sábado, 15 de julio de 2017

PARA SER UN BUEN POLÍTICO.

PARA SER UN BUEN POLÍTICO.




Para ser un buen político se necesitan, al menos, tres cosas:

Inteligencia, honestidad y agallas.


No conozco a Rajoy personalmente pero creo que es inteligente. Aunque es responsable, al menos 'in vigilando', no creo que se haya metido dinero público en el bolsillo. Pero no tiene agallas políticas. Su gran fracaso ha sido la rendición a la izquierda. Aceptar todas las leyes ideológicas de la izquierda, incluso cuando tenía mayoría absoluta.


Tampoco conozco personalmente a Pedro Sánchez pero creo que tiene agallas. Probablemente- como Rajoy- no se ha metido dinero público en el bolsillo. Pero no es inteligente. Su nivel de discurso es penoso. Siempre. No recuerdo que una sola vez haya tenido una opinión diferente. Tristemente, está a la altura de la mayoría de los militantes socialistas. 

 Si tuviese que definirlo en dos palabras diría que es: 'un peligroso irresponsable'.

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 (¿Sólo es tonto, o es un sinvergüenza? Acusar al Estado español de 'centralista' es de burros- con perdón de los burros- o de sinvergüenzas. ¿Y este individuo es el Secretario General del PSOE?)



  • Sánchez defiende su "España nación de naciones" frente "al centralismo" que "deja pudrir los problemas".

    •  








 (CASI NO ES CREIBLE QUE SEA TAN IMBÉCIL. ¿Y ESTO DIRIGE AL PSOE?)


LANZA SU ‘OFERTA POLÍTICA’.

Sánchez vuelve a reivindicar su ‘España nación de naciones’: ‘Sólo la ley no sirve’.

La Gaceta 
España




NOSOTROS, EL PSOE.

 Al coquetear con la plurinacionalidad emplea tesis que son separatistas.

La Declaración de Barcelona, el nuevo vehículo del PSOE para recorrer la festivalera ruta de la tercera vía, arranca con varios defectos de fábrica. Proyectado por los ingenieros del 39º Congreso, se confeccionará en la planta del PSC y adolece de lo mismos fallos técnicos que han mostrado otros productos de la marca. 

El modelo anterior, la Declaración de Granada, fue una patada a seguir y una casilla cobijo en mitad de la crisis económica que pronto mostró fatiga de materiales. Eso sí, cuidadosa con la Constitución y coherente en su propuesta. Planteaba una reforma del sistema autonómico en «sentido» federal. Aunque sólo en un punto se refería expresamente al federalismo. Consideraba necesario reformar la Constitución para «crear los mecanismos de cooperación institucional que caracterizan a los Estados federales».

Los dos pactos comparten cuatro taras. Este último, de lustre y brío camboniano, añade una de trascendental importancia: se adentra en las procelosas aguas de la plurinacionalidad. 

Con el agravante de que los casos que citan los maestros de la ceremonia de la confusión para ilustrar su boceto hacen que todo parezca sospechoso y descabellado. 

El PSOE comete cuatro errores en su cosmovisión federal: 

  1. De posición. Se refiere siempre a su propuesta como la equidistante entre las tentaciones recentralizadora y separatista. Como si una existiera o tuviera posibilidades de éxito y la otra respetara las reglas de juego.
  2. De identidad. Da carta de naturaleza a las «identidades diferenciadas». Ignora que son constructos. El discurso identitario es segregador. Con la excusa de proteger una lengua propia y para mantener unos privilegios comerciales, una mañosa élite se entregó al artificioso cultivo de la identidad diferenciada catalana. No hay una cultura propiamente catalana. Hay unas letras catalanas o una literatura en catalán.
  3. De origen. El germen del problema no se encuentra, como insiste el PSOE, en el recurso de inconstitucionalidad de parte del Estatut presentado por el PP en 2006. En todo caso, más bien en la inconstitucionalidad decretada por el Tribunal. 
  4. De enfoque y raíz. Ningún sistema federal se construye desde la bilateralidad y la negociación particular y discriminatoria entre el todo y una sola parte. Los sistemas federales son resultado del acuerdo entre partes para constituir un todo. De ahí la idiosincrasia del Estado Autonómico: es producto de un proceso descentralizador. El todo está previamente constituido. Lo cual no obstaculiza el funcionamiento federal.
Cuando el PSOE coquetea con el término plurinacionalidad emplea, consciente o no, tesis separatistas. Ignora que la nación delimita el sujeto de soberanía. Establecer paralelismos con Bolivia es una extravagancia. Los tres primeros artículos de su Constitución son el resultado de una ensalada conceptual preparada a conciencia por quienes vuelcan sobre el papel palabras sin orden ni concierto. Reconoce la «libre determinación» de pueblos indígenas y campesinos -«dada la existencia precolonial» de tales «naciones»- en el «marco de la unidad del Estado». Ampara una cosa y su contraria. 

Con también escasa fortuna, otros dirigentes socialistas han reivindicado como patrones Bélgica o Alemania. Ambos son estados federales integrados por comunidades lingüísticas y Länder -estados-. Los estados federados conforman una nación y no al revés -o sea, las naciones no configuran un Estado-. Los dos ejemplos sugieren además una pregunta que fue esencial en el romántico siglo XIX: ¿Cuántos nosotros? Alemania es la suma de territorios que aprobaron primero una confederación y luego forjaron una nación. Bélgica se desgajó del Reino Unido de los Países Bajos creado en el Congreso de Viena. En 1830 proclamó su independencia y se declaró nación. Por eso no puede reconocer otras en su seno. Una nación es un único nosotros. Con su plurinacionalidad, el PSOE avanza inexorablemente hacia el derecho a decidir. Con su desorden conceptual, nos aproxima al caos.

(Libre de Marca/El Mundo.) 


 ZAPATEANDO.

Buena fecha ha elegido Pedro Sánchez para presentar su oferta de "tercera vía" catalana. Justo el día en que Puigdemont y Junqueras purgaban su Gobierno para expulsar de él a los secesionistas más tibios, víctimas del síndrome Niemöller: primero vinieron a por los no nacionalistas pero yo no me preocupé porque era nacionalista, etcétera. 

El independentismo se radicaliza, prietas las filas, y el PSOE le tiende la mano con una propuesta de reforma constitucional que, por cierto, no puede llevar a cabo sin el PP mientras éste tenga más de 117 diputados. Llamarle a esto estrategia sería una malversación intelectual del término: se trata de simple tacticismo para abrirse un hueco. La plurinacionalidad de España, las naciones culturales o sentimentales y todo eso. Volver –hasta con Carmen Calvo y Cristina Narbona en los entresijos del proyecto– a la deconstructividad líquida de Zapatero.

Arrinconados en Cataluña por su rumbo contradictorio y su falta de definición, los socialistas ya no piensan en términos de ideología ni de conceptos. No es la estructura del Estado lo que les importa sino la forma de incrementar su facturación electoral en un territorio claramente adverso. Quieren rebañar unos escaños entre los votantes de las franquicias de Podemos y separarse del odiado marianismo en la gestión de impedir el referéndum. Hay que recuperar votos; del asuntillo ése de la autodeterminación que se ocupe el Gobierno.

Poco importa al respecto que todo el problema actual provenga de aquella promesa insensata de la que el propio ZP está arrepentido: la de respetar cualquier aspiración estatutaria que le plantease el nacionalismo. El desaguisado constitucional fue de tal calibre que no hubo modo de reconducirlo. Si algo parecía haber aprendido el PSOE de ese proceso aventurero era la imposibilidad de reeditarlo pero Sánchez, con la impagable ayuda de Iceta, no se da por vencido. En su análisis (?) de situación ha perdido las coordenadas: con los independentistas en el monte de la ruptura todavía pretende que la mula vuelva al trigo.

El zapateo sanchista ignora adrede que el prusés ha destruido el sistema político convencional y aventado las últimas briznas del catalanismo. Los miembros del Gabinete de Puigdemont destituidos ayer no eran sensatos nacionalistas moderados sino secesionistas convencidos. 

Han ido a la calle porque les temblaban las piernas ante la posibilidad de salir inhabilitados –o, lo que es peor, embargados– si proseguían el camino. Mientras no se resuelva el reto de desobediencia no queda espacio para el diálogo ni para las reformas ni para el tercerismo. Pero el sentido de Estado del líder del PSOE no contempla la corresponsabilidad de hacer frente al desafío. Se ha situado en el 2 de octubre; lo del 1 que lo solucione Rajoy, que para eso ha sido elegido. Total, si no tiene el poder para qué diablos va a involucrarse en sus conflictos.

(Ignacio Camacho/ABC.)

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