterra y Portugal. Aún son recientes las guerras en la extinta Yugoslavia, es decir, en Europa, que la UE no ha impedido, sino en cierta medida atizado. Y ahora mismo, países de la UE participan en guerras en Siria, Malí, Afganistán, hace muy poco en Libia e Irak, aparte de su responsabilidad en las espeluznantes matanzas de Ruanda; etc. No sugiero con ello que esas contiendas e intervenciones estén más o menos justificadas en algunos casos, solo constato que considerar a la UE como un factor de paz general apenas resulta una peligrosa fantasía publicitaria. El mundo dista de ser una balsa de aceite, y, precisamente por los intereses “globales”, la UE está interviniendo y previsiblemente seguirá haciéndolo allí donde esos intereses se vean amenazados.
Por otra parte, el europeísmo actual se ha ideado en gran medida como remedio a las tradicionales y sangrientas pugnas francoalemanas, y tiene una curiosa ironía la idea de poner de acuerdo a ambas potencias asegurándoles el predominio sobre el resto del continente. Pues la UE, compuesta de muchos y muy disímiles países, difícilmente podría articularse y funcionar sin la hegemonía de sus dos mayores poderes, Alemania y Francia. Hay además un elemento de fraude esencial en la pretensión del europeísmo de representar a Europa. La UE no es Europa, solo una parte de ella. Europa incluye, por ejemplo, a Rusia, muy difícil de integrar en el conjunto; y muchos quieren extenderla a Turquía, país de cultura ajena a la europea y con sus propios conflictos.
En cuanto al argumento del tamaño como dato esencial para competir en el mundo “globalizado”, puede valer para pensadores de “la economía lo es todo”, pero para nadie medianamente serio. Países tan pequeños como Suiza, Noruega, Israel, Singapur o Formosa son más competitivos, proporcionalmente, que la UE. Y dentro de esta existen profundas diferencias entre Grecia y Suecia, entre Alemania e Italia o entre Francia y España. Medidas unificadoras como el euro, presentado fraudulentamente como un seguro de prosperidad ilimitada, han causado un auténtico desbarajuste.
Todas estas cuestiones deben ser examinadas más a fondo. Se pretende llegar a una especie de federación a la useña olvidando que Usa tiene un solo idioma, una trayectoria política y cultural, y una larga serie de elementos comunes inexistentes en Europa. Y que solo arrasando a las naciones para convertirlas en seudoestados sin soberanía,  sujetos a presiones o aspiraciones económicas más o menos ilusorias, puede lograrse esa unidad… contra la historia y las culturas y políticas tan diversas que han enriquecido y conforman la realidad  europea.
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6 comentarios:

Sinretorno dijo...

Efectivamente,la periodista fue maleducada y perdió. Si ser de extreme derecha es defender la vida del nasciturus,repudiar el matrimonio gay y regular la inmigración,soy de extrema derecha....incluso más que la le pen, por lo del aborto. L tal pastor infumable...

Anónimo dijo...

Ana Pastor ha hecho de nuevo el ridiculo!!

Anónimo dijo...

No estoy dacuerdo contigo y te explico porque.
Voy a partir de un caso concreto y voy a generalizar, no es la argumentación que prefiero pero será mas breve.
Todo el mundo se ha quedado conque Ana ha perdido. Es posible, pero ese no es el debate, ella pudo haber sido descortés como dicen algunos pero ha revelado las intenciones o supuestas intenciones de Le Pen. Le Pen aprueba una expulsión de lo inmigrantes (concretamente africanos) y el cierre de las fronteras. Y son muchos por lo que leo los españoles que aprobarian estas practicas.
Y e aquí mi ejemplo: mi padre (español) empleado en españa ha sido despedido hará dos años por su jefe. Era jefe de compras. Y no, no fue substituido por un inmigrante sino por un español que cobraba menos. Pues nos fuimos a suiza ya que en españa no podíamos, después de un año buscando, satisfacer nuestras necesidades. Que habría pasado si en suiza no nos hubieran acojido? Tendríamos que avernos puesto a mendigar? Dejar mis estudios para trabajar (o no) ?
Parece que la inmigración supone algún problema. Pero no es cierto. No aumenta ni la violencia, ni la pobreza de un pueblo. Pero sin embargo muchos hechan la culpa de la crisis a la inmigración por tanto dejemos de aceptarlos y ellos tampoco nos aceptaran esa es la solución. Ahora pon a una española a limpiar váteres por 10€ la hora. O deja de extraer diamantes de áfrica o uranio. Sigamos esa regla de tres. Los suizo no dejan entrar los frances tampoco ni los alemanes pues que tampoco lo hagan lo africanos! No mas petróleo! No mas gas sirio! No mas diamantes ni uranio! Fabriquemos el aluminio en nuestras tierras es mas que lo hagan españoles! Y que se mueran a los treinta intoxicados!
Vertederos? De que crees que esta hecha la meseta?!

Si quieres debatir tu o cualquiera estaré encantado de contestarte por email.
sanz.daniel95@gmail.com

Sebastián Urbina dijo...

No se trata ni de 'abrir las puertas' ni de 'cerrar las puertas'. Ambas posturas son rechazables.

Pero es de sentido común que la inmigración ilegal e incontrolada es un peligro. Y que no se pueden tener las 'puertas abiertas' todo el tiempo.

Camisetas de futbol dijo...

Que habría pasado si en suiza no nos hubieran acojido? Es de sentido común que la inmigración ilegal e incontrolada es un peligro.

camisetas de futbol dijo...

Dos mujeres de éxito
jejeje~~~