viernes, 23 de diciembre de 2016

LA PROFUNDA ESTUPIDEZ OCCIDENTAL

 (La profunda estupidez occidental está agravando un problema que ya de por sí, es muy grave. ¿De dónde procede tanta estupidez? Del 'buenismo' occidental. Queremos ser buenos. No queremos que los progres- o sea, casi todos los medios de comunicación y gran parte de los políticos- nos llamen 'fachas', 'xenófobos' o 'racistas'.


En consecuencia, seamos blandos, flexibles y comprensivos, a pesar de que estamos en guerra. Sí, en guerra. Muchos no se enteran y otros muchos no quieren enterarse. Tanto el Estado Islámico como Al Quaeda- y sus muchas terminales- llevan mucho tiempo diciendo que están en guerra contra Occidente.


Aquí queremos abrir los brazos. Por que no todos son terroristas. Se han creído que los que no tragamos tanto 'buenismo' estúpido somos tan estúpidos como ellos.


Ya sabemos que no todos inmigrantes y refugiados son terroristas. Pero sucede que el 99% de los atentados terroristas desde hace, por ejemplo, diez años, son islámicos. Curioso. Aparte de que cuando hay matanzas como las que Europa-y otros lugares- tiene que sufrir, vemos masivas manifestaciones de musulmanes protestando por las calles. ¿O me lo estoy inventando?


Mi conclusión, y ojalá me equivoque, es que con este nivel de 'buenismo' estúpido que nos domina, necesitaremos que nos maten mucho más para reaccionar. Pero, bueno, es lo que nos merecemos.)






ALEMANIA Y EL TERRORISMO ISLÁMICO.

En toda Europa se burlan de las meteduras de pata de la Policía alemana. Y, si es cierto que Alemania está enfrentando el problema del terrorismo islámico con una culpable ingenuidad, no es menos verdad que es algo achacable a toda Europa.

 Es muy probable que Anis Amri sea el autor del atentado. Las autoridades alemanas intentaron deportarlo, pero tuvieron que ponerlo en libertad porque carecía de documentación y Túnez no lo reconocía como ciudadano propio. No sólo, sino que sabían que había pasado cuatro años en la cárcel en Italia por haber prendido fuego a un campo de internamiento. También se sabe que entabló contacto con un clérigo extremista que a día de hoy está en la cárcel. Y, en cualquier caso, fue calificado de peligroso por su patente radicalismo. Y a pesar de todo le perdieron la pista hasta que su documentación y sus huellas dactilares aparecieron en el camión. 

Las críticas tienen fundamento, pero ¿es Alemania diferente al resto de Europa Occidental? Lo primero que hace cualquier inmigrante ilegal es desembarazarse de su documentación porque eso incrementa sus probabilidades de poder quedarse aquí. No se detiene a ningún inmigrante ilegal, por muchos indicios que haya de su peligrosidad. Y miente el país que diga que tiene bajo control a todos los musulmanes que hayan mostrado indicios de poder convertirse en terroristas porque no hay medios para hacerlo. 

Combatimos la amenaza, en Alemania y en toda Europa, como si fuera un problema de política criminal, cuando es mucho más. Está muy bien decir que no nos rendiremos, que seguiremos disfrutando de nuestras libertades y que no nos cambiarán. Pero eso será para los que continuamos vivos. Los muertos en cambio ya no podrán disfrutar de nada. Si hemos restringido nuestras libertades para evitar los accidentes de carretera, aminorar los males que produce el tabaco, disminuir el daño que trae la contaminación o combatir el cambio climático, ¿qué inconveniente hay a que se establezcan controles sobre la conducta de los musulmanes en nuestras sociedades? Si es delito conducir ebrio, a una velocidad superior a la permitida, dejar de pagar impuestos o tener dinero metálico de procedencia sin justificar, ¿por qué no puede serlo inmigrar ilegalmente sin documentación?

 Podemos seguir fingiendo que no hay unos fundamentalistas islámicos que quieren matarnos y esperar que a nosotros no nos toque. Pero esa actitud es inmoral porque nos hace responsables de los asesinatos que los islamistas perpetren en el futuro y que podrían haberse evitado si hubiéramos tomado las medidas que con más o menos renuncias pueden tomarse.

 No hay nada que nos exculpe de que Anis Amri estuviera conduciendo el lunes pasado el camión que acabó con la vida de esos 12 inocentes, si se confirma que fue él quien las asesinó. Porque donde tendría que haber estado Anis Amri es en Túnez o en un centro de internamiento o incluso en la cárcel, y no circulando libremente a consecuencia de estar indocumentado, con toda seguridad, por voluntad propia. Y la responsabilidad no es sólo de Alemania.

(Emilio Campmany/ld.) 



 MÁS ESTUPIDEZ DE PROGRESO.

'No hay que estigmatizar'.

ACNUR llama a ocultar la nacionalidad del que comete un atentado.

 (ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados.)

(La Gaceta) 

 

 

 TERROR, POLICÍA Y CORRECCIÓN POLÍTICA.

Hay que evitar a toda costa el ser sospechoso». Esta frase no es un lema para terroristas yihadistas ni para jóvenes musulmanes radicalizados deseando serlo. Estos se mueven con enorme naturalidad y aplomo en una sociedad abierta como la alemana, con una población generosa y deseosa de hacer todo el bien posible para compensar un tremendo mal histórico perpetrado o tolerado por sus abuelos. Los que tienen que evitar a toda costa ser sospechosos son los policías

Y especialmente sus jefes, en contacto y dependencia directa con el poder político de las ciudades y los Estados federados. Los jefes de policía deben aplicar el máximo garantismo legal para los delincuentes. Tiene que hacer además gala de una actitud política libre de la mínima sospecha de prejuicios sociales, culturales, sexuales y, sobre todo, claro, raciales. Y demostrar ser militante en la actitud favorable a la integración de la inmigración y a las bondades de la multiculturalidad.

 Así las cosas, es obvio que ninguno de los jefes de la muy fragmentada policía alemana quiere tener fama de duro. Prefieren que se les escabullan sospechosos a tener cualquier conflicto evitable. Las organizaciones de apoyo a refugiados e inmigrantes ilegales conocen bien esta debilidad. Manejadas por grupos ideológicos, étnicos o mafiosos saben que con extender la fama de racista o ultraderechista de un mando policial acaban con él.

La necesidad de no caer jamas en la sospecha de racismo y el miedo a ser tachados de nazis es lo que más ha politizado la policía desde los años setenta. Solo en total corrección política hay posibilidad de promoción. Por lo que hay tanta corrección como disposición a ocultar, ignorar o tergiversar todo lo que la contradiga. Solo algunos grupos en los sindicatos denuncian la situación de inferioridad y peligro real dado el desbordamiento desde 2015 que ha hecho ilusorio todo intento de controlar movimientos y resolver las expulsiones. Ni hay control ni hay medios para restablecerlo y todos los recién llegados lo saben. Los mismos motivos de no ser acusados de parecerse a la Gestapo ni a la Stasi hacen imposible colocar cámaras en las calles.

 La policía carece por ello con el instrumento más eficaz de vigilancia que por ejemplo en ciudades británicas es exhaustiva. No hay imágenes porque los políticos alemanes que en su día quisieron adaptarse a otros países fueron tachados por la prensa, por la izquierda y por los liberales de partidarios del estado policial. Alemania es el país más firmemente anclado en unos dogmas y certezas del Estado liberal de la segunda mitad del Siglo XX que hoy maniatan dramáticamente la capacidad de autodefensa de la sociedad. 

 En todos los países europeos es difícil asumir cambios racionales por unos miedos lógicos y ante todo por la sentimentalización del mensaje de nuevas generaciones infantilizadas, ignorantes y sin percepción del riesgo. En Alemania pesa además el pasado y son fuertes esas corrientes partidarias de la destrucción de las sociedades abiertas que hay en toda Europa. El autoodio, la obsesión con acabar con la propia nación que hay en sectores de la izquierda en Alemania, solo se encuentra en España. 

Con todos nuestros problemas, en momentos tan duros como el actual queda muy clara nuestra inmensa suerte con dos cuerpos de seguridad, Guardia Civil y Policía, de un nivel de eficacia soberbio. Cuerpos que algunos intentan expulsar de partes de nuestra geografía o destruir. La única esperanza para la seguridad de Europa está en que las masivas y múltiples amenazas que se ciernen sobre nosotros nos hagan recuperar parte de la racionalidad y del amor a la verdad que el bienestar de las pasadas décadas ha destruido.

(Hermann Thertsch/ABC)

 

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