martes, 13 de marzo de 2018

BASURA PROGRESISTA.


 (No comprendo cómo una persona decente puede ser progresista. Siento un profundo desprecio por ellos. Estos hechos incalificables, han sido posibles porque las autoridades tenían miedo de ser llamados 'racistas'. Dejaron que miles de niñas fueran violadas por inmigrantes musulmanes.)

 (NO TENGO PALABRAS PARA MANIFESTAR MI DESPRECIO A LOS PROGRESISTAS.)

 



BASURA PROGRESISTA. 
 LAS AUTORIDADES BRITÁNICAS PERMITIERON EL ABUSO DE OTRAS 1.000 NIÑAS, POR NO PARECER RACISTAS.
Odiaba lo que estaba pasando y mis violadores hacían que mi piel se pusiera de gallina, pero me dijeron que si decía una palabra a alguien irían a por mis hermanas pequeñasy le dirían a mi madre que era una puta", confiesa una chica que sufrió los abusos desde que tenía 14 años.

 "Noche tras noche fui obligada a tener sexo con múltiples hombres en asquerosos restaurantes de comida para llevar y casas sucias. Durante un tiempo estuve pidiendo la píldora del día después en una clínica local al menos dos veces por semana, pero nadie me preguntó nada. Me quedé embarazada dos veces y tuve dos abortos. Horas después del segundo, uno de ellos me llevó para que me violaran otra vez. El peor momento fue cuando justo después de cumplir 16 cuando me drogaron y me violaron en grupo cinco hombres. Días después, el jefe de la banda apareció por casa y me dijo que la quemaría si decía algo de lo que había pasado".
Era una amenaza a tener en cuenta, porque ya había sucedido. En el año 2000 Azhar Ali Mehmood quemó la casa donde vivía Lucy Lowe, que tenía 16 años y de la que llevaba abusando más de dos años; Lucy llegó a dar a luz a un hijo de ambos concebido en 1997 cuando tenía sólo catorce años. En el inciendo murieron ella, su hermana Sarah de 17 años y su madre Eileen. Mehmood fue encarcelado por el crimen, pero nunca fue arrestado ni acusado por su relación con la menor, pese a ser diez años mayor que la víctima.
Según otras víctimas, el asesinato sirvió como advertencia para otras niñas. Una de ellas, drogada y violada en grupo por nueve hombres dos años después, confesó que las amenazas la llevaron a intentar suicidarse: "Tenía miedo de que mi familia muriera como la de Lucy. Pensé que la única forma de que estuvieran seguros era matándome."
En 2002, Beck Watson (13) murió en un accidente automovilístico que fue calificado en ese momento de una broma que salió mal por las autoridades. Según revelan sus diarios, Watson llevaba siendo violada desde que tenía once años. Su madre afirma que le dijo a la policía lo que su hija estaba padeciendo e incluso les facilitó una lista de sospechosos: "Las niñas como Becky fuero tratadas como delincuentes. Estaba pidiendo ayuda a gritos pero sentí que no tenía ningún sitio al que acudir. Si hubieran investigado lo de Becky entonces podrían haber salvado a muchas otras chicas de pasar por ese infierno".
Vicky Round, una amiga de Beck Watson, sufrió abusos de la misma banda que la enganchó al crack cuando tenía doce años y a la heroína cuando tenía 14. Murió por las drogas a los 20 años y su hermana Emma está convencida de que seguiría viva de no haber sido por ellos: "Pese a lo que le hicieron siguen caminando libres por nuestras calles".

Pasó una década desde que se supo hasta que se investigó.

Al igual que pasara en Rotherham, los abusos llevaban teniendo lugar mucho, mucho tiempo; los primeros casos datan ¡de 1981! Y al igual que entonces, los documentos indican que las autoridades sabían del problema mucho antes de empezar a investigarlo oficialmente, en parte por no querer parecer racistas al ser los violadores de "la comunidad asiática", el eufemismo habitual para referirse a musulmanes paquistaníes que ha llevado a portavoces de las comunidades hindúes y sikh a protestar por el término, al considerar que su uso les mete en el mismo saco. A menor escala, algo similar sucedió en Rochdale, localidad del área metropolitana de Manchester.
La profesora Liz Kelly, que colaboró con el informe que sacó a la luz el escándalo de Rotherham, ha estimado que las víctimas en Telford rondan el millar, una cifra menor que la de entonces, pero en una ciudad más pequeña, de sólo 170.000 habitantes, cerca de Birmingham. Los trabajadores sociales sabían lo que pasaba desde finales de los años 90, pero la policía no empezó a moverse hasta 2009. Pese a identificar una banda de 200 criminales bajo la llamada Operación Chalice, sólo encontró pruebas para encarcelar a siete de ellos en 2012: los hermanos Ahdel y Mubarek Ali, Mohammed Ali Sultan, Tanveer Ahmed, Mohammed Islam Choudhrey, Mahroof Khan, y Mohammed Younis. Los funcionarios del ayuntamiento describían a las víctimas como "prostitutas" y no hicieron nada por miedo a parecer racistas.
Pese a dicha operación, no está claro que la actitud de las autoridades haya cambiado mucho. El capellán de la policía local, Keith Osmund-Smith, fue suspendido durante un año tras declarar en 2016 que dudaba que los agentes hicieran algo con toda la información que se les pasaba. 
Recientemente pasaron de investigar un caso tras cinco denuncias hasta que intervino la parlamentaria de Telford, la conservadora Lucy Allan, que está pidiendo una investigación independiente similar a la realizada en Rotherham, dada la magnitud y la gravedad del caso. Lo hizo ya en 2016, pero las autoridades locales convencieron al secretario de Interior de que no era necesario. 

(Daniel Rodriguez Herrera/LD)





¿POR QUÉ NO SOY PROGRESISTA?

¿QUÉ MOTIVOS TENGO para no ser progresista ni desear serlo? Según la Real Academia Española: «Dícese de la persona, colectividad, etc., de ideas avanzadas, y de la actitud que esto entraña».

Estas definiciones de progresista que incluyen «ideas avanzadas» y las actitudes correspondientes, son demasiado vagas para ser útiles. En cambio, la gente podría estar de acuerdo, o no, dependiendo de su significado concreto. Olvidemos, pues, estas generalidades y citemos unas palabras de Cristina Losada referidas a los progresistas:

Los cerebros de los que presumen de «progresistas» presentan características singulares que los inducen a creer en las palabras y no en los hechos, en las intenciones y no en los resultados. Piensan así que todo lo que hace un «progresista» declarado redunda en el progreso de la humanidad; y si la realidad lo desmiente, simplemente la apartan. Habitan una caverna ideológica muy confortable y no quieren salir al exterior. Creen incluso que allí disponen del monopolio de la verdad y de la crítica'.


Veamos estas características más de cerca. Empecemos por su desprecio por los hechos contrarios a sus intereses. Es habitual que los progresistas definan lo «políticamente correcto». ¿Por qué? Porque ellos se arrogan la facultad de definir la realidad política. Porque son moralmente superiores.


Naturalmente, esto no es cierto. Pero controlan (al menos intelectualmente) la mayoría de los medios de comunicación y los centros de enseñanza. O sea, están en las mejores condiciones para conformar y manipular las conciencias de la gente, especialmente de las jóvenes generaciones.


Un ejemplo muy conocido de manipulación es llamar «facha» a la persona que ellos quieren descalificar. Poco importa que esta persona defienda la democracia y las libertades individuales. Si ellos, los progresistas, han dicho que alguien es un «facha», es un facha. Ya está descalificado. O sea, la izquierda reparte los carnés de demócrata.


¿Qué importancia tiene esto? En una sociedad políticamente madura, ninguna. Si el auditorio es culto e inteligente, un progresista que utilice facha como argumento, hace el ridículo. Si alguien defiende la democracia y las libertades individuales, no puede ser, al mismo tiempo, un facha. Como decía Aristóteles: «nada puede ser A y no-A al mismo tiempo. Principio de No-contradicción».


Cualquiera puede entenderlo. Y esta idiotez seguirá así mientras haya tanta gente que trague sus «verdades oficiales». A esto se le llama «la dictadura de lo políticamente correcto». Claro que la responsabilidad no es sólo suya. La derecha española ha destacado por su mediocridad, cobardía y estupidez, al no oponer un debate ideológico serio.


Veamos una segunda característica de los progresistas. El mundo está dividido entre buenos y malos. Los buenos son ellos, y los malos son los otros. ¿Simplificación? Llevamos décadas oyendo a reputados progresistas cantar las alabanzas de la dictadura cubana. Fidel Castro ha sido objeto de peregrinación de todo buen progresista. Y ahora más, que ha muerto en olor de santidad revolucionaria. Claro que, para ellos, la dictadura cubana, en realidad, no lo era. Eran infundios y maledicencias. Los progresistas esconden los fusilamientos, los presos políticos y la miseria. Habría libertad, prosperidad y pluralismo. Los progresistas no dicen la verdad, y apelan al bloqueo para justificar el fracaso.


Ahora veamos a los malos. El general Pinochet era un dictador malo porque era de derechas. Fidel Castro era un dictador bueno porque era de izquierdas. Esta idiotez no es mía. Es la verdad oficial de los progresistas. El comunista Gaspar Llamazares dijo que «no existe el terrorismo de izquierdas». ¿Qué podemos decir ante estas melonadas? Por tanto, ETA es de derechas. Y las Brigadas Rojas también. Hamas y Hezbollah también son de derechas. A principios de 2015, el comunista Garzón (IU) dijo que un delincuente no puede ser de izquierdas. Asombroso.


Una tercera característica de los progresistas es su antiamericanismo y su odio a la economía de mercado. J.F. Revel, en su libro La obsesión antiamericana, dice: «La función principal del antiamericanismo era- y lo es aún hoy- la de difamar el liberalismo en su encarnación suprema. Disfrazar a los Estados Unidos de sociedad represiva, injusta, racista, casi fascista».


De ahí que podamos comprender a la entonces diputada comunista Ángeles Maestro mientras veía por televisión, en los pasillos del Parlamento, el atentado a las Torres Gemelas: «Se lo habían buscado», dijo ella. Gran «verdad oficial» de progreso.


Como dice el filósofo J.A. Rivera: «Si uno ya ha contraído el deseo de darse de baja en el anodino club de los progres blancos y blandos, sabe que sus viejos cofrades descargarán sobre él una copiosa granizada de improperios: conservador, reaccionario, de derechas, neoliberal...


¿Y qué ofrecen los progresistas para solucionar los problemas que nos aquejan? Utopías. Además de muchos derechos- sin obligaciones, por supuesto- y «buenismo» a raudales. Recordemos al líder planetario Zapatero: el famoso plan E; el cheque bebé; la ley de dependencia- aunque no había dinero y se quedó en nada-; las subidas salariales en los inicios de la crisis económica, etcétera. O sea, el socialismo del gasto público a manos llenas que nos lleva a la ruina. Pero fue con buena intención. Y con talante, por detrás y por delante.


Ya dijimos que, para los progresistas, lo que realmente importa son las buenas intenciones. Las suyas, por supuesto. Porque la derecha no puede tener buenas intenciones. Lo suyo es la especulación y la corrupción. A diferencia de la izquierda, que es solidaria, impoluta y moralmente superior.


El que los progresistas se crean estas y otras idioteces, no hace buena a la derecha estúpidamente acomplejada que representaba- en la anterior legislatura marianista- la mayoría absoluta. Repulsiva corrupción aparte. Añadamos la cobardía política de Rajoy- aunque Sánchez e Iglesias ofrecen encajes y referendos- para hacer frente al desafío separatista ilegal de Mas, Puigdemont y cuadrilla del 3%.
Y nuestra progresista presidenta Armengol- en el Parlamento- no votó a favor de la unidad de España, abrazada a los comunistas de Podemos y a los separatistas.

Si esto es ser progresista, prefiero no serlo.


Sebastián Urbina/ElMundo/Baleares.

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