miércoles, 14 de diciembre de 2016

SIN AUTORIDAD NO HAY LEGITIMIDAD

 (Es un fracaso histórico de los gobiernos PP/PSOE no haber aplicado la ley para no incomodar a los separatistas antiespañoles.

Deberían sentir vergüenza. ¿Y nos amenazan con populismos?)




SIN AUTORIDAD NO HAY LEGITIMIDAD.

Las imágenes de una horda separatista acosando un cuartel de la guardia civil en Manresa da la medida de hasta dónde ha degenerado la vida pública en España. Mientras nuestro Gobierno se encierra en una visión puramente administrativa de su labor de Gobierno, elementos que en cualquier otro país pasarían un par de noches en el calabozo –por lo menos- gozan aquí de una de una llamativa tolerancia. Es el mundo al revés. Y sobre todo, da muestra de una pavorosa dejación de funciones por parte del Estado.

Los ciudadanos mantienen a un Estado para que los proteja, entre otras cosas. A los españoles, sostener a nuestro costosísimo aparato estatal nos cuesta aproximadamente 182 días de todos los que trabajamos en el año. A cambio nos garantizamos ciertos derechos básicos como sanidad, educación, defensa y seguridad

Pero algo va mal, evidentemente, cuando parte de ese dinero se dirige a financiar formalmente a grupos que apoyan la destrucción del tejido nacional, la violación de la ley o, abiertamente, la agresión contra las fuerzas de orden público. En esos casos, el Estado debe actuar. Tiene plena legitimidad para hacerlo. Es su obligación. Ya se trate de una banda pro terrorista en Alsasua, de una horda separatista en Manresa o de unos okupas anarquistas en Madrid. 

Actuar, aquí, quiere decir hacer valer la autoridad del Estado, porque en un sistema democrático eso significa hacer valer la autoridad del conjunto de los españoles.

La autoridad no es pecado. En política, es virtud. Pero el PP sigue empeñado en actuar de tal forma que sus enemigos no puedan decir que se aleja del relato construido por esos mismos enemigos, tal y como acertadamente acaba de reprocharle FAES. Rajoy está transmitiendo a la sociedad la sensación de que la violencia callejera queda impune si viene de la ultraizquierda o de los separatistas. Es un camino peligroso, porque, en estas materias sensibles, la cobardía del Estado la pagan invariablemente los ciudadanos indefensos. Y éstos, a veces, resuelven defenderse por sí mismos.

(La Gaceta)

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