lunes, 13 de marzo de 2017

PSOE: CRISIS











PSOE: LA MADRE DE TODAS LAS CRISIS.

Con el anuncio formal de Susana Díaz, que ya en octubre del pasado año me confirmó su determinación de concurrir a la carrera por el liderazgo del socialismo, empieza la cuenta atrás para la recuperación del PSOE tal como lo conocimos, o bien su liquidación. La madre de todas las crisis que azotan a España, en realidad, puesto que de su desenlace depende, en buena medida, el que puedan resolverse con bien otras harto acuciantes.

Tal como se ha apresurado a declarar Pedro Sánchez, único rival capaz de hacerle sombra en las primarias de mayo, en este pulso se confrontan dos maneras muy distintas de contemplar el papel del partido en un escenario político más fragmentado que nunca. 

La representada por él consiste en decir «no es no» a todo lo que huela a PP, aún a costa de decir «sí, por supuesto» a la extrema izquierda populista de Podemos, a la quiebra del principio de soberanía inherente al reconocimiento del derecho de autodeterminación mal llamado «a decidir», a las pretensiones separatistas de Esquerra Republicana de Cataluña, y a esa grave deslegitimación de la democracia representativa consistente en apelar sistemáticamente a «la gente» (léase bases, asambleas, militancia, referendos, etc) en aras de tomar decisiones que corresponderían a órganos colegiados elegidos para tal fin. 

O sea, lo mismo que predican y practican las «gentes» de Pablo Iglesias, siguiendo al pie de la letra el modelo castro-chavista. La alternativa encarnada por la lideresa andaluza se parece bastante más a lo que ha significado la socialdemocracia desde los tiempos de la Transición. Con sus luces y sus sombras, su Felipe y su Zapatero, sus momentos de responsabilidad y sus ocurrencias, pero sin poner en duda un elemento sagrado como la indisoluble unidad de la Nación española, abiertamente cuestionada por aquellos en quienes Sánchez ve aliados susceptibles de llevarle hasta la Moncloa.

En Susana Díaz y los barones que la acompañan prevalece la lealtad constitucional y de partido, al aventurerismo.

 En Sánchez y su claque es la ambición, unida al despecho, la que se impone. Patxi López es un tercero en discordia que antes o después tendrá que decantarse y se arrimará, probablemente, a la andaluza, consciente de que su antiguo jefe le considera un traidor. Pero incluso entonces, reducida la pugna a los dos púgiles más fuertes, habrá que contar hasta el último voto antes de dar por resuelto el combate, sabiendo que las heridas tardarán mucho en cerrarse.

No estamos ante una pelea de «buena» contra «malo». En la política patria la primera categoría, entendida en términos morales, se extinguió hace ya lustros, expulsada de todas las siglas.

 Estamos ante una lucha despiadada por el poder, librada entre combatientes curtidos. Ambos conocen los secretos de la corrupción, las mentiras, los besos de Judas y las zancadillas, igual que los adversarios a los que una u otro habrán de enfrentarse en las urnas abanderando a las huestes del puño y la rosa, en unas elecciones generales que podrían adelantarse al 2018. La diferencia entre ellos, relevante para los demás, es que bajo la dirección de Susana Díaz es posible confiar en un PSOE susceptible de alcanzar acuerdos con otras fuerzas democráticas en caso de necesidad. 

 Pactos indispensables en el empeño de embridar los procesos sediciosos catalán y vasco, garantizar que se respete la soberanía del pueblo español en una eventual reforma de la Constitución, pagar las pensiones, lograr que se sigan creando puesto de trabajo en lugar de destruirse, fortalecer la Unión Europea, etcétera. Con Pedro Sánchez, el defenestrado atrincherado en su rencor, no cabe tal esperanza.

Isabel San Sebastián/ABC)

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