sábado, 21 de febrero de 2015

ARROZ Y FLORES












ARROZ Y FLORES.

¿Me preguntas por qué compro arroz y flores?
Compro arroz para vivir, y flores para tener algo por lo que vivir.

Este bello pensamiento de Confucio (S. V-VI antes de Cristo) tiene parecidos con el adagio latino ‘primum vivere, deinde filosofari’, que se encuentra en el Leviatán de Tomás Hobbes, filósofo inglés del siglo XVII, aunque, al parecer, ya había sido usado por escritores anteriores.

¿Qué quieren decir, Confucio y Hobbes, aunque no digan exactamente lo mismo? Hay diversas interpretaciones. Una muy obvia, dice que para pensar primero hay que comer. Sin el cuerpo en condiciones satisfactorias no pensamos bien. Otras interpretaciones no dan a la frase un sentido cronológico. En estas otras interpretaciones no se enfatiza que primero hay que comer y luego pensar, sino que comer- en sentido figurado- es más importante que filosofar. Con otras palabras, que la vida práctica cotidiana es más importante que la vida filosófica, o la vida teórica. Aunque esto no implique desprecio por la vida filosófica.

Supondré que el ser humano es el único animal con dos naturalezas muy complejas. La naturaleza natural y la naturaleza social. Aunque otros animales tienen, también, una naturaleza social, es mucho menos sofisticada. Incluso los que tienen una naturaleza social más desarrollada, como los orangutanes, no son comparables a los humanos.

Confucio compra arroz para vivir. Pero el simple vivir, entendido como ‘sobrevivir’, no es suficiente para una parte importante de los humanos. Precisamente porque tenemos dos naturalezas. Y dentro de la naturaleza social están, como decía Ortega, los proyectos. El ser humano, en general, no vive, sin más, sino que proyecta su vida. El ser humano no puede compararse, en general, a una hoja transportada por el viento.  

Volvamos a Confucio. Compra flores ‘para tener algo por lo que vivir’. Esto es otra forma de decir que tiene que dar sentido a la vida. Y el arroz no basta. ¿Quiere decir que la belleza- ya que habla de flores- es algo por lo que vivir? Probablemente. Pero a menos que demos un significado enormemente amplio de ‘belleza’, dejamos muchas cosas fuera. Muchas cosas que, también, podrían dar sentido a la vida. El amor, la amistad, el saber, la creación de riqueza, etcétera.

Recordemos que no es necesario que nosotros estemos de acuerdo. El saber no atrae a mucha gente. Y la creación de riqueza, dada la aversión al riesgo, no interesa a buena parte de la sociedad.  Este pluralismo de preferencias es más evidente cuanta más división social del trabajo existe. Como sucede en las sociedades extensas y complejas actuales, como la nuestra. Ahora bien, no siempre han existido sociedades extensas y complejas. Esto es relativamente reciente. En las sociedades tribales, en las que la individualidad no tiene lugar porque no existe el individuo, sí hay un acuerdo global- aunque sea implícito- acerca del sentido de la vida. En cambio, como dije, en las sociedades más desarrolladas, no hay estas unanimidades. Pero hay algo común. Por ejemplo, la satisfacción de las necesidades básicas, comer, beber, copular, dormir, etcétera. Sin embargo, no suelen ser suficientes para dar sentido a la vida. De ahí la sensación de ‘vacío vital’ que afecta a tanta gente.  

Tras la ‘muerte de Dios’, que es la manera en que Nietzsche dice que la idea de Dios ya no es capaz de actuar como fuente de un código moral universal, varias teorías- el marxismo, el psicoanálisis y la antropología- tratan de llenar el vacío dejado por la religión, como si fueran sustitutivos. Pero ¿por qué tanta gente parece necesitar estos sustitutivos?

Porque el ser humano rechaza el vacío. Porque necesita dar sentido a su vida. Recordemos la película ‘Vivir’, del director japonés A. Kurosawa. El protagonista es un funcionario, cuya jubilación no está muy lejana. Un día tiene unas molestias estomacales por lo que va al médico. Resumiendo, tiene un cáncer y le quedan seis meses de vida. El protagonista, Watanabe, se entrega a la bebida y sale de juerga por las noches. ¡A vivir que son dos días! Pero esta escapatoria hedonista le deja insatisfecho.  

Finalmente, Watanabe recupera un proyecto municipal para convertir una zona insalubre en parque infantil, que se había dormido durante largos años en los cajones de la oficina pública en la que trabaja. Pues bien, ¿Qué nos dice todo esto? Que Watanabe quiere dar sentido a los seis meses de vida que le quedan. Y no le basta comer, beber, copular, ir de juerga y comer gambas. Este es el significado de la frase de Confucio: ‘y flores para tener algo por lo que vivir’.

 Recordemos que los humanos somos seres condicionados, pero no determinados. El condicionamiento -a diferencia de la determinación- no excluye la libertad y la responsabilidad. ¿Estamos dispuestos a vivir, en serio, como si la libertad y la responsabilidad no existieran? ¿Somos capaces, incluso, de entenderlo e interiorizarlo? Tal vez sea cierto que, como decía Sartre, ‘estamos condenados a ser libres’. O sea, tenemos que asumir la responsabilidad derivada de la libertad. No valen las excusas tan socorridas como: ‘la sociedad es la culpable’. Si yo no soy responsable de mis actos, no soy un adulto. Soy un niño. ¿Aceptará usted que le traten como tal? Sea como sea, el hundimiento de la teología, o la ‘muerte de Dios’, por utilizar la terminología de Nietzsche, ha dejado al hombre de nuestro tiempo en un vacío existencial. O, con otras palabras, en una liviandad hedonista, apática y narcisista.

 Afortunadamente, muchas personas no quedan saciadas incluso teniendo la panza llena. ¿Por qué? Porque no ha pasado de moda la frase de Confucio. Sigue habiendo personas que no se conforman con el arroz y necesitan algo más para dar sentido a la vida. O como decía el maestro Sócrates: ‘Prefiero ser un hombre inquieto, a un cerdo feliz’.


Sebastián Urbina.

(Publicado en El Mundo/20/Febero/2015.)




3 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno el artículo pero discrepo de una cosa, no todos los seres humanos rechazan el vacío, algunos viven muy bien instalados en él. Es un semivacío, no el vacío divino.

Sebastián Urbina dijo...

Estoy de acuerdo. El problema es que tengo un límite de palabras.

Anónimo dijo...

Usted al menos infunde ideas elevadas
universalizando el rasgo del que parecen adolecer muchos.