jueves, 17 de septiembre de 2015

OBSERVADORES INTERNACIONALES EN CATALUÑA

(Alguien se entera. Menos mal. No el PP, desde luego.

    OBSERVADORES
INTERNACIONALES EN CATALUÑA.

En Cataluña no se dan las mínimas condiciones democráticas para que el resultado de las autonómicas pueda ser considerado vinculante, y menos si en vez de referirse al reparto de escaños alude a un referéndum de autodeterminación

Mientras el nacionalismo practicaba el regateo con España, los dos grandes partidos nacionales despejaron el campo. A fin de cuentas, siempre que se necesitaba el voto de los nacionalistas estaban ahí, prestos a soportar a Felipe y exprimir a Aznar en nombre de la gobernabilidad y el sentido de Estado de un personaje como Jordi Pujol. El gran timo del rock and roll. 

Durante esas décadas y con el tripartito también, la democracia en Cataluña ha dado muestras de una escasísima calidad. Primero el catalanismo transversal unificador, los sagrados principios del movimiento nacional, el Onze de Setembre, la senyera y Els Segadors y todos los mitos y leyendas inimaginables sobre guerras y paces. Después la inmersión lingüística, la conversión de muchas escuelas catalanas en nidos del águila, el odio a España destilado en TV3 y medios concertados. Y para redondear la fiesta de la democracia, pero al revés, una convocatoria electoral tras la celebración de un referéndum ilegal que comienza en la Diada y termina en un puente sólo para Barcelona y alrededores, donde Mas y el "Un solo pueblo" son minoría.

 Tras años de tensión, crispación, denuncias, quejas, llantos, lamentos y babeos. Meses y meses en los que se ha difundido que Cataluña sin España sería como Dinamarca, pero con olor a nenuco. Unas elecciones que comienzan con un megamitin retransmitido a la cubana, del tirón. Unos comicios en los que el partido del Gobierno y el de la oposición se han unido con sus brigadas callejeras en una lista que amenaza con dinamitar la convivencia aunque no obtenga la mayoría en votos. 

En un territorio en el que la ley electoral favorece a la Cataluña interior en contra de las aglomeraciones urbanas, por lo que sacar un diputado por Barcelona cuesta muchos más votos que un escaño en Gerona o Lérida, donde el nacionalismo es aplastante. Axfisiante y agobiante en los pueblos.
 
En esas condiciones y contexto, lo anormal es que el nacionalismo sólo gane y no arrase. En Cataluña hay democracia, pero está amañada, adaptada, manipulada y tan vejada que se requeriría la presencia de observadores internacionales (independientes) para dar fe de las extraordinarias circunstancias que concurren en unas elecciones autonómicas. 

Pero no bastaría con eso. Deberían revisar los libros de texto, analizar los contenidos de los medios y repasar las falsas promesas de los partidarios de la separación, entre las que destaca como el sol la permanencia con honores en la Unión Europea en caso de secesión, para hacerse una vaga idea de lo que es la democracia del tres por ciento y TV3. 

Los partidos que dicen defender la unidad están tardando en pedir la intervención de la UE y de Naciones Unidas. Ya casi es lo de menos de quién fue la culpa.

(Pablo Planas/ld.)

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