miércoles, 26 de marzo de 2014

¿QUÉ RAJOY VEREMOS?




 ¿Qué Rajoy veremos? Está en juego el futuro de España. No es una cuestión baladí.)






Los anhelos independentistas de Artur Mas chocan contra la legalidad

Con la sentencia del TC contra la declaración catalana, el Gobierno puede aplicar todas las respuesta legales necesarias contra el plan de la Generalitat.
(ABC)

 ¿Lo hará?





26-III-2014

Ni Mas cumplirá ni Rajoy obligará a cumplir


Es cierto que el pleno del Tribunal Constitucional no ha podido ser más claro al anular por unanimidad la declaración soberanista aprobada por el Parlamento autonómico de Cataluña el 23 de enero de 2013, así como la celebración del referéndum secesionista prevista para el 9 de noviembre.

Ahora bien, no es menos cierto que los promotores del desafío separatista tampoco han podido ser más claros y rápidos a la hora de poner de manifiesto su desprecio y su nula voluntad de acatamiento respecto a la mencionada sentencia del Alto Tribunal. Así, el portavoz de CiU en el Parlamento regional, Jordi Turull, ha dejado bien claro que la sentencia no les merece "ningún respeto", al tiempo que ha insultado a los magistrados calificándolos de "agitadores políticos que han atizado la catalanofobia".

A nadie debe extrañar que el Tribunal Constitucional haya anulado una declaración y un referéndum tan radicalmente inconstitucionales; pero tampoco debería sorprender a nadie que los nacionalistas hagan caso omiso a sus sentencias: no se han embarcado en un proceso soberanista para luego sentirse subordinados a lo que dictamine la Justicia española. Su esperanza no ha radicado nunca en una sentencia que pudiera dar cabida jurídica a su proyecto de ruptura. Su esperanza radicaba y sigue radicando en un Gobierno que sea renuente a obligarles a cumplir la ley y las sentencias.

De nada, pues, sirven las resoluciones judiciales si luego no hay un poder Ejecutivo que obligue a su cumplimiento. Los nacionalistas han llegado hace tiempo a la convicción de que el presidente del Gobierno, antes que intervenir la Administración regional catalana en defensa del ordenamiento jurídico, está dispuesto a dejar impunes sus delitos de desobediencia y prevaricación, incluso a financiar, indirectamente, un costosísimo proceso de construcción nacional que, en caso contrario, abocaría a aquélla a la suspensión de pagos.

Los nacionalistas no son kamikazes, sino promotores de un proyecto separatista con el que creen que, con Rajoy al frente del Gobierno, no tienen nada, absolutamente nada, que perder. Saben que Rajoy no reconocerá efectos jurídicos a su carísimo y delictivo proceso de construcción nacional, pero que no les faltará impunidad ni financiación para llevarlo a cabo.

Los españoles –incluidos los catalanes– pueden, con esta sentencia, regocijarse tanto como con aquellas que han declarado inconstitucional la inmersión lingüística que se perpetra en Cataluña. Pero mientras no haya un Gobierno central que las haga cumplir, serán papel mojado, para vergüenza de nuestro Estado de Derecho.

La oportunidad única que el Gobierno del PP constituye para los nacionalistas no la anula ningún Tribunal Constitucional, por muy unánimes que sean sus sentencias.
 (edit.ld) 

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Juegos de guerra



Miquel Porta Perales
Martes, 25 de marzo de 2014 - 

Miércoles 12 de marzo de 2014. La lectura de una noticia aparecida en CRÓNICA GLOBAL (CDC plantea un "proceso constituyente" para crear un "nuevo Estado" catalán) descoloca. Resulta –lo afirma un documento de Convergència Democràtica de Catalunya titulado 'Comprometidos con una nueva gobernanza'- que "la creación de un nuevo Estado es una excelente oportunidad para crear nuevos lazos, nuevas sinergias y nuevas actitudes entre los ciudadanos y los poderes públicos… y nos ha de permitir como sociedad consolidar aquellos valores que nos han enriquecido como pueblo". ¿De qué están hablando? El nuevo Estado –que extranjeriza a una parte de la sociedad catalana-, ¿creerá nuevos lazos, sinergias y actitudes entre los ciudadanos? 

Veamos, ¿crear nuevos lazos, sinergias o actitudes o quizá romper los ya existentes en beneficio del predominio de unos sobre los otros? ¿Qué valores han enriquecido como pueblo a la sociedad catalana? ¿Quizá los catalanes –por el hecho de serlo- tenemos unos valores distintos a los no catalanes?
 
¿Quiénes son o no son catalanes y poseen o no los valores que enriquecen como pueblo? ¿Quiénes forman parte o no –en virtud de qué criterio- del pueblo catalán? ¿Qué papel juegan en esta historia los catalanes que se sienten españoles o que también se sienten españoles? Menudo embrollo. ¿Qué se traen entre manos? ¿En qué estarán pensando? ¿A qué juegan? ¿A qué nos hacen jugar? Y ahora, ¿qué debo preguntarme? ¿Qué soy yo? ¿Soy catalán o no soy catalán? ¿Soy buen catalán o soy mal catalán? ¿Formo o no formo parte del pueblo catalán y sus valores constitutivos? En cualquier caso, el examen previsto de “nacionalidad” lo apruebo. Y después, ¿qué?

¿Cómo decir que no a la Cataluña de las maravillas que promete una sociedad reconciliada, con jueces y fiscales independientes al servicio de los más débiles, con un régimen impositivo que nos dejará satisfechos, en donde la transparencia estará a la orden del día?
Sigo con el documento. En el nuevo Estado habrá “jueces profesionales e independientes” que garantizarán “procesos ágiles y efectivos” con fiscales que “actúen con sensibilidad en defensa de los más débiles”. La Cataluña independiente será una maravilla. Y no solo en materia de Justicia, sino también en materia de Hacienda si tenemos en cuenta que el objetivo de la Hacienda catalana es que “el contribuyente se sienta satisfecho” a la manera de “los países nórdicos”. 

Ahí no acaba la cosa. El documento apuesta por la transparencia como “un arma principal para la calidad de la gestión de las instituciones”, por “dar máximo acceso a la información pública sobre el origen y el destino de los fondos públicos”, por la “rendición de cuentas continuada”, “por la renuncia en caso de comportamientos poco éticos y/o ilegales” y por la limitación de mandatos para “evitar situaciones de concentración y mal uso del poder”. ¿Cómo decir que no a la Cataluña de las maravillas que promete una sociedad reconciliada, con jueces y fiscales independientes al servicio de los más débiles, con un régimen impositivo que nos dejará satisfechos, en donde la transparencia estará a la orden del día? Y, además, seremos suecos y podremos votar –me olvidé de apuntar semejante prueba de modernidad- electrónicamente. La pena es que todo eso no lo hayan pensado y practicado –ahorro ejemplos de sobras conocidos- antes. ¿A qué estarán jugando?

Jueves 13 de marzo de 2014. CRÓNICA GLOBAL (Declaración unilateral de independencia para Sant Jordi 2015) facilita el acceso al documento de la Asamblea Nacional Catalana titulado Hoja de ruta 2014-2015. Da miedo. Asustaresumo únicamente una parte de los “escenarios”, destinatarios”, “requisitos” y “acciones” previos a la Declaración unilateral de independencia- que se advierta que “la sociedad catalana ha de estar preparada y dispuesta a actuar en cualquiera de los escenarios que se puedan llegar a producir”, que se indique que “será imprescindible la unidad de acción y la coordinación efectiva entre los diferentes actores para asegurar la máxima eficacia en el trabajo que corresponda a cada actor”, que se especifique que estamos ante un “proyecto imparable” e “irreversible”, que se hable del “destino final y los caminos para llegar”.

 También inquieta que la Asamblea Nacional Catalana exhorte a que cada uno cumpla su misión: la Generalitat ha de “realizar actos concretos que apliquen de forma práctica la Declaración de soberanía aprobada por el Parlamento de Cataluña”; los Ayuntamientos han de “asegurar la logística para la celebración de la Consulta”; los partidos políticos, en los municipios en donde resulte previsible “algún tipo de obstaculización”, “deberán promover los mecanismos legales que permitan un cambio favorable en los equipos de gobierno municipal” y, si ello no es posible, habrá que celebrar la Consulta “a partir de la iniciativa popular”; la sociedad civil ha de “trabajar para asegurar la celebración de la Consulta” y “convencer a la mayoría de nuestros conciudadanos de que solo con la constitución de la República catalana tendremos la posibilidad de progresar en todos los campos”. ¿De qué va esto?
Dicen:en cualquiera de los escenarios, con Consulta o sin ella, siempre llegará el momento en el que se deberá hacer, formalmente y solemnemente, la Declaración de independencia. Será el día que deberá ser recordado como Día de la Independencia”. 

A la Declaración –promovida por la “Asamblea de cargos electos” (?)-, le seguirán “actos de ejercicio de soberanía” como el “control de las grandes infraestructuras y fronteras –puertos, aeropuertos-, la seguridad pública, las comunicaciones, etc.”. Más: “el elemento clave será el comportamiento fiscal de la ciudadanía, cuando deba hacer frente al pago periódico de impuestos y escoja, mayoritariamente, ingresarlos en la administración del nuevo estado”. ¿Saben lo que se traen entre manos? ¿Será una broma?

Domingo 16 de marzo de 2014. CRÓNICA GLOBAL (Mas: “no podemos descartar la declaración unilateral de independencia”) reproduce unas declaraciones de Artur Mas –se trata de una conversación entre el presidente de la Generalidad y unos ciudadanos- en las que afirma que "la declaración unilateral de independencia no es nuestro marco ideal, ni el mejor, ni el que queremos. Pero no podemos descartarla al 100% porque sería una renuncia tan evidente que nos haría perder fuerza". ¿Se trata –tacticismo de bajo vuelo- de perder fuerza?

 Añade: "lo que pondría en peligro la convivencia es que el pueblo de Cataluña llegue a la conclusión de que no se le deja votar para decidir su futuro, porque eso es lo mismo que negar su existencia… la nación tiene derecho a opinar y decidir”. Artur Mas concreta: “estamos hablando básicamente de instrumentos, no de esencias identitarias. Hay mucha gente que vive la independencia como un tema patriótico, identitario, cultural, lingüístico, histórico... pero el tema de si Cataluña tiene Estado es básicamente disponer de instrumentos o no tenerlos".  

¿Solo se trata de “disponer de instrumentos”? Pero, ¿no acaba de afirmar que el pueblo de Cataluña quiere “decidir su futuro”, que nadie puede “negar su existencia” y que “la nación tiene derecho a opinar y decidir”? Para disponer de instrumentos, ¿hay que invocar la nación y convocar un referéndum ilegal de autodeterminación? ¿Una Crimea sin Putin? Por cierto, Artur Mas debe estar en frontal y franco desacuerdo con una Asamblea Nacional Catalana que, ni corta ni perezosa, en su particular hoja de ruta, habla “del derecho que tenemos como pueblo, como comunidad diferenciada, a decidir nuestro futuro político y la voluntad de ejercerlo” (sic).

El discurso de la Asamblea Nacional Catalana recuerda el vanguardismo leninista que señala el recto camino que seguir, la teoría del golpe de fuerza del Curzio Malaparte que afirmaba que con "mil técnicos" se puede forzar la sustitución del poder

Viernes 21 de marzo de 2014. Dos noticias aparecidas en CRÓNICA GLOBAL (Mas reclama a padres y profesores que den su apoyo "para ejercer el derecho a decidir" y La Generalidad prevé registrar a catalanes residentes en el extranjero para completar un censo para el eventual referéndum) ponen la guinda al pastel. La Generalidad sigue jugando. Por un lado, el Consejo Escolar de Cataluña “recomienda” a la comunidad educativa que “emprenda las iniciativas que considere oportunas para responsabilizar a los ciudadanos sobre el futuro de nuestro país y dar el apoyo al proceso democrático para ejercer el derecho a decidir”. 

Hablan de “responsabilizar” cuando se trata de propaganda pura y dura o de manipulación de la consciencia. Pero, ¿no repiten una y otra vez que ellos no contaminan ideológicamente la educación? Por otro lado –segunda noticia de aquel día-, la Generalidad sigue con la consulta o referéndum –ilegal- que no se celebrará.

Los documentos citados, así como las declaraciones de Arur Mas, revelan el proceder del nacionalismo catalán. Convergència –la imposibilidad de una candidatura común europea, el frente internacional no responde, una parte importante del empresariado no se implica y otros callan, determinada prensa modula el discurso y ya no ríe las gracias del proceso, síntomas de escepticismo, cansancio y resistencia en la ciudadanía- utiliza el argumentario prosaico –con la independencia los catalanes vivirían mejor- para justificar el llamado derecho a decidir y la consulta o referéndum. Argumentos prosaicos, pero sin olvidar las esencias nacionales. Y sin olvidar –de ahí el guiño de la Declaración unilateral de independencia: Artur Mas va quemando cartuchos hasta el desastre final- la hipoteca que ha contraído con una Asamblea Nacional Catalana que no parece dispuesta ni a perdonar deudas ni a tolerar quitas.

Por su parte, el discurso –de rancio sabor predemocrático- de la Asamblea Nacional Catalana recuerda el vanguardismo leninista que señala el recto camino que seguir, la teoría del golpe de fuerza del Curzio Malaparte que afirmaba que con “mil técnicos” se puede forzar la sustitución del poder, los comités de defensa de la revolución castrista, la “organización autónoma del pueblo” chavista, la retórica conspirativa del caudillismo hispanoamericano, el bonapartismo clásico que utiliza el Parlamento para propiciar, impulsar y bendecir una ilegalidad. Un empacho. Un cóctel indigerible que atenta contra el Estado de derecho y la legalidad y la legitimidad democráticas. Muy probablemente -con el paso del tiempo-, la Asamblea Nacional Catalana será un punto de referencia internacional para estudiar el acoso a la democracia en las sociedades democráticas avanzadas durante el siglo XXI. A menos que todo eso sea una estrategia lúdica. Puro entretenimiento para conservar el ánimo.

Diríase que el nacionalismo catalán practica los juegos de guerra. Esos juegos virtuales de ordenador en que los participantes idean, dirigen y actúan en función de sus muy particulares intereses con el único objetivo de alcanzar la victoria final previa reducción del adversario; esos juegos donde se instruye: “arma un ejército legendario y controla a toda una nación” . Y está la actitud: “debes estar preparado para combatir la guerra en cualquier etapa de tu vida… prepárate para los combates soldado”. Todo, por supuesto, te lo ofrecen gratis. 

Pero, en la realidad nada es gratis. Las irresponsabilidades se pagan. Las irresponsabilidades de unos –con frecuencia, difícilmente controlables- las acaban pagando todos. Esa huida hacia adelante con el objetivo de buscar el conflicto, esa huida de la realidad que busca la colisión. Y después veremos qué pasa y cómo salimos del atolladero y quién y a qué precio nos saca del mismo y qué sacamos de ello. Pero, todo eso, no es -¡entérense, señores y señoras nacionalistas!- un juego de guerra gratis en línea. Dejen de divertirse a nuestra costa.

 (Miguel Porta Perales/Crónica Global.)

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