sábado, 24 de mayo de 2014

VOX Y EL MARIANISMO.


 

 VOX Y EL MARIANISMO.

 

 

Alejo, sé fuerte


Para asegurar su sueldo, Vidal Quadras sólo tenía que haber permanecido silente ante la deriva suicida y corrupta del marianismo.


La campaña del PP ha sido monótona -como es la obscenidad- y sólo le ha puesto un poco de sal la esquizofrenia inducida de Cañete, que cuando se ha dejado mover como un teleñeco ha estado mal, y después, cuando ha querido ser él mismo, ha estado peor. El debate absurdo sobre el machismo sólo ha servido para comprobar de nuevo lo evidente, la genuflexión tan ridícula de los populares ante los mantras progres, convencidos de que los carnets de demócratas y modernos los siguen expidiendo en Ferraz.


Esa conducta acobardada, mansa y sumisa, sólo la abandonan para referirse a las opciones reformistas -Vox y Ciudadanos-, contra las que sí han desplegado toda la soberbia que incuba las mayorías absolutas. El PP catalán afirmaba que los partidos minoritarios caben en un taxi, cosa curiosa, porque precisamente en esa autonomía los de la gaviota son una opción muy minoritaria. Eso sí, sea cual sea su resultado, los de Alicia Sánchez Camacho seguirán necesitando toda una flota de coches oficiales para desplazarse. 

Mientras, la señora de Arriola -Celia, lo que grita- ha ido más allá llamando traidores a los que como Ortega Lara han abandonado el partido y están ahora en las listas de Vox. Que diga eso Villalobos, desde la mayoría parlamentaria que ha puesto en libertad a Bolinaga -el secuestrador de Ortega-, es una infamia propia de aquellos años en que a las víctimas del terrorismo se les enterraba en la clandestinidad, con la coletilla miserable del “algo habrá hecho”. No pedirá perdón doña Celia, por supuesto, porque la ofensa a las víctimas no está catalogada entre los grandes delitos del régimen, y también porque ella no se ha enterado que para ser de izquierdas ya no hace falta estar peleado con la cortesía, ni competir en ordinarieces con los arrieros.


Ahora se ha sumado González Pons a la horda desencadenada y nerviosa de Goliaths, representando el peor papel de la pandilla de malotes, ese que se acerca a dar la última patadita cuando el rival ya está bien rodeado e indefenso. Pues dice Pons que Alejo Vidal Quadras sólo persigue el sueldo de eurodiputado. O sea, se proyecta.

 Si Vidal Quadras sólo estuviera en política para llevárselo -como era tan común en el PP de Valencia- lo último que tenía que haber hecho era abandonar el partido de Bárcenas. Eso lo sabe bien el propio Gonzalez Pons, que era conseller de presidencia cuando la visita del Papa, y el que firmaba los contratos con las empresas de Urdangarín. Si incluso tenía a un tentáculo de la Gürtel como casero de su pisito en Madrid, que por supuesto le pagaba el partido.


En realidad, para asegurar su sueldo, Vidal Quadras sólo tenía que haber permanecido silente ante la deriva suicida y corrupta del marianismo, que era la forma más fácil de repetir en Bruselas. Pero fue suprimido por mostrarse crítico, y ya no puede esperar un sms de ánimo del presidente: “Alejo, sé fuerte. Ánimo”. En Moncloa esos mensajes sólo se los mandan a los leales.


 (Kiko Méndez-Monasterio/La Gaceta) 




CRÍTICA AL BIPARTIDISMO ACTUAL.

José García Domínguez es uno de los mejores articulistas españoles. Siempre lo leo y casi siempre estoy de acuerdo. Esta vez, no del todo.

En su defensa del bipartidismo, al final de su artículo, termina diciendo lo que yo creo que es correcto. ‘El problema no es que gobiernen PP o PSOE, sino que los grupos políticos decidan desde la composición del Consejo General del Poder Judicial hasta el nombre del tío que manda en el Orfeón Donostiarra, amén de la Junta Directiva de la Cofradía del Santo Cristo de las Ánimas’.

 

Pero esto, añade el articulista, no depende de que haya dos o diecisiete partidos sino de la enclenque sociedad civil que tenemos.

 

Yo estoy de acuerdo, en principio, con el bipartidismo. Lo que critico es éste bipartidismo. Pero el articulista dice que nuestros males no dependen de estos dos grandes partidos. Ni tampoco de los diecisiete que se sumaran al tinglado político. Pondré un ejemplo para mostrar que sí, que es posible mejorar con algunos cambios que involucran a estos nuevos partidos, UPyD, Ciudadanos y VOX. No con seguridad, porque nada es seguro en este vida, salvo la muerte.

 

Supongamos que el PP gana las próximas elecciones generales con 145 diputados. Que es lo que dicen varias encuestas. Supongamos que UPyD consigue 25. Lo que tampoco está alejado de lo que podría conseguir si ahora se celebrasen elecciones generales. Supongamos que Ciudadanos consigue cinco. Y, finalmente, supongamos que VOX consigue cinco. En total 180 diputados que permiten gobernar cómodamente. En cualquier caso, es una hipótesis. No descabellada.

 

Aunque no es necesario que esto suceda. El PP podría dar un paso más hacia el abismo y llegar a acuerdos con CIU y el PNV para gobernar. Supongamos que este apoyo de los separatistas fuera suficiente. Aún así, creo que sería catastrófico para el PP y para España. Ya no hablo del PSOE, que con 110 diputados, aproximadamente, tendría que aliarse, incluso, con Cayo Lara y Pablo Iglesias. Y no sería suficiente.

 

Resumiendo. Si el PP- también el PSOE- ha podido gobernar con las sanguijuelas, o sea, bisagras políticamente correctas, de CIU y PNV ¿por qué no podría gobernar con estos tres nuevos partidos cuyas exigencias no serían destructivas para España y para su democracia?

 

Si esto sucediera, el nefasto bipartidismo que nos ha llevado a la presente situación, podría cambiar de rumbo. Y mejorar.

 

Claro que, como casi todo es posible, podrían arrejuntarse PP/PSOE y defender sus prebendas y privilegios, en nombre del bipartidismo. Pero ¿sobreviviríamos treinta años más? Yo creo que, en tal caso, ‘el tinglado’ no duraría más de una legislatura. Es decir, o gobiernan para salvar sus privilegios, o gobiernan para salvar a España. En esas estamos.

 

Sebastián Urbina.


 


 


Defensa del bipartidismo


España, país que no ha producido ni una sola aportación original al pensamiento político de Occidente desde Adán y Eva, es, sin embargo, la madre patria de los arbitristas. Aquí, es sabido, todo el mundo conoce la fórmula secreta para acabar de un plumazo y sin esfuerzo con los males seculares de la nación. Desde las barras de los bares a las redacciones de los periódicos, la de arreglar España semeja una asignatura tan sencilla como coser y cantar. Así las cosas, la última moda en materia de milagrosos ungüentos amarillos consiste en el repudio feroz del bipartidismo. Por lo visto, si ocupasen el Gobierno veintisiete partiditos en lugar de los dos mayoritarios que se turnan en La Moncloa todos seríamos felices y comeríamos perdices. Eso sí, a nadie se le ocurra pedir una mínima coherencia lógica a nuestros diletantes regeneradores.

Y es que, si tan funesto resulta ser el bipartidismo, ¿a qué viene la rendida admiración por el diseño institucional de los Estados Unidos o el de Alemania, países ambos bipartidistas hasta el tuétano? Bipartidista, y muchísimo más que España, es también el Reino Unido. Y Francia. Y Noruega. Y Suecia. Y Austria. Y Canadá. Y… De hecho, bipartidista es todo el mundo más o menos civilizado, salvo Italia e Israel. ¿Y acaso luce mucho menos corrupta la política italiana por la evidencia contrastada de que el sistema electoral haga ingobernable al país desde hace medio siglo? Por lo demás, se abjura con santa ira del bipartidismo y, al tiempo, se vindica el modelo de pequeños distritos uninominales, donde, según reza la célebre leyenda urbana, el elector conoce a su representante.

Esto es, se rechaza el bipartidismo y se sueña con un método, el mayoritario, que provoca en todas partes el más radical de los bipartidismos. En el fondo de esa inmensa empanada mental lo que late es la confusión entre bipartidismo y partitocracia, asuntos que nada tienen que ver entre sí. 

Porque la lacra hispana remite a la apropiación partidista de la esfera institucional, no al sistema de partidos. Al cabo, el problema no es que gobiernen PP o PSOE, sino que los grupos políticos decidan desde la composición del Consejo General del Poder Judicial hasta el nombre del tío que manda en el Orfeón Donostiarra, amén de la Junta Directiva de la Cofradía del Santo Cristo de las Ánimas. Y eso no depende de que primen dos o doscientas siglas en la Administración, sino de la debilidad crónica de nuestra muy anémica y enclenque sociedad civil. Pero ése es otro cantar.

  
(José Garcia Domínguez/ld)

Alejo, sé fuerte

Para asegurar su sueldo, Vidal Quadras sólo tenía que haber permanecido silente ante la deriva suicida y corrupta del marianismo.
La campaña del PP ha sido monótona -como es la obscenidad- y sólo le ha puesto un poco de sal la esquizofrenia inducida de Cañete, que cuando se ha dejado mover como un teleñeco ha estado mal, y después, cuando ha querido ser él mismo, ha estado peor. El debate absurdo sobre el machismo sólo ha servido para comprobar de nuevo lo evidente, la genuflexión tan ridícula de los populares ante los mantras progres, convencidos de que los carnets de demócratas y modernos los siguen expidiendo en Ferraz.
Esa conducta acobardada, mansa y sumisa, sólo la abandonan para referirse a las opciones reformistas -Vox y Ciudadanos-, contra las que sí han desplegado toda la soberbia que incuba las mayorías absolutas. El PP catalán afirmaba que los partidos minoritarios caben en un taxi, cosa curiosa, porque precisamente en esa autonomía los de la gaviota son una opción muy minoritaria. Eso sí, sea cual sea su resultado, los de Alicia Sánchez Camacho seguirán necesitando toda una flota de coches oficiales para desplazarse. Mientras, la señora de Arriola -Celia, lo que grita- ha ido más allá llamando traidores a los que como Ortega Lara han abandonado el partido y están ahora en las listas de Vox. Que diga eso Villalobos, desde la mayoría parlamentaria que ha puesto en libertad a Bolinaga -el secuestrador de Ortega-, es una infamia propia de aquellos años en que a las víctimas del terrorismo se les enterraba en la clandestinidad, con la coletilla miserable del “algo habrá hecho”. No pedirá perdón doña Celia, por supuesto, porque la ofensa a las víctimas no está catalogada entre los grandes delitos del régimen, y también porque ella no se ha enterado que para ser de izquierdas ya no hace falta estar peleado con la cortesía, ni competir en ordinarieces con los arrieros.
Ahora se ha sumado González Pons a la horda desencadenada y nerviosa de Goliaths, representando el peor papel de la pandilla de malotes, ese que se acerca a dar la última patadita cuando el rival ya está bien rodeado e indefenso. Pues dice Pons que Alejo Vidal Quadras sólo persigue el sueldo de eurodiputado. O sea, se proyecta. Si Vidal Quadras sólo estuviera en política para llevárselo -como era tan común en el PP de Valencia- lo último que tenía que haber hecho era abandonar el partido de Bárcenas. Eso lo sabe bien el propio Gonzalez Pons, que era conseller de presidencia cuando la visita del Papa, y el que firmaba los contratos con las empresas de Urdangarín. Si incluso tenía a un tentáculo de la Gürtel como casero de su pisito en Madrid, que por supuesto le pagaba el partido.
En realidad, para asegurar su sueldo, Vidal Quadras sólo tenía que haber permanecido silente ante la deriva suicida y corrupta del marianismo, que era la forma más fácil de repetir en Bruselas. Pero fue suprimido por mostrarse crítico, y ya no puede esperar un sms de ánimo del presidente: “Alejo, sé fuerte. Ánimo”. En Moncloa esos mensajes sólo se los mandan a los leales.
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